SI ERES TESTIGO DE JEHOVÁ, NO LO LEAS, ES PELIGROSO PARA TU FE. NO VAYA A SER QUE TE HAGAS CRISTIANO
Por Josh McDowell
LEWIS TRIUMVIRATE (EL TRILEMA DE LEWIS)
JESÚS, ¿LUNÁTICO, MENTIROSO O DIOS?
1. Lunático: Jesús no era Dios, pero creía que lo era.
2. Mentiroso: Jesús no era Dios, y lo sabía.
3. Dios: Jesús es Dios.
Entre los judíos de repente se presenta un hombre que dice que es Dios, que puede perdonar pecados. Dice que siempre ha existido. Que vendrá a juzgar al mundo al final del tiempo.
Entendamos esto con claridad. Entre los Panteístas, al igual que entre los hindúes, cualquiera puede decir que es parte de Dios: no está diciendo nada raro. Pero este hombre, siendo como era, judío, no podía referirse a esa clase de Dios.
En su lenguaje, Dios quiere ser un ser aparte del mundo que Él hizo, un ser infinitamente diferente de cualquier otra cosa. Y cuando se logra captar tal cosa, se verá lo que este hombre decía era sencillamente lo más asombroso que nunca antes hubieran pronunciado labios humanos.
Una parte de esta afirmación tiende a escaparse de nuestra atención porque la hemos oído con tanta frecuencia que ya casi no levemos importancia. Me refiero al perdón de los pecados; de cualquier pecado. A menos que quién esté hablando sea Dios. Esta afirmación es absurda, tan desproporcionada que da risa. Podemos entender que un hombre perdones ofensas que se le hayan hecho. Me das un pisotón y te perdono; me robas el dinero y te perdono. ¿Pero qué diríamos de un hombre a quien nada de esto le haya pasado y que anuncia que perdona el que otro hombre haya sido pisoteado y haya sido robado? Fatuidad asnal es el término menos duro que usaríamos para describir su manera de proceder. Sin embargo, esto fue lo que hizo Jesús. Le dijo a la gente que sus pecados son perdonados, y nunca esperaba que se ocultara a los que indudablemente habían sido perjudicado por tales pecados. Sin vacilar se comportaba como si El fuera la parte más afectada, la persona ofendida en todas las ofensas. Esto tiene sentido si El realmente era Dios cuyas leyes son quebrantadas y cuyo amor es herido por cada pecado. En labios de cualquiera que no sea Dios estas palabras solo podríamos considerarlas como una necedad y una fantasía sin paralelo en la historia de la humanidad.
Sin embargo (y esto es lo extraño y significativo) aun sus enemigos, cuando leen los evangelios, por lo general no sacan la impresión de que Jesús fuera un necio y un fatuo. Mucho menos los lectores libres de prejuicios. Cristo dice que Él es “manso y humilde”, y nosotros le creemos, y no notamos que, si El fuera un simple hombre, la mansedumbre y la humildad son las características que menos le atribuiríamos a algunos de sus dichos.
Estamos tratando aquí de evitar que alguien diga la mayor de las tonterías que a menudo se han dicho en cuanto a El: “Estoy dispuesto a aceptar a Jesús como un gran maestro de moral, pero no acepto su afirmación de que era Dios”. Esto es algo que no deberíamos decir. El hombre que sin ser más que hombre haya dicho la clase de cosas que Jesús dijo, no es un gran moralista. Bien es un lunático que está al mismo nivel del que dice que es un huevo frito o un demonio del infierno. Puedes hacer tu elección. O bien este hombre era, y es el Hijo de Dios; o era un loco o algo peor. Escarnécele como a un insensato, escúpelo y mátalo como a un demonio; o cae a sus pies y proclámalo como Señor y Dios. Pero no asumamos la tonta actitud condescendiente de decir que fue un gran maestro de la humanidad. El no nos proporciona campo para tal suposición. No fue eso lo que El intentó.
