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¿Cómo llegó la sábana santa desde la Palestina de Jesús a manos de la Santa Sede?



Por: Santiago Pérez Santana 

El primer dato referido a la Sábana, aparte de la cita de los cuatro Evangelios, lo encontramos en varias fuentes apócrifas cristianas, como el "Evangelio según los Hebreos", el "Evangelio de los Doce Apóstoles" y las "Actas de Pilato". En estos textos, más que la precisión histórica, nos interesa el hecho de que ya en la primera comunidad cristiana se diese una especial veneración a los lienzos sepulcrales de Jesús.

Existen por otra parte, multitud de lagunas en la historia de la Sábana y se han formulado las más diversas teorías sobre el itinerario que siguió el Sudario, desde su salida de Palestina hasta la posterior llegada a Occidente.

Vamos a sintetizarlas en dos hipótesis, basadas en documentos distintos; sólo a partir del siglo X tenemos ya una cierta seguridad sobre la trayectoria seguida por la Sábana.

Una primera teoría supone que el Sudario fue trasladado poco después de la resurrección del Señor a Edesa, hoy Urfa, en la actual Turquía central. En San Petersburgo se descubrió en 1878 un manuscrito siriaco del siglo VI íntegramente conservado, que era copia de otro texto más antiguo, de los archivos reales de Edesa. Narra una antigua historia sobre el rey Abgar IV (9-46 d.C.), el cual oyó hablar sobre el Profeta de Jerusalén y quiso ofrecerle asilo, para protegerlo de los judíos, en su ciudad. Le envió un embajador; pero al llegar éste a Palestina se encontró con que ya había muerto. Regresó entonces con la efigie del Profeta extraña y milagrosamente estampada sobre un lienzo de lino. El rey Abgar, leproso y muy enfermo, se curó al contacto con ella. Es importante destacar que en Edesa se fundó la primera Iglesia reconocida oficialmente por un Estado en el mundo (170 d.C.).

Sin embargo no se tiene noticia alguna de los cinco primeros siglos de permanencia del Sudario en Edesa, después de la legendaria historia del rey Abgar. Ante esta laguna surge una leyenda que sostiene que el sucesor de éste, Abgar V, inició una persecución contra los cristianos de Edesa, cuyo obispo ocultó la imagen en un nicho de la muralla. Esto ocurría el año 57; la imagen fue completamente olvidada. El año 544 los persas de Cosroes I sitiaron la ciudad y fue entonces cuando se encontró milagrosamente el Lienzo en la muralla. tras el hallazgo, fueron destruidas las máquinas de guerras persas y los sitiadores derrotados, atribuyéndose al Lienzo la victoria.

Volviendo a Palestina, es interesante señalar que una monja de la Hispania romana, Etheria, llegó a Jerusalén el 28 de marzo del 381, residiendo en Tierra Santa más de tres años. Nos ha dejado interesantes anotaciones históricas y litúrgicas sobre su estancia, entre las que no aparece ninguna referencia al Sudario, a pesar de haber vivido tres Semanas Santas en Jerusalén. Más aún; en ese mismo viaje visitó también Edesa, lo cual sería absurdo si en esa ciudad no se hallase un objeto de veneración muy particular. Etheria afirma además que penetró en Edesa por la puerta por la que el Sudario había entrado en la ciudad.

El año 944 se trasladó el Sudario a Constantinopla, al ser conquistada Edesa. Nos consta que durante el asedio de esta ciudad, el emperador de Bizancio, Romano I Lecapene (920-944), reclamó la Sábana y los edesanos trataron de engañarlo con copias, "pero el Lienzo resultaba inimitable". A favor de esta hipótesis existe una miniatura de Skylitres (1081-1118) en la Biblioteca Nacional de Madrid, que reproduce la escena del emperador Lecapene besando la Sábana, extendida y con las dimensiones reales, al llegar ésta de Edesa a Constantinopla donde entró el 16 de agosto del 944. La llegada del Lienzo a esta ciudad en esta fecha viene respaldada por antiquísimos documentos que relatan el hecho; existen textos litúrgicos que narran como desde entonces se celebró cada año una solemnísima fiesta en ese día. Los bizantinos construyeron una Capilla, Santa María de Blanquerna, para custodiarla y venerarla.

