EL MILAGRO DE EMPEL Y LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA
Así llegó la Inmaculada Concepción a erigirse en patrona de España.
EL Milagro de Empel fue un suceso acaecido entre el 7 y el 9 de diciembre de 1585 cerca del pueblo de Empel, provincias unidas (Holanda) en plena época de dominación española.
Un destacamento español denominado "Tercio Viejo de Zamora", dotado de 5.000 soldados, se salvó de una aniquilación más que segura.
Los soldados del Tercio de Zamora o de Bobadilla son enviados el lunes 2 de diciembre a tomar el llamado Bommelerwaard (al norte de 's-Hertogenbosch), un terreno de 25 kilómetros de este a oeste y 9 kilómetros de norte a sur delimitado por el río Mosa, Waal y canales afluentes.
Pese a lo rico de la tierra, el invierno golpeaba fuerte y los campesinos habían guardado su ganado. Para empeorar la situación de hambruna y desabastecimiento del tercio, una poderosa flota rebelde holandesa de cien barcos ("grandes y pequeños") al mando del conde de Holak (Felipe de Hohenlohe-Neuenstein) aparece en el horizonte, y bloquea a los españoles por las vías fluviales.
El Tercio Viejo de Zamora, bajo el mando de Francisco Arias de Bobadilla en clara inferioridad había quedado aislado entre los ríos Mossa y Waal, en la Isla de Baamel por las tropas del Almirante Holak.
Amberes había sido rendida en agosto, y los soldados españoles que no habían sido licenciados por don Alejandro de Farnesio aquel verano, eran enviados en auxilio de algunas plazas católicas amenazadas por los herejes.
Tal era el caso de Empel. Cinco mil infantes españoles protegían la ciudad en aquellos días. Pero las tropas de Holak les superaban ampliamente en número y los españoles sufrían el acoso de su artillería.
El asedio comenzaba a hacer mella entre nuestras filas. Los soldados del Tercio Viejo apenas tenían víveres ni ropa seca con la que combatir el frío, estaba claro que en aquella isla, las fuerzas españolas no aguantarían mucho.
Holak, que ya saboreaba la victoria, ofreció la rendición a nuestros soldados, pero Francisco Arias de Bobadilla, soldado veterano, respondió de la forma en que solían expresarse nuestros héroes: "Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación cuando hayamos muerto”. Entonces Holak mandó romper el dique del río Mossa.
El agua entonces, inundó el campamento español, y los soldados tuvieron que refugiarse en una pequeña colina llamada colina de Empel. Habiendo casi perdido la esperanza y sin ninguna posibilidad de ser auxiliados, el Tercio Viejo se preparaba para lo peor, combatir hasta el último aliento.
Comenzaron a cavar trincheras, más bien a modo de tumbas, según decían algunos. Y en esto estaba uno de nuestros soldados cuando topó con un pequeño objeto de madera. Lo desenterró, era una imagen flamenca de la Inmaculada Concepción.
El entusiasmo recorrió rápidamente todo el campamento. Los soldados del tercio eran católicos, y tomaron el hallazgo como una señal divina. La imagen se dispuso en un altar improvisado junto a una Bandera y entonaron la Salve, encomendándose a ella para que les ayudase en la batalla.
Francisco Arias de Bobadilla arengó a sus compañeros ”¡Soldados! El hambre y el frío nos llevan a la derrota, pero la Virgen Inmaculada viene a salvarnos, ¿queréis que se quemen las banderas, que se inutilice la artillería y que abordemos esta noche las galeras enemigas?” “¡Si, queremos!” Contestaron todos y cada uno de los soldados, que estaban hambrientos, harapientos y ateridos de frío.
En la madrugada del 7 al 8 de diciembre empezó a soplar un viento del nordeste terriblemente gélido y comenzó a helar, algo que no pasaba desde hacía mucho tiempo. Las aguas del río Mossa terminaron por helarse rápidamente. Esto hizo que los Infantes españoles vieran la posibilidad de atacar la flota enemiga.