Nos enfrentamos, entonces, a una alternativa aterradora. A mí me parece obvio que no fue ni un lunático ni un chiflado; en consecuencia, por extraño o terrible que el asunto nos parezca, hemos de aceptar que El era y es Dios. . .” (C. S. Lewis en "Cristianismo y nada más")
Lo que quiere decir C.S. Lewis es que las cosas que Jesús dijo acerca de si mismo son tan extraordinarias que: bien pueden ser atribuidas a la mente de un megalómano, o a la mente del mayor engañador que la historia ha conocido, o que definitivamente era Dios. Es un trilema, y usted y yo tenemos que escoger.
¿Era Él un loco?
Si usted escoge que El era un loco, se ve en la obligación de tener que demostrarlo. Al contrario, cuando uno estudia la vida de Jesús, llega a la conclusión de que casi cualesquiera otra cosa se puede decir acerca de Él, menos que era un lunático. Probablemente no ha habido un hombre, en la historia de la humanidad, con una sabiduría moral más elevada y profunda que la que tuvo Jesús. Nadie comprendió tan bien la conducta y la vida humana como Jesús. Obviamente no tiene el perfil de un psicótico. Si, a pesar de que toda la conducta de Jesús era coherente, se insiste en creer que estaba loco, entonces habría que redefinir tal cosa, que escapa a todos los estándares de lo que conocemos como verdadera locura, porque tenemos que recordar que el hecho de que alguno piense de si mismo que es Dios, especialmente en una cultura monoteísta tan radical, y luego afirmar a otros que el destino eterno de todos depende Él, no es un leve divagar de la imaginación, sino el pensamiento de un demente en el sentido más amplio de esta palabra. Es muy probable que alguien que tuviera esas alucinaciones y que se engañe a sí mismo de esa manera, debiera ser internado para cuidar que no se haga daño, ni se lo hiciera a otros. No obstante, en Jesús no se observan las anormalidades y el desequilibrio propios de la demencia. Por el contrario, su equilibrio y compostura ciertamente hubieran sido insólitos si Él hubiera estado loco. Jesús es el Hombre que habló las verdades más profundas de que se tenga registro.
El psiquiatra J. T. Fisher dice: “Si tomaras la suma total de todos los artículos autorizados que hayan escrito los más calificados psicólogos y psiquiatras sobre el tema de la salud mental, si los combinaras y refinaras, y les sacaras el exceso de verbalismo, si les sacaras toda la sustancia y desecharas los adornos, y si estas partes de puro conocimiento científico no adulterado fueran expresadas concisamente por el más capaz de todos los poetas vivientes, tendrías una desproporcionada e incompleta versión del Sermón del Monte. Al comparar esa versión con las palabras de Jesús, la primera saldría grandemente perjudicada. Durante casi dos mil años, el mundo cristiano ha tenido en sus manos la completa solución para sus desequilibrados e infructíferos anhelos; el plano para el desarrollo de una vida humana exitosa, llena de optimismo, salud mental y contentamiento”.
Philip Schaff añade: “¿Está inclinado un intelecto de esta naturaleza: claro como el cielo, fortificante como el aire de la montaña, agudo y penetrante como una espada, completamente sano y vigoroso, siempre dispuesto y siempre dueño de si mismo, a un radical y absolutamente serio engaño con respecto a su propio carácter y a su misión? ¡Absurda imaginación!”.
¿Era Él un mentiroso?
Si cuando Jesús hizo sus afirmaciones, sabía que Él no era Dios, entonces mentía y engañaba deliberadamente a sus seguidores. Sin embargo, si Él fue mentiroso, entonces tuvo que ser también un gran hipócrita, puesto que enseño a otros a ser honestos a toda costa, aunque Él mismo declaró y vivió una mentira sin parangón. Es más, como diría C. S. Lewis, Él fue un demonio del infierno, pues les dijo a otros que confiaran en Él con respecto a su destino eterno. Si Jesús no podía respaldar sus afirmaciones y lo sabía, entonces fue inexplicablemente malvado y a la vez tonto, pues por afirmar que era Dios, fue crucificado.
Esta idea acerca de Jesús no coincide con lo que sabemos de Él, o de los resultados de su vida y sus enseñanzas.