Los Santos Padres también nos hablan del Sudario, entre ellos San Juan Damasceno. Existen multitud de escritos al respecto; como la carta escrita por San Braulio, arzobispo de Zaragoza, al abad Taio, refiriéndose al Lienzo.

Una segunda hipótesis supone que la Sábana permaneció en Palestina casi mil años, hasta su traslado a Constantinopla.

Los testimonios de la presencia de la Síndone en Jerusalén, durante los primeros 4 siglos son solamente indirectos, pues al tratarse de un objeto comprometido y al no gozar de plena libertad la Iglesia en el Medio Oriente, suponía exponerla a la destrucción, ya que se estaban vulnerando preceptos religiosos (impureza legal), teológicos (naturaleza humana real o sólo aparente de Jesús) y jurídicos (violación de un sepulcro).

Solamente encontramos referencias indirectas en escritos apócrifos. Las Acta Philipi hablan de la Sábana como un tejido de lino que presenta las características de los othoni, y añade un leve reproche de Anás y Caifás a José de Arimatea, por haber utilizado un lienzo "puro" con aquel condenado a muerte, vulnerando así la ley judaica.

Es posible, por otra parte, que la Sábana fuera alejada de Jerusalén con motivo de las rebeliones y guerras judías de los años 70 y 132, para evitar su destrucción, siendo trasladada a Pella. Además, ninguno de los peregrinos que visitaron Jerusalén antes del Edicto de Milán (313) dejaron constancia de haber visto el Lienzo con la Impronta acheiropoieta (no hecha por mano humana).

Carecemos prácticamente de datos sobre el Sudario hasta el siglo VI, en el que recuperamos la pista jebusea por medio de dos insospechadas fuentes de investigación: dos narraciones sobre la medición de la longitud de la impronta. En el 537 el emperador Justiniano I quiso conocer la altura de Cristo. Años después aparece una alusión mensurable de la Sábana misma en cuanto a su longitud, con la explícita referencia de que se trataba del lienzo más grande que llevaba impresa la imagen del Señor. Estas mediciones las llevó a cabo el obispo de Periguenz, Arcaulfo, peregrino en Jerusalén el año 670.

Del siglo IX tenemos noticia de que la custodiaban dos presbíteros y un diácono. En un elenco de reliquias de la Basílica constantiniana del Gólgota aparece también la Sindone, aunque tal relación está también atribuida por los historiadores al tesoro de Constantinopla. Es notable destacar que a inicios del siglo XI, bajo el funesto período de El Hakem, muchos objetos sagrados salieron de Jerusalén debido a la bárbara persecución que se originó. Los defensores de la tesis jebusea fechan entonces la salida de la Sábana a Constantinopla, lo cual es más que improbable, pues no se recoge tal afirmación en ningún documento conservado.

Ante esta contradicción entre ambas tesis, y como conclusión, parece prudente afirmar que la Sábana permaneció en Palestina durante algunos siglos, pues no se explica que los cristianos de Jerusalén regalasen un objeto tan precioso a un extraño, como lo era Abgar. Sostiene además el P. Manuel Solé, reputado sindonólogo, que posiblemente la escasez de datos en estos primeros siglos con referencia al Lienzo, se debe a que éste fue a parar en manos de una secta cristiana judaizante, los ebionitas, cuya mentalidad cabalgaba todavía entre el cristianismo y el judaísmo. Aunque veneraban la Sábana, seguía siendo ésta un lienzo mortuorio y por lo tanto impuro, por lo que la mantuvieron oculta en alguno de sus monasterios. Más tarde pasaría a los pagano-cristianos de Jerusalén (el obispo Arcaulfo, al que antes nos referimos, cuenta una ingenua historia de cómo ocurrió esto en el 667); de ellos llegó a Edesa. El cómo y el cuándo lo ignoramos, pero tal suposición viene confirmada por la palinología, como veremos más adelante. Una vez en Edesa, la Sábana pasa a Constantinopla.