Aprovechando que el enemigo dormía en sus barcos, marcharon los Tercios sobre el hielo en silencio bajo la protección de la noche y de La Virgen Inmaculada, sorprendiendo al hereje y consiguiendo así una heroica victoria que haría exclamar al almirante Holak: “Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro” "cinco mil españoles que eran a la vez cinco mil infantes, y cinco mil caballos ligeros y cinco mil gastadores y cinco mil diablos"
Siglos después de aquella gesta, los historiadores y los meteorólogos continúan preguntándose cómo fue posible que en una sola noche se congelasen las aguas de río Mossa.
Desde entonces, cada 8 de diciembre se recuerda a aquellos héroes y nosotros, continuamos encomendándonos a la Inmaculada Concepción, patrona de los Tercios de Flandes y de la Infantería Española.
El Requeté les insta a perseverar en la Fe de nuestros mayores, sin la cual tales héroes y milagros son impensables, y les desea un feliz día de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora.
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EL Milagro de Empel fue un suceso acaecido entre el 7 y el 9 de diciembre de 1585 cerca del pueblo de Empel, provincias unidas (Holanda) en plena época de dominación española.
Un destacamento español denominado "Tercio Viejo de Zamora", dotado de 5.000 soldados, se salvó de una aniquilación más que segura.
Los soldados del Tercio de Zamora o de Bobadilla son enviados el lunes 2 de diciembre a tomar el llamado Bommelerwaard (al norte de 's-Hertogenbosch), un terreno de 25 kilómetros de este a oeste y 9 kilómetros de norte a sur delimitado por el río Mosa, Waal y canales afluentes.
Pese a lo rico de la tierra, el invierno golpeaba fuerte y los campesinos habían guardado su ganado. Para empeorar la situación de hambruna y desabastecimiento del tercio, una poderosa flota rebelde holandesa de cien barcos ("grandes y pequeños") al mando del conde de Holak (Felipe de Hohenlohe-Neuenstein) aparece en el horizonte, y bloquea a los españoles por las vías fluviales.
El Tercio Viejo de Zamora, bajo el mando de Francisco Arias de Bobadilla en clara inferioridad había quedado aislado entre los ríos Mossa y Waal, en la Isla de Baamel por las tropas del Almirante Holak.
Amberes había sido rendida en agosto, y los soldados españoles que no habían sido licenciados por don Alejandro de Farnesio aquel verano, eran enviados en auxilio de algunas plazas católicas amenazadas por los herejes.
Tal era el caso de Empel. Cinco mil infantes españoles protegían la ciudad en aquellos días. Pero las tropas de Holak les superaban ampliamente en número y los españoles sufrían el acoso de su artillería.
El asedio comenzaba a hacer mella entre nuestras filas. Los soldados del Tercio Viejo apenas tenían víveres ni ropa seca con la que combatir el frío, estaba claro que en aquella isla, las fuerzas españolas no aguantarían mucho.
Holak, que ya saboreaba la victoria, ofreció la rendición a nuestros soldados, pero Francisco Arias de Bobadilla, soldado veterano, respondió de la forma en que solían expresarse nuestros héroes: "Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación cuando hayamos muerto”. Entonces Holak mandó romper el dique del río Mossa.
El agua entonces, inundó el campamento español, y los soldados tuvieron que refugiarse en una pequeña colina llamada colina de Empel. Habiendo casi perdido la esperanza y sin ninguna posibilidad de ser auxiliados, el Tercio Viejo se preparaba para lo peor, combatir hasta el último aliento.
Comenzaron a cavar trincheras, más bien a modo de tumbas, según decían algunos. Y en esto estaba uno de nuestros soldados cuando topó con un pequeño objeto de madera. Lo desenterró, era una imagen flamenca de la Inmaculada Concepción.
El entusiasmo recorrió rápidamente todo el campamento. Los soldados del tercio eran católicos, y tomaron el hallazgo como una señal divina. La imagen se dispuso en un altar improvisado junto a una Bandera y entonaron la Salve, encomendándose a ella para que les ayudase en la batalla.