"En nombre de la lógica, del sentido común y de la experiencia, ¿Cómo hubiera podido un impostor, que es un hombre engañoso, egoísta y depravado, haber inventado y mantenido consistentemente, desde el principio hasta el fin, el carácter más puro y noble que se ha conocido en la historia con el más perfecto aire de verdad y realidad? ¿Cómo hubiera podido Él concebir y desarrollar exitosamente un plan de beneficencia sin paralelo, de magnitud moral y de sublimidad, y sacrificar su propia vida por él, en presencia de los más vigorosos prejuicios de su pueblo y de su época?" Philip Schaff (La persona de Cristo).
Si Jesús quiso que el pueblo lo siguiera y creyera en Él como Dios, ¿Por qué se presento a la nación judía? ¿Por qué tenía que ir como un carpintero nazareno a un país tan pequeño en tamaño y población, y a la vez tan adherido a la unidad indivisible de Dios? ¿Por qué no fue a Egipto o, aun mejor, a la Grecia politeísta, con sus variados dioses y sus múltiples manifestaciones?
Alguien que viva como Jesús vivió, que enseñe como Jesús enseñó, y que muera como Jesús murió no puede ser un mentiroso.
Nos queda solo la última alternativa: Jesús es Dios.
La pregunta que hacemos no es cual de estas alternativas es posible, ya que es obvio que todas son posibles. La verdadera pregunta es: "¿Cual es la más probable?".
Es importante decir que su decisión respecto a lo que cree que Cristo es, no tiene que ser el mero fruto de un razonamiento intelectual sin fundamento. No es posible colocarlo en la galería como un gran maestro de moral. Esa no es una opción valida. Él es un engañador, o un demente, o bien, El Señor y Dios. Usted ha de decidir. El apóstol Juan dijo: "Jesús hizo muchas otras señales... Pero éstas (señales) se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida." (Jn 20.30-31).
Las evidencias apuntan claramente a que Jesús es el Señor. Sin embargo, estas evidencias son rechazadas por causa de las implicaciones morales que conllevan. No quieren enfrentarse a la responsabilidad de llamarlo Señor.
Apuntes de una sesión del Taller de Apologética
y extractos de "Evidencia que exige un veredicto".
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Por Josh McDowell
LEWIS TRIUMVIRATE (EL TRILEMA DE LEWIS)
JESÚS, ¿LUNÁTICO, MENTIROSO O DIOS?
1. Lunático: Jesús no era Dios, pero creía que lo era.
2. Mentiroso: Jesús no era Dios, y lo sabía.
3. Dios: Jesús es Dios.
Entre los judíos de repente se presenta un hombre que dice que es Dios, que puede perdonar pecados. Dice que siempre ha existido. Que vendrá a juzgar al mundo al final del tiempo.
Entendamos esto con claridad. Entre los Panteístas, al igual que entre los hindúes, cualquiera puede decir que es parte de Dios: no está diciendo nada raro. Pero este hombre, siendo como era, judío, no podía referirse a esa clase de Dios.
En su lenguaje, Dios quiere ser un ser aparte del mundo que Él hizo, un ser infinitamente diferente de cualquier otra cosa. Y cuando se logra captar tal cosa, se verá lo que este hombre decía era sencillamente lo más asombroso que nunca antes hubieran pronunciado labios humanos.
Una parte de esta afirmación tiende a escaparse de nuestra atención porque la hemos oído con tanta frecuencia que ya casi no levemos importancia. Me refiero al perdón de los pecados; de cualquier pecado. A menos que quién esté hablando sea Dios. Esta afirmación es absurda, tan desproporcionada que da risa. Podemos entender que un hombre perdones ofensas que se le hayan hecho. Me das un pisotón y te perdono; me robas el dinero y te perdono. ¿Pero qué diríamos de un hombre a quien nada de esto le haya pasado y que anuncia que perdona el que otro hombre haya sido pisoteado y haya sido robado? Fatuidad asnal es el término menos duro que usaríamos para describir su manera de proceder. Sin embargo, esto fue lo que hizo Jesús. Le dijo a la gente que sus pecados son perdonados, y nunca esperaba que se ocultara a los que indudablemente habían sido perjudicado por tales pecados. Sin vacilar se comportaba como si El fuera la parte más afectada, la persona ofendida en todas las ofensas. Esto tiene sentido si El realmente era Dios cuyas leyes son quebrantadas y cuyo amor es herido por cada pecado. En labios de cualquiera que no sea Dios estas palabras solo podríamos considerarlas como una necedad y una fantasía sin paralelo en la historia de la humanidad.
