EL USO DE LAS VELAS Y VELADORAS EN EL CATOLICISMO
Por Álvaro Molina
En repetidas ocasiones nuestros hermanos protestantes nos atacan con el tema de las velas. Suelen decirnos que las velas no están mencionadas en la biblia y que por eso encender velas en los templos es anti bíblico.
Las velas no se conocieron en Europa hasta ya muy empezado el siglo II después de Cristo. Es decir que cuando Jesús y sus apóstoles predicaron el evangelio, incluso cuando San Pablo, San Pedro y los demás escribieron sus epístolas, las velas eran desconocidas. Solamente se usaban lámparas de aceite. Por eso esperar que se mencionen las velas en la biblia es como esperar que también se mencionen los motores o las computadoras.
En la biblia encontraremos elementos que Dios mismo ha escogido para glorificarlos como signos de su divina presencia. A estos elementos los llamamos signos sacramentales. Entre ellos están el agua, el fuego, el pan, el vino, la luz, el aceite (CIC 1146-1152; 1189). El fuego es el que nos interesa en este tema.
El fuego lo tenemos presente casi que en toda la sagrada escritura. Vemos a Dios como columna de fuego guiando al pueblo israelita en el desierto (Éxodo 13,21-22). Vemos esa misma columna de fuego repeliendo al ejército egipcio. Ese mismo fuego se hace presente como fuego abrasador y mata a todos los que quisieron desplazar a Aarón y rendir un culto profano a Yahvé (Levítico 10,1-2). Juan el Bautista advierte que detrás de él viene uno que bautizará en Espíritu Santo y fuego (San Lucas 3,16). Y no podemos olvidar las lenguas de fuego sobre las cabezas de los apóstoles en el día de Pentecostés (Hechos 2,1-3).
Lo bíblico es el fuego, propiamente la llama. No importa si procede de una vela o de una lámpara de aceite. Lo importante es la llama de fuego, y principalmente la intención al encender esa llama.
Los católicos encendemos velas en nuestros templos por nosotros. No es algo que tenga que ver con la salvación. Tampoco es algo que ofende a Dios. Es simplemente cosa de la iglesia. Decimos que encendemos las velas por nosotros porque es algo que queremos hacer. Cuando terminamos nuestra oración y nos retiramos del templo, el dejar una vela encendida es para simbolizar nuestra presencia en oración. Es como querer decirle al Señor, tal como lo hiciera el Buen Ladrón, «acuérdate de mí, acuérdate de mi oración». No es algo que tengamos que hacer obligatoriamente, y nada nos va a pasar si no lo hacemos. Es sólo algo que queremos hacer usando un signo sacramental, en este caso el fuego.
El fuego permanentemente encendido es un mandato bíblico. Así se hacía en el templo, según lo que leemos en Levítico 6,12-13: «El fuego se mantendrá encendido sobre el altar; no se apagará, sino que el sacerdote quemará leña en él todas las mañanas, y pondrá sobre él el holocausto, y quemará sobre él la grasa de las ofrendas de paz. El fuego se mantendrá encendido continuamente en el altar; no se apagará.»
Algunos dirán que los judíos no le encendían velas o lámparas a las imágenes. Obviamente eso es cierto, los judíos no le encendían lámparas a las imágenes del templo, pero debemos recordar que esas no eran las imágenes del catolicismo, las cuales hoy sirven para representar a aquellos santos y santas, que nos han dejado sus grandes ejemplos de entrega por amor a Cristo. Las imágenes del templo de los judíos en aquel tiempo no representaban a ninguna persona. Eran meramente decorativas. Si un judío le hubiera encendido una lámpara a una de esas imágenes, habría sido tan descabellado como que hoy alguien le encendiera una vela a la escultura de una jirafa.
Hablando un poco acerca de las imágenes católicas, nuestros hermanos protestantes suelen decir que Jesús nunca mandó a hacer imágenes. Eso es cierto, pero debemos recordar que las imágenes son cosas de la iglesia, que no van en contra de los elementos del plan de salvación que Jesús dejó en marcha. El bautismo, la comunión, el perdón de los pecados, la extremaunción, esos sacramentos son los elementos de la salvación. Las cosas de la iglesia, mientras no contradigan las enseñanzas de Jesús y no vayan en contra del plan de salvación, no ofenden a Dios.
Encendemos velas con la intención de simbolizar la prolongación de nuestra presencia al terminar nuestra oración y retirarnos del templo. También lo hacemos para recordar que Dios es fuego abrasador, que Cristo es la luz del mundo, que el Espíritu Santo es fuego que bautiza y otorga dones a su iglesia.
El fuego es casi la explicación perfecta para la Santísima Trinidad. La llama es Dios, la luz es Cristo, y el calor es el Espíritu Santo. Tres elementos distintos, un mismo fuego, de la misma manera que Dios es tres personas distintas, pero un solo Dios verdadero.
No olvidemos que estos temas de apologética son para el crecimiento en la fe de ustedes, hermanos católicos. No son para ir a trenzarse en infructuosas e interminables discusiones con los hermanos protestantes. Son para poder disipar esas dudas que a veces otros pretenden plantarnos, o que simplemente nos surgen.
Pax et bonum.