Francisco Arias de Bobadilla arengó a sus compañeros ”¡Soldados! El hambre y el frío nos llevan a la derrota, pero la Virgen Inmaculada viene a salvarnos, ¿queréis que se quemen las banderas, que se inutilice la artillería y que abordemos esta noche las galeras enemigas?” “¡Si, queremos!” Contestaron todos y cada uno de los soldados, que estaban hambrientos, harapientos y ateridos de frío.
En la madrugada del 7 al 8 de diciembre empezó a soplar un viento del nordeste terriblemente gélido y comenzó a helar, algo que no pasaba desde hacía mucho tiempo. Las aguas del río Mossa terminaron por helarse rápidamente. Esto hizo que los Infantes españoles vieran la posibilidad de atacar la flota enemiga.
Aprovechando que el enemigo dormía en sus barcos, marcharon los Tercios sobre el hielo en silencio bajo la protección de la noche y de La Virgen Inmaculada, sorprendiendo al hereje y consiguiendo así una heroica victoria que haría exclamar al almirante Holak: “Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro” "cinco mil españoles que eran a la vez cinco mil infantes, y cinco mil caballos ligeros y cinco mil gastadores y cinco mil diablos"
Siglos después de aquella gesta, los historiadores y los meteorólogos continúan preguntándose cómo fue posible que en una sola noche se congelasen las aguas de río Mossa.
Desde entonces, cada 8 de diciembre se recuerda a aquellos héroes y nosotros, continuamos encomendándonos a la Inmaculada Concepción, patrona de los Tercios de Flandes y de la Infantería Española.
El Requeté les insta a perseverar en la Fe de nuestros mayores, sin la cual tales héroes y milagros son impensables, y les desea un feliz día de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora.
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En Bahía de Banderas hay un antecedente de la intervención de la Inmaculada Concepción similar donde logró la rendición de 20 mil naturales indígenas, que estuvieron a punto de enfrentarse a poco más de 100 hombres encabezados por Francisco Cortés de Buenaventura, sobrino de Cortés el conquistador... un cronista lo relata así: "Cuando los españoles arribaron a la costa de la entonces Xiutla (hoy Puerto Vallarta), 20 mil indios se acercaron a detener a los intrusos. Cada uno llevaba dos banderitas de plumas, una en la mano y otra sobre el carcaj. El dirigente español, Francisco Cortés de San Buenaventura (sobrino de Hernán Cortés) ordenó el ataque temblando de miedo ante la furia de los indios ¡Eran 20 mil!
ResponderBorrarY para dar valor a los soldados, el fraile de la tripulación bajó del barco, tomó un estandarte de la Purísima Concepción y la Santa Cruz, y se arrodilló ante los indios. Cuando el estandarte fue alzado, se iluminó con destellos dorados.
Los indios asombrados, se acercaron al fraile y dejaron las banderas de plumas en sus pies, en señal de respeto. 40 mil banderas en la costa.
El acto valió para dos cosas: se consumó la dominación del valle, y de paso, el nombre de la Bahía de Banderas.Cuando los españoles arribaron a la costa de la entonces Xiutla (hoy Puerto Vallarta), 20 mil indios se acercaron a detener a los intrusos. Cada uno llevaba dos banderitas de plumas, una en la mano y otra sobre el carcaj. El dirigente español, Francisco Cortés de San Buenaventura (sobrino de Hernán Cortés) ordenó el ataque temblando de miedo ante la furia de los indios ¡Eran 20 mil!
Y para dar valor a los soldados, el fraile de la tripulación bajó del barco, tomó un estandarte de la Purísima Concepción y la Santa Cruz, y se arrodilló ante los indios. Cuando el estandarte fue alzado, se iluminó con destellos dorados.
Los indios asombrados, se acercaron al fraile y dejaron las banderas de plumas en sus pies, en señal de respeto. 40 mil banderas en la costa.
El acto valió para dos cosas: se consumó la dominación del valle, y de paso, el nombre de la Bahía de Banderas.