Sin embargo (y esto es lo extraño y significativo) aun sus enemigos, cuando leen los evangelios, por lo general no sacan la impresión de que Jesús fuera un necio y un fatuo. Mucho menos los lectores libres de prejuicios. Cristo dice que Él es “manso y humilde”, y nosotros le creemos, y no notamos que, si El fuera un simple hombre, la mansedumbre y la humildad son las características que menos le atribuiríamos a algunos de sus dichos.
Estamos tratando aquí de evitar que alguien diga la mayor de las tonterías que a menudo se han dicho en cuanto a El: “Estoy dispuesto a aceptar a Jesús como un gran maestro de moral, pero no acepto su afirmación de que era Dios”. Esto es algo que no deberíamos decir. El hombre que sin ser más que hombre haya dicho la clase de cosas que Jesús dijo, no es un gran moralista. Bien es un lunático que está al mismo nivel del que dice que es un huevo frito o un demonio del infierno. Puedes hacer tu elección. O bien este hombre era, y es el Hijo de Dios; o era un loco o algo peor. Escarnécele como a un insensato, escúpelo y mátalo como a un demonio; o cae a sus pies y proclámalo como Señor y Dios. Pero no asumamos la tonta actitud condescendiente de decir que fue un gran maestro de la humanidad. El no nos proporciona campo para tal suposición. No fue eso lo que El intentó.
Nos enfrentamos, entonces, a una alternativa aterradora. A mí me parece obvio que no fue ni un lunático ni un chiflado; en consecuencia, por extraño o terrible que el asunto nos parezca, hemos de aceptar que El era y es Dios. . .” (C. S. Lewis en "Cristianismo y nada más")
Lo que quiere decir C.S. Lewis es que las cosas que Jesús dijo acerca de si mismo son tan extraordinarias que: bien pueden ser atribuidas a la mente de un megalómano, o a la mente del mayor engañador que la historia ha conocido, o que definitivamente era Dios. Es un trilema, y usted y yo tenemos que escoger.
¿Era Él un loco?
Si usted escoge que El era un loco, se ve en la obligación de tener que demostrarlo. Al contrario, cuando uno estudia la vida de Jesús, llega a la conclusión de que casi cualesquiera otra cosa se puede decir acerca de Él, menos que era un lunático. Probablemente no ha habido un hombre, en la historia de la humanidad, con una sabiduría moral más elevada y profunda que la que tuvo Jesús. Nadie comprendió tan bien la conducta y la vida humana como Jesús. Obviamente no tiene el perfil de un psicótico. Si, a pesar de que toda la conducta de Jesús era coherente, se insiste en creer que estaba loco, entonces habría que redefinir tal cosa, que escapa a todos los estándares de lo que conocemos como verdadera locura, porque tenemos que recordar que el hecho de que alguno piense de si mismo que es Dios, especialmente en una cultura monoteísta tan radical, y luego afirmar a otros que el destino eterno de todos depende Él, no es un leve divagar de la imaginación, sino el pensamiento de un demente en el sentido más amplio de esta palabra. Es muy probable que alguien que tuviera esas alucinaciones y que se engañe a sí mismo de esa manera, debiera ser internado para cuidar que no se haga daño, ni se lo hiciera a otros. No obstante, en Jesús no se observan las anormalidades y el desequilibrio propios de la demencia. Por el contrario, su equilibrio y compostura ciertamente hubieran sido insólitos si Él hubiera estado loco. Jesús es el Hombre que habló las verdades más profundas de que se tenga registro.