A partir del siglo X, la presencia constantinopolitana de la Sábana es prácticamente segura. Los cruzados la veneraron en Constantinopla el año 1147, durante la 2ª Cruzada; así lo confirma Roberto de Clary, cronista de aquel periplo.

Hasta 1204, cada viernes era expuesta una Sábana en la iglesia de Santa María de Blanquerna en Constantinopla, la cual fue presentada en 1147 a la veneración del rey de Francia Ludovico VII y en 1171 a Aadamuri, rey de Jerusalén, por el emperador Manuel Comeno.

¿Cuándo y cómo salió de Constantinopla?
Otro problema radica en determinar cuándo y cómo salió la Síndone de Constantinopla. También nos encontramos en este punto con dos hipótesis.

La primera sostiene que en 1247 todavía parece casi segura su permanencia, pues Balduino II, rey de Constantinopla envió a su primo san Luis IX de Francia partem Sudarii quo involutum Corpus eius fuit in sepulchro. El mismo Luis IX envió un pedazo al monasterio Vilziakicense, y otro en 1248 a la iglesia de Toledo, como regalo a su primo san Fernando, rey de Castilla, con estas palabras: De Syndone qua Corpus ipsius sepultum, qui thesauro imperii contantinopolitani suscepi. La historia sindónica del imperio latino de Constantinopla se cierra según esta teoría, en 1261, cuando era regente un miembro de la familia De Toucy, emparentada con la familia real francesa. Un conde de Charny, Godofredo I, emparentado a su vez con la familia de Toucy, fue estandarte en la afortunada batalla de Esmirna y pocos años después (1353) aparece como el poseedor de la venerada reliquia, otorgada como don por una victoria (¿Esmirna?). Ciertamente nos resulta un poco extraño que un objeto tan preciado por los emperadores orientales fuese donado tan generosamente por un servicio prestado.

La otra hipótesis sobre la llegada a occidente del Sudario, se fecha en 1204, momento en el que se produce el saqueo de Constantinopla por los cruzados; esta teoría afirma que el jefe de la 4ª Cruzada, Otto de la Roche, la robó y la trajo a Occidente.

Esta teoría viene sostenida por una carta fechada el 1 de agosto de 1205, que el nieto del emperador Isaac II de Constantinopla, Teodoro Ángel, escribió al Papa Inocencio III, exigiendo su restitución.

Sea como sea, si la Sábana no hubiese llegado a Europa occidental habría resultado destruida en 1453, al ser conquistada y arrasada Constantinopla por los musulmanes.

En 1353, como antes afirmamos, consta ya con seguridad que la Sábana está en manos del duque Godofredo de Charny, en Lirey, el cual la dona como cumplimiento de un voto, el 20 de enero de 1353, al Capítulo de los canónigos de la Colegiata por él fundada en Troyes, después de ser liberado de los ingleses.

En 1452, con acta notarial, después de haber obtenido permiso con un Breve del Papa, la condesa Margarita la cedió a la duquesa Ana de luisagne esposa de Ludovico, duque de Saboya, a cambio del usufructo del castillo y tierras de Mirabel. En Marzo de este año la Sábana es trasladada a Chambery donde el duque de Saboya construyó una capilla, la cual sufrió en 1532 un extraño incendio en el que a punto estuvo de ser destruido el Lienzo, fundiéndose la urna de plata que lo contenía y dejando las ostensibles marcas que hoy nos muestra.

El 14 de septiembre de 1578 fiesta de la exaltación de la Cruz, conocido el voto de Carlos Borromeo, Arzobispo e Milán, de ir a pie a Chambery para dar gracias a Dios por librar a Milán de la peste, Enmanuel Filiberto envía la Sábana a Turín, para acortarle el viaje. Desde entonces el Lienzo permanece en Turín, donde Guarini edificó en 1694 la iglesia en la cual se conserva.

En 1983 el duque de Saboya Humberto II, heredero de la corona italiana, la regaló a la Santa Sede.

Fuente: Libro La Sábana Santa

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