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Por Álvaro Molina
En repetidas ocasiones nuestros hermanos protestantes nos atacan con el tema de las velas. Suelen decirnos que las velas no están mencionadas en la biblia y que por eso encender velas en los templos es anti bíblico.
Las velas no se conocieron en Europa hasta ya muy empezado el siglo II después de Cristo. Es decir que cuando Jesús y sus apóstoles predicaron el evangelio, incluso cuando San Pablo, San Pedro y los demás escribieron sus epístolas, las velas eran desconocidas. Solamente se usaban lámparas de aceite. Por eso esperar que se mencionen las velas en la biblia es como esperar que también se mencionen los motores o las computadoras.
En la biblia encontraremos elementos que Dios mismo ha escogido para glorificarlos como signos de su divina presencia. A estos elementos los llamamos signos sacramentales. Entre ellos están el agua, el fuego, el pan, el vino, la luz, el aceite (CIC 1146-1152; 1189). El fuego es el que nos interesa en este tema.
El fuego lo tenemos presente casi que en toda la sagrada escritura. Vemos a Dios como columna de fuego guiando al pueblo israelita en el desierto (Éxodo 13,21-22). Vemos esa misma columna de fuego repeliendo al ejército egipcio. Ese mismo fuego se hace presente como fuego abrasador y mata a todos los que quisieron desplazar a Aarón y rendir un culto profano a Yahvé (Levítico 10,1-2). Juan el Bautista advierte que detrás de él viene uno que bautizará en Espíritu Santo y fuego (San Lucas 3,16). Y no podemos olvidar las lenguas de fuego sobre las cabezas de los apóstoles en el día de Pentecostés (Hechos 2,1-3).
Lo bíblico es el fuego, propiamente la llama. No importa si procede de una vela o de una lámpara de aceite. Lo importante es la llama de fuego, y principalmente la intención al encender esa llama.
Los católicos encendemos velas en nuestros templos por nosotros. No es algo que tenga que ver con la salvación. Tampoco es algo que ofende a Dios. Es simplemente cosa de la iglesia. Decimos que encendemos las velas por nosotros porque es algo que queremos hacer. Cuando terminamos nuestra oración y nos retiramos del templo, el dejar una vela encendida es para simbolizar nuestra presencia en oración. Es como querer decirle al Señor, tal como lo hiciera el Buen Ladrón, «acuérdate de mí, acuérdate de mi oración». No es algo que tengamos que hacer obligatoriamente, y nada nos va a pasar si no lo hacemos. Es sólo algo que queremos hacer usando un signo sacramental, en este caso el fuego.
El fuego permanentemente encendido es un mandato bíblico. Así se hacía en el templo, según lo que leemos en Levítico 6,12-13: «El fuego se mantendrá encendido sobre el altar; no se apagará, sino que el sacerdote quemará leña en él todas las mañanas, y pondrá sobre él el holocausto, y quemará sobre él la grasa de las ofrendas de paz. El fuego se mantendrá encendido continuamente en el altar; no se apagará.»
Algunos dirán que los judíos no le encendían velas o lámparas a las imágenes. Obviamente eso es cierto, los judíos no le encendían lámparas a las imágenes del templo, pero debemos recordar que esas no eran las imágenes del catolicismo, las cuales hoy sirven para representar a aquellos santos y santas, que nos han dejado sus grandes ejemplos de entrega por amor a Cristo. Las imágenes del templo de los judíos en aquel tiempo no representaban a ninguna persona. Eran meramente decorativas. Si un judío le hubiera encendido una lámpara a una de esas imágenes, habría sido tan descabellado como que hoy alguien le encendiera una vela a la escultura de una jirafa.
Hablando un poco acerca de las imágenes católicas, nuestros hermanos protestantes suelen decir que Jesús nunca mandó a hacer imágenes. Eso es cierto, pero debemos recordar que las imágenes son cosas de la iglesia, que no van en contra de los elementos del plan de salvación que Jesús dejó en marcha. El bautismo, la comunión, el perdón de los pecados, la extremaunción, esos sacramentos son los elementos de la salvación. Las cosas de la iglesia, mientras no contradigan las enseñanzas de Jesús y no vayan en contra del plan de salvación, no ofenden a Dios.
Encendemos velas con la intención de simbolizar la prolongación de nuestra presencia al terminar nuestra oración y retirarnos del templo. También lo hacemos para recordar que Dios es fuego abrasador, que Cristo es la luz del mundo, que el Espíritu Santo es fuego que bautiza y otorga dones a su iglesia.
El fuego es casi la explicación perfecta para la Santísima Trinidad. La llama es Dios, la luz es Cristo, y el calor es el Espíritu Santo. Tres elementos distintos, un mismo fuego, de la misma manera que Dios es tres personas distintas, pero un solo Dios verdadero.
No olvidemos que estos temas de apologética son para el crecimiento en la fe de ustedes, hermanos católicos. No son para ir a trenzarse en infructuosas e interminables discusiones con los hermanos protestantes. Son para poder disipar esas dudas que a veces otros pretenden plantarnos, o que simplemente nos surgen.
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¡GRACIAS!
Gracias por la información ya que nos explica claramente el significado de las veladoras.
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