¿POR QUÉ DIJO JESUCRISTO ESTAS PALABRAS ANTES DE MORIR?
LA BIBLIA CATÓLICA TIENE LA RESPUESTA
Por Jesús Mondragón (Saulo de Tarso)
Muchas personas se preguntan ¿por qué Jesucristo exclamó? ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? Marcos 15,34.
Son variadas las explicaciones, unas personas piensan que Jesús, como cualquier ser humano, (pues aún siendo Dios era verdadero hombre) cayó en la desesperación y como toda persona, al menos una vez en su vida se sintió abandonado por Dios.
Una vez un familiar “cristiano evangélico”, me dijo que en ese momento, todos los pecados del mundo habían caído sobre Jesucristo en la cruz, y el Padre había apartado su rostro de Él.
Para evitar explicaciones absurdas, debemos seguir la regla más básica en exégesis bíblica. La respuesta hay que buscarla en la misma Biblia. Sería impropio, por no decir contradictorio de parte de nuestro Señor, que hubiese caído en la desesperación. Y eso de que el Padre apartara su rostro del “hijo en quien se complace” está completamente fuera de lugar.
La verdad es que todas las profecías de la Escritura referentes a Cristo, tuvieron su perfecto cumplimiento. El Padre nunca lo abandonó ni lo despreció. Esa forma de pensar, sólo pone en evidencia la forma tan pobre y superficial que tienen los protestantes de “comprender” la Escritura, comparada con la teología Católica, que es infinitamente superior.
Al exclamar Jesucristo: ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? Estaba citando las profecías del Salmo 22, que habla sobre el mesías y QUE JUSTO EN EL MOMENTO DE LA CRUCIFIXIÓN, SE ESTABAN CUMPLIENDO EN ÉL.
SALMO 22
“Del maestro de coro. Sobre «la cierva de la aurora». Salmo. De David.
2 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¡lejos de mi salvación la voz de mis rugidos!
3 Dios mío, de día clamo, y no respondes, también de noche, no hay silencio para mí.
4 ¡Mas tú eres el Santo, que moras en las laudes de Israel!
5 En ti esperaron nuestros padres, esperaron y tú los liberaste;
6 a ti clamaron, y salieron salvos, en ti esperaron, y nunca quedaron confundidos.
7 Y yo, gusano, que no hombre, vergüenza del vulgo, asco del pueblo,
8 todos los que me ven de mí se mofan, tuercen los labios, menean la cabeza:
9 «Se confió a Yahveh, ¡pues que él le libre, que le salve, puesto que le ama!»
10 Sí, tú del vientre me sacaste, me diste confianza a los pechos de mi madre;
11 a ti fui entregado cuando salí del seno, desde el vientre de mi madre eres tú mi Dios.
12 ¡No andes lejos de mí, que la angustia está cerca, no hay para mí socorro!
13 Novillos innumerables me rodean, acósanme los toros de Basán;
14 ávidos abren contra mí sus fauces; leones que desgarran y rugen.
15 Como el agua me derramo, todos mis huesos se dislocan, mi corazón se vuelve como cera, se me derrite entre mis entrañas.
16 Está seco mi paladar como una teja y mi lengua pegada a mi garganta; tú me sumes en el polvo de la muerte.
17 Perros innumerables me rodean, una banda de malvados me acorrala como para prender mis manos y mis pies.
18 Puedo contar todos mis huesos; ellos me observan y me miran,
19 repártense entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica.
20 ¡Mas tú, Yahveh, no te estés lejos, corre en mi ayuda, oh fuerza mía,
21 libra mi alma de la espada, mi única de las garras del perro;
22 sálvame de las fauces del león, y mi pobre ser de los cuernos de los búfalos!
23 ¡Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré!:
24 «Los que a Yahveh teméis, dadle alabanza, raza toda de Jacob, glorificadle, temedle, raza toda de Israel».
25 Porque no ha despreciado ni ha desdeñado la miseria del mísero; no le ocultó su rostro, mas cuando le invocaba le escuchó.
26 De ti viene mi alabanza en la gran asamblea, mis votos cumpliré ante los que le temen.
27 Los pobres comerán, quedarán hartos, los que buscan a Yahveh le alabarán: «¡Viva por siempre vuestro corazón!»
28 Le recordarán y volverán a Yahveh todos los confines de la tierra, ante él se postrarán todas las familias de las gentes.
29 Que es de Yahveh el imperio, del señor de las naciones.
30 Ante él solo se postrarán todos los poderosos de la tierra, ante él se doblarán cuantos bajan al polvo. Y para aquél que ya no viva,
31 le servirá su descendencia: ella hablará del Señor a la edad
32 venidera, contará su justicia al pueblo por nacer: Esto hizo él.
2 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¡lejos de mi salvación la voz de mis rugidos!
3 Dios mío, de día clamo, y no respondes, también de noche, no hay silencio para mí.
4 ¡Mas tú eres el Santo, que moras en las laudes de Israel!
5 En ti esperaron nuestros padres, esperaron y tú los liberaste;
6 a ti clamaron, y salieron salvos, en ti esperaron, y nunca quedaron confundidos.
7 Y yo, gusano, que no hombre, vergüenza del vulgo, asco del pueblo,
8 todos los que me ven de mí se mofan, tuercen los labios, menean la cabeza:
9 «Se confió a Yahveh, ¡pues que él le libre, que le salve, puesto que le ama!»
10 Sí, tú del vientre me sacaste, me diste confianza a los pechos de mi madre;
11 a ti fui entregado cuando salí del seno, desde el vientre de mi madre eres tú mi Dios.
12 ¡No andes lejos de mí, que la angustia está cerca, no hay para mí socorro!
13 Novillos innumerables me rodean, acósanme los toros de Basán;
14 ávidos abren contra mí sus fauces; leones que desgarran y rugen.
15 Como el agua me derramo, todos mis huesos se dislocan, mi corazón se vuelve como cera, se me derrite entre mis entrañas.
16 Está seco mi paladar como una teja y mi lengua pegada a mi garganta; tú me sumes en el polvo de la muerte.
17 Perros innumerables me rodean, una banda de malvados me acorrala como para prender mis manos y mis pies.
18 Puedo contar todos mis huesos; ellos me observan y me miran,
19 repártense entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica.
20 ¡Mas tú, Yahveh, no te estés lejos, corre en mi ayuda, oh fuerza mía,
21 libra mi alma de la espada, mi única de las garras del perro;
22 sálvame de las fauces del león, y mi pobre ser de los cuernos de los búfalos!
23 ¡Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré!:
24 «Los que a Yahveh teméis, dadle alabanza, raza toda de Jacob, glorificadle, temedle, raza toda de Israel».
25 Porque no ha despreciado ni ha desdeñado la miseria del mísero; no le ocultó su rostro, mas cuando le invocaba le escuchó.
26 De ti viene mi alabanza en la gran asamblea, mis votos cumpliré ante los que le temen.
27 Los pobres comerán, quedarán hartos, los que buscan a Yahveh le alabarán: «¡Viva por siempre vuestro corazón!»
28 Le recordarán y volverán a Yahveh todos los confines de la tierra, ante él se postrarán todas las familias de las gentes.
29 Que es de Yahveh el imperio, del señor de las naciones.
30 Ante él solo se postrarán todos los poderosos de la tierra, ante él se doblarán cuantos bajan al polvo. Y para aquél que ya no viva,
31 le servirá su descendencia: ella hablará del Señor a la edad
32 venidera, contará su justicia al pueblo por nacer: Esto hizo él.
PAX ET BONUM
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