A LOS SACERDOTES QUE RENUNCIAN NO SE LES DEBE SEGUIR LLAMANDO "PADRE"
No entiendo porqué muchos se siguen refiriendo a Alberto Linero como "Padre Linero".
Se es ordenado al sacerdocio, no a la (permítaseme la expresión) "paternidad".
Es el Sacramento del Orden el cual es indeleble; un sacerdote es sacerdote para siempre, se ejerza o no el ministerio sacerdotal (hasta en el infierno, si se condena, será un sacerdote condenado).
Pero el carácter de "Padre" sí está supeditado al ejercicio de su ministerio, o sea, a hacer las veces de un Padre espiritual, de un padre que dirige a una familia común en la fe y que, como cabeza de esa familia, la provee de los recursos dispensados por el Señor para que ésta subsista espiritualmente, con la administración de la gracia a través de los sacramentos.
Pero cuando, como Alberto Linero, se renuncia voluntariamente a ejercer el ministerio, se pierde el papel de "padre" que dirige y pastorea a una comunidad de creyentes.
En pocas palabras, Linero es un sacerdote que ha renunciado a ser padre.
El Catecismo de la Iglesia Católica, nos dice que el sacerdocio es indeleble hasta el fin de los tiempos.
1536 El Orden es el sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus Apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos: es, pues, el sacramento del ministerio apostólico. Comprende tres grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado...
1583 Un sujeto válidamente ordenado puede ciertamente, por causas graves, ser liberado de las obligaciones y las funciones vinculadas a la ordenación, o se le puede impedir ejercerlas (cf CIC can. 290-293;1336, §1, 3 y 5; 1338, §2), pero no puede convertirse de nuevo en laico en sentido estricto (cf. Concilio de Trento: DS 1774) porque el carácter impreso por la ordenación es para siempre. La vocación y la misión recibidas el día de su ordenación, lo marcan de manera permanente.
1584 Puesto que en último término es Cristo quien actúa y realiza la salvación a través del ministro ordenado, la indignidad de éste no impide a Cristo actuar (cf Concilio de Trento: DS 1612; 1154). San Agustín lo dice con firmeza:
«En cuanto al ministro orgulloso, hay que colocarlo con el diablo. Sin embargo, el don de Cristo no por ello es profanado: lo que llega a través de él conserva su pureza, lo que pasa por él permanece limpio y llega a la tierra fértil [...] En efecto, la virtud espiritual del sacramento es semejante a la luz: los que deben ser iluminados la reciben en su pureza y, si atraviesa seres manchados, no se mancha» (In Iohannis evangelium tractatus 5, 15).
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