El psiquiatra J. T. Fisher dice: “Si tomaras la suma total de todos los artículos autorizados que hayan escrito los más calificados psicólogos y psiquiatras sobre el tema de la salud mental, si los combinaras y refinaras, y les sacaras el exceso de verbalismo, si les sacaras toda la sustancia y desecharas los adornos, y si estas partes de puro conocimiento científico no adulterado fueran expresadas concisamente por el más capaz de todos los poetas vivientes, tendrías una desproporcionada e incompleta versión del Sermón del Monte. Al comparar esa versión con las palabras de Jesús, la primera saldría grandemente perjudicada. Durante casi dos mil años, el mundo cristiano ha tenido en sus manos la completa solución para sus desequilibrados e infructíferos anhelos; el plano para el desarrollo de una vida humana exitosa, llena de optimismo, salud mental y contentamiento”.
Philip Schaff añade: “¿Está inclinado un intelecto de esta naturaleza: claro como el cielo, fortificante como el aire de la montaña, agudo y penetrante como una espada, completamente sano y vigoroso, siempre dispuesto y siempre dueño de si mismo, a un radical y absolutamente serio engaño con respecto a su propio carácter y a su misión? ¡Absurda imaginación!”.
¿Era Él un mentiroso?
Si cuando Jesús hizo sus afirmaciones, sabía que Él no era Dios, entonces mentía y engañaba deliberadamente a sus seguidores. Sin embargo, si Él fue mentiroso, entonces tuvo que ser también un gran hipócrita, puesto que enseño a otros a ser honestos a toda costa, aunque Él mismo declaró y vivió una mentira sin parangón. Es más, como diría C. S. Lewis, Él fue un demonio del infierno, pues les dijo a otros que confiaran en Él con respecto a su destino eterno. Si Jesús no podía respaldar sus afirmaciones y lo sabía, entonces fue inexplicablemente malvado y a la vez tonto, pues por afirmar que era Dios, fue crucificado.
Esta idea acerca de Jesús no coincide con lo que sabemos de Él, o de los resultados de su vida y sus enseñanzas.
"En nombre de la lógica, del sentido común y de la experiencia, ¿Cómo hubiera podido un impostor, que es un hombre engañoso, egoísta y depravado, haber inventado y mantenido consistentemente, desde el principio hasta el fin, el carácter más puro y noble que se ha conocido en la historia con el más perfecto aire de verdad y realidad? ¿Cómo hubiera podido Él concebir y desarrollar exitosamente un plan de beneficencia sin paralelo, de magnitud moral y de sublimidad, y sacrificar su propia vida por él, en presencia de los más vigorosos prejuicios de su pueblo y de su época?" Philip Schaff (La persona de Cristo).
Si Jesús quiso que el pueblo lo siguiera y creyera en Él como Dios, ¿Por qué se presento a la nación judía? ¿Por qué tenía que ir como un carpintero nazareno a un país tan pequeño en tamaño y población, y a la vez tan adherido a la unidad indivisible de Dios? ¿Por qué no fue a Egipto o, aun mejor, a la Grecia politeísta, con sus variados dioses y sus múltiples manifestaciones?
Alguien que viva como Jesús vivió, que enseñe como Jesús enseñó, y que muera como Jesús murió no puede ser un mentiroso.
Nos queda solo la última alternativa: Jesús es Dios.
La pregunta que hacemos no es cual de estas alternativas es posible, ya que es obvio que todas son posibles. La verdadera pregunta es: "¿Cual es la más probable?".
Es importante decir que su decisión respecto a lo que cree que Cristo es, no tiene que ser el mero fruto de un razonamiento intelectual sin fundamento. No es posible colocarlo en la galería como un gran maestro de moral. Esa no es una opción valida. Él es un engañador, o un demente, o bien, El Señor y Dios. Usted ha de decidir. El apóstol Juan dijo: "Jesús hizo muchas otras señales... Pero éstas (señales) se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida." (Jn 20.30-31).
Las evidencias apuntan claramente a que Jesús es el Señor. Sin embargo, estas evidencias son rechazadas por causa de las implicaciones morales que conllevan. No quieren enfrentarse a la responsabilidad de llamarlo Señor.
Apuntes de una sesión del Taller de Apologética
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