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La miserable y cruel situación de la familia antes de Cristo y su transformación en familia cristiana



LA MISERABLE Y CRUEL SITUACIÓN DE LA FAMILIA ANTES DE CRISTO Y SU TRANSFORMACIÓN EN FAMILIA CRISTIANA
Por Pedro Sembrador

LA FAMILIA ANTES DE CRISTO

Tres son los elementos que constituyen la familia: el hombre, la mujer y el niño.
El hombre es el elemento fuerte y, como tal, es naturalmente inclinado abusar de su fuerza. En el seno del paganismo había así abusado de la suya, acaparando en la familia todos los derechos a expensas de los de la mujer y de los hijos. Más aún, como casi siempre el hombre ha sido el único en ejercitar el poder civil, habían sancionado con leyes sus abusos, de modo que cuando Cristo apareció, la familia se encontraba desorganizada y envilecida, el hombre en vez de esposo y padre, era señor y tirano.

La mujer no era la compañera del hombre, en todo igual a éste, sino un ser inferior, sin valor moral ni dignidad personal alguna, "una simple esclava mejor vestida y alimentada que las otras"; pero al fin esclava. Vendida de ordinario por sus padres a quien con ella se había de desposar, pasaba a ser propiedad mobiliaria de su marido, sufriendo las consecuencias de tan triste situación, que era agravada más por la poligamia, muy corriente en casi todos los pueblos, con su interminable cortejo de miserias; y por la práctica del divorcio, que tantos desastres trae para la mujer y para los hijos, y practicado por los más frívolos y repugnantes motivos. En fin, en muchos países el hombre tenía hasta derecho de vida y muerte sobre su mujer.

El niño también estaba a discreción de su padre ¡y en qué forma! baste con decir que la culta Roma, apenas nacía un niño, lo extendían a los pies de su padre, si éste lo tomaba en sus brazos, era señal de que le permitía vivir; y si al contrario lo dejaba en el suelo, el niño era estrangulado o arrojado con las inmundicias a la cloaca máxima o abandonado a que muriera de hambre en un lugar especial llamado velabrum.

Y no se crea que tal práctica del infanticidio y otros mil errores que nos sublevan y horrorizan actualmente, fueran practicados pocas veces, que seguramente Tertuliano bien sabía lo que decía cuando increpaba a sus paisanos en estos términos: "entre los que nos rodean y que tanta sed tienen de sangre de cristianos, entre vosotros mismos, austeros magistrados, que tan rígidos os mostráis para con nosotros, ¿Quién hay que no haya dado muerte a su propio hijo?" Curso de apologética cristiana por Devivier, 2ª edición 1924 página 439.

Pero qué de extraño tenían tales prácticas cuando Séneca las sancionaba diciendo al referirse a ellas: "nada tan razonable como echar de casa las cosas inútiles"; y cuando el grave Quintiliano declaraba que "matar a un hombre es de ordinario un crimen; pero matar a sus propios hijos es con frecuencia una buena acción"!

Hagamos constar en fin para terminar y como triste comprobación de lo aquí dicho, que la suerte de la mujer y de los hijos, no es mejor en la actualidad, en aquellos países que no han recibido la luz del Evangelio. El infanticidio es común entre ellos, hasta en el país en que priva la moral te Confucio, tan alabada por los impugnadores del Catolicismo. He aquí lo que a este respecto nos narra el Marqués de Beauvais, en su "Voyage au tour du Monde".

"En los senderos lodosos y desiertos, que siguen a lo largo de los muros de adobe de una pequeña aldea cerca de Cantón, vemos a tres pasos de distancia, en las hierbas abatidas por la helada, una canastilla de estera (un tompeate), cocida en su orificio; algo parece moverse en su interior: la suave estera parece levantarse, después volver a caer. Entreabrimos con la ayuda de un cuchillo su tosco tejido