¿QUÉ HACÍAN LOS PRIMEROS CRISTIANOS?
5 cosas que quizás no sabías y que eran fundamentales para los primeros cristianos
Por: Kenneth Pierce
Existe un juego que quizás practicaste de niño y que consiste en pasar un mensaje de uno a otro, y sorprenderse porque al final el mensaje ha cambiado notablemente. Algunos lo conocen como el «teléfono roto». Recuerdo cómo se iban construyendo historias, recortando y añadiendo partes, hasta producir al final un relato completamente distinto, para risa de todos.
La Iglesia tiene dos mil años de existencia y más de uno puede pensar que en su larga historia ha sucedido lo mismo que en ese juego: el mensaje de Jesús, transmitido a través de los siglos, se ha ido deformando con el pasar del tiempo. Dios, en su infinita sabiduría, ya lo había previsto. Para que esto no sucediese nos dejó la Iglesia que, auxiliada por el Espíritu Santo, ha conservado la Buena Nueva traída por Cristo.
Aun contando con la acción del Espíritu Santo, es provechoso darnos una vuelta por los inicios de la historia de la Iglesia y ver cómo vivían su fe los primeros cristianos, cómo acogieron de primera mano ese mensaje anunciado por el Hijo de Dios y que luego transmitieron. San Lucas nos lo cuenta en los Hechos de los Apóstoles. Existe en ese libro, un pequeño versículo que nos puede iluminar mucho hoy: Los primeros discípulos «se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones» (Hech 2,42).
1. Los primeros cristianos se formaban en su fe
Escuchaban la enseñanza de los apóstoles y se preocupaban por aprender acerca de la fe. ¡Cuántos católicos en nuestro tiempo conocen muy poco o nada acerca de su fe! De hecho, la gran mayoría de críticas que los mismos católicos hacemos provienen en buena medida de la ignorancia acerca de lo que creemos y por qué lo creemos. No se puede amar lo que no se conoce, y por eso es tan importante formarnos en la fe, como lo hacían los primeros discípulos.
2. Participar de una comunidad
Dios pensó al hombre para vivir en comunión y en amistad con Él y con los demás seres humanos. Para los primeros discípulos la experiencia de comunión y amistad era fundamental. De hecho en muchos momentos Lucas nos resalta la unidad de mente y corazón que vivían los primeros discípulos (Hech 1,14; 2,1). La experiencia de fraternidad, de unidad en la diversidad como obra del Espíritu, fue uno de los mayores testimonios que daban a las personas de su tiempo. Además: comunidades siempre abiertas, nunca formando grupitos de privilegiados o exclusivos. ¡Todo lo contrario!
3. Recibir a Cristo en la Eucaristía
Cristo había instituido la Eucaristía, y les había pedido a los apóstoles repetirla en memoria suya. Así lo entendieron los apóstoles y la «fracción del pan» fue para ellos signo fundamental de la presencia de Jesús entre ellos. Pretender seguir a Cristo y olvidar la Eucaristía es dejar de lado un pedido clarísimo que Jesús hizo a sus primeros apóstoles y que la Iglesia primitiva conservó y cuidó con todo el corazón.
4. Rezar juntos
No solo rezar por los demás, sino también junto a nuestros amigos en la fe. Obvio Jesús enseñó que la oración era un diálogo personal con el Padre, pero al mismo tiempo enseñó a sus discípulos a rezar juntos el «Padre nuestro». Los primeros discípulos entendieron la importancia de rezar juntos, como Iglesia, expresión de la comunión profunda en el Espíritu que debemos tener todos los bautizados. Ir a Misa, por ejemplo, no es solo ir a rezar solito, sino participar de una asamblea que en comunión da gloria al Padre. En el Cielo no estaremos solos, sino en comunión. ¿Por qué no experimentarlo desde ya?
5. Vivir con alegría y sencillez de corazón
Al final de este pasaje Lucas nos cuenta que los primeros discípulos, con su testimonio de alegría y sencillez, gozaban de la simpatía de todo el pueblo. «Por lo demás — nos cuenta —, el Señor agregaba al grupo a los que cada día se iban salvando» (Hech 2,47). A veces nos podemos esforzar demasiado en planificar, pensar, ordenar estrategias apostólicas, pensando que todo depende de qué tan bien hagamos las cosas. ¡Qué fácil es caer en la tentación de pensar que podemos controlar todo, incluso los frutos del apostolado!
Vivir con alegría y sencillez de corazón, testimoniando así nuestra fe en Jesús, es muchas veces el mejor apostolado. Es la mejor manera de dejar a Dios actuar a través nuestro para tocar el corazón de quienes lo buscan. ¿Contagias a los demás de la felicidad que Cristo pone en tu corazón?
Este artículo fue publicado originalmente por nuestros aliados y amigos:
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Existe un juego que quizás practicaste de niño y que consiste en pasar un mensaje de uno a otro, y sorprenderse porque al final el mensaje ha cambiado notablemente. Algunos lo conocen como el «teléfono roto». Recuerdo cómo se iban construyendo historias, recortando y añadiendo partes, hasta producir al final un relato completamente distinto, para risa de todos.
La Iglesia tiene dos mil años de existencia y más de uno puede pensar que en su larga historia ha sucedido lo mismo que en ese juego: el mensaje de Jesús, transmitido a través de los siglos, se ha ido deformando con el pasar del tiempo. Dios, en su infinita sabiduría, ya lo había previsto. Para que esto no sucediese nos dejó la Iglesia que, auxiliada por el Espíritu Santo, ha conservado la Buena Nueva traída por Cristo.
Aun contando con la acción del Espíritu Santo, es provechoso darnos una vuelta por los inicios de la historia de la Iglesia y ver cómo vivían su fe los primeros cristianos, cómo acogieron de primera mano ese mensaje anunciado por el Hijo de Dios y que luego transmitieron. San Lucas nos lo cuenta en los Hechos de los Apóstoles. Existe en ese libro, un pequeño versículo que nos puede iluminar mucho hoy: Los primeros discípulos «se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones» (Hech 2,42).
1. Los primeros cristianos se formaban en su fe
Escuchaban la enseñanza de los apóstoles y se preocupaban por aprender acerca de la fe. ¡Cuántos católicos en nuestro tiempo conocen muy poco o nada acerca de su fe! De hecho, la gran mayoría de críticas que los mismos católicos hacemos provienen en buena medida de la ignorancia acerca de lo que creemos y por qué lo creemos. No se puede amar lo que no se conoce, y por eso es tan importante formarnos en la fe, como lo hacían los primeros discípulos.
2. Participar de una comunidad
Dios pensó al hombre para vivir en comunión y en amistad con Él y con los demás seres humanos. Para los primeros discípulos la experiencia de comunión y amistad era fundamental. De hecho en muchos momentos Lucas nos resalta la unidad de mente y corazón que vivían los primeros discípulos (Hech 1,14; 2,1). La experiencia de fraternidad, de unidad en la diversidad como obra del Espíritu, fue uno de los mayores testimonios que daban a las personas de su tiempo. Además: comunidades siempre abiertas, nunca formando grupitos de privilegiados o exclusivos. ¡Todo lo contrario!
3. Recibir a Cristo en la Eucaristía
Cristo había instituido la Eucaristía, y les había pedido a los apóstoles repetirla en memoria suya. Así lo entendieron los apóstoles y la «fracción del pan» fue para ellos signo fundamental de la presencia de Jesús entre ellos. Pretender seguir a Cristo y olvidar la Eucaristía es dejar de lado un pedido clarísimo que Jesús hizo a sus primeros apóstoles y que la Iglesia primitiva conservó y cuidó con todo el corazón.
4. Rezar juntos
No solo rezar por los demás, sino también junto a nuestros amigos en la fe. Obvio Jesús enseñó que la oración era un diálogo personal con el Padre, pero al mismo tiempo enseñó a sus discípulos a rezar juntos el «Padre nuestro». Los primeros discípulos entendieron la importancia de rezar juntos, como Iglesia, expresión de la comunión profunda en el Espíritu que debemos tener todos los bautizados. Ir a Misa, por ejemplo, no es solo ir a rezar solito, sino participar de una asamblea que en comunión da gloria al Padre. En el Cielo no estaremos solos, sino en comunión. ¿Por qué no experimentarlo desde ya?
5. Vivir con alegría y sencillez de corazón
Al final de este pasaje Lucas nos cuenta que los primeros discípulos, con su testimonio de alegría y sencillez, gozaban de la simpatía de todo el pueblo. «Por lo demás — nos cuenta —, el Señor agregaba al grupo a los que cada día se iban salvando» (Hech 2,47). A veces nos podemos esforzar demasiado en planificar, pensar, ordenar estrategias apostólicas, pensando que todo depende de qué tan bien hagamos las cosas. ¡Qué fácil es caer en la tentación de pensar que podemos controlar todo, incluso los frutos del apostolado!
Vivir con alegría y sencillez de corazón, testimoniando así nuestra fe en Jesús, es muchas veces el mejor apostolado. Es la mejor manera de dejar a Dios actuar a través nuestro para tocar el corazón de quienes lo buscan. ¿Contagias a los demás de la felicidad que Cristo pone en tu corazón?
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