DE LA BATALLA DE LEPANTO A UN PICO DE LOS APENINOS: HISTORIA DE UNA IMAGEN DE LA GUADALUPANA
La única Virgen estandarte oficial en Lepanto
El 7 de octubre de 1571, el almirante Juan Andrea Doria compartió con Don Álvaro de Bazán, bajo el mando de Don Juan de Austria, las glorias de la batalla de Lepanto. El jefe de la familia Doria comandó las 53 galeras genovesas en la que Miguel de Cervantes llamó "la más alta ocasión que vieron los siglos", y por cuya victoria San Pío V instituyó el 7 de octubre la festividad del Santo Rosario.
Lo que quizá desconocía el Papa es que la Santísima Virgen a la que había confiado aquel encuentro decisivo para la supervivencia cristiana de Europa estaba allí bajo una imagen muy reciente. El almirante genovés había entronizado en su buque a Nuestra Señora de Guadalupe, encomendándole la victoria. Sólo hacía cuarenta años de la aparición y formación milagrosa del manto, el 9 de diciembre de 1531 ante Juan Diego y fray Juan de Zumárraga, pero la devoción se extendía veloz a ambas orillas del Atlántico.
Como recoge Gaudium Press, esa imagen era la única de relevancia de la Virgen que protegía oficialmente a los combatientes cristianos, más allá de las devociones individuales de cada uno de ellos. En el buque insignia de Marco Antonio Colonna, al mando de las fuerzas pontificias, iba el estandarte de la Liga Santa, y la nave de Don Juan de Austria había entronizado al célebre Cristo de Lepanto.
Un obsequio cardenalicio
En lo alto del Monte Maggiorasca, la cima más elevada de los Apeninos ligures (1803 metros), se erige una estatua de bronce de Nuestra Señora de Guadalupe de más de dos metros sobre un pilar de poco más de cinco: un monumento de casi 8 metros que en invierno es frecuente ver cubierto por la nieve. Y aunque esa Guadalupana blanca pueda parecer un contraste, y una curiosidad el hecho de que la Emperatriz de las Américas goce de tal devoción en el centro de Italia, no es más que una muestra de la universalidad de la Iglesia y la rápida expansión de las devociones marianas.
La Guadalupana, cubierta de nieve:
una imagen que se repite cada
invierno italiano desde 1947
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Hay en este caso una singularidad: lo lejos que se remonta. La estatua del Monte Maggiorasca es muy reciente, obra del escultor Gaetano Olivari en 1947, pero los orígenes de la devoción se encuentran montaña abajo, en el pueblo de Santo Stefano d´Aveto, de poco más de mil habitantes, en la región montañosa que circunda la ciudad de Génova.
Allí se encuentra la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe y en su altar mayor un retablo que corona la Virgen mexicana. El templo es moderno, de 1928, pero la imagen de la Guadalupana tiene toda una historia que contar.
Un fresco de la Virgen de Guadalupe
adorna ya el pórtico del santuario
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Santo Stefano d´Aveto quedó en 1547 sujeto al poder de la familia genovesa de los Doria, encabezada por el almirante Andrea Doria(14661560), quien cinco años antes de morir dejó sus territorios bajo el poder de su sobrino, el también marino Juan Andrea Doria(15401606).
La única Virgen estandarte oficial en Lepanto
El 7 de octubre de 1571, el almirante Juan Andrea Doria compartió con Don Álvaro de Bazán, bajo el mando de Don Juan de Austria, las glorias de la batalla de Lepanto. El jefe de la familia Doria comandó las 53 galeras genovesas en la que Miguel de Cervantes llamó "la más alta ocasión que vieron los siglos", y por cuya victoria San Pío V instituyó el 7 de octubre la festividad del Santo Rosario.
Lo que quizá desconocía el Papa es que la Santísima Virgen a la que había confiado aquel encuentro decisivo para la supervivencia cristiana de Europa estaba allí bajo una imagen muy reciente. El almirante genovés había entronizado en su buque a Nuestra Señora de Guadalupe, encomendándole la victoria. Sólo hacía cuarenta años de la aparición y formación milagrosa del manto, el 9 de diciembre de 1531 ante Juan Diego y fray Juan de Zumárraga, pero la devoción se extendía veloz a ambas orillas del Atlántico.
Como recoge Gaudium Press, esa imagen era la única de relevancia de la Virgen que protegía oficialmente a los combatientes cristianos, más allá de las devociones individuales de cada uno de ellos. En el buque insignia de Marco Antonio Colonna, al mando de las fuerzas pontificias, iba el estandarte de la Liga Santa, y la nave de Don Juan de Austria había entronizado al célebre Cristo de Lepanto.
Un obsequio cardenalicio
¿Qué pasó con aquella imagen de la Virgen de Guadalupe? Traía su origen del mismo México, cuyo segundo arzobispo, el dominico Alonso de Montúfar, sucesor de Fray Juan de Zumárraga, se la había obsequiado a Felipe II, y éste a Juan Andrea Doria. La familia genovesa la fue traspasando de generación en generación durante siglos hasta que el encargado de custodiarla fue el cardenal Giuseppe Maria Doria Pamphilii (17511816).
En 1797 los Doria habían perdido el señorío sobre el pueblo, y en 1811 el cardenal, secretario de Estado con los Papas Pío VI y Pío VII, donó la imagen al Santo Stefano d´Aveto.
La imagen donada por el cardenal Doria
se encuentra en el retablo del altar mayor,
protegida por una urna de cristal
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La devoción a la Guadalupana ya tenía allí algunos años. Se remonta a 1802, cuando un joven novicio jesuita local, Antonio Domenico Rossi, trajo una primera imagen desde el noviciado de la Compañía de Jesús en Piacenza, donde estaba estudiando. Tanto fue así, y con una imagen tan llena de historia como la que había cedido el cardenal Doria, que en 1815 la Virgen de Guadalupe fue proclamada patrona de la localidad.
La devoción se fue extendiendo, y durante la Segunda Guerra Mundial creció aún más cuando el pueblo se puso bajo su protección. Como salió bien librado de las violencias que sacudieron toda esa zona del norte de Italia, se decidió encargar el monumento del Monte Maggiorasca.
Se remataba así un triángulo que tiene en el golfo de Lepanto y en el cerro del Tepeyac sus otros dos vértices, uniendo simbólicamente los dos continentes protegidos especialmente por Nuestra Señora de Guadalupe.
Cortesía de nuestra página hermana, Blog Convertidos Católicos-Religion en Libertad
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La devoción se fue extendiendo, y durante la Segunda Guerra Mundial creció aún más cuando el pueblo se puso bajo su protección. Como salió bien librado de las violencias que sacudieron toda esa zona del norte de Italia, se decidió encargar el monumento del Monte Maggiorasca.
Se remataba así un triángulo que tiene en el golfo de Lepanto y en el cerro del Tepeyac sus otros dos vértices, uniendo simbólicamente los dos continentes protegidos especialmente por Nuestra Señora de Guadalupe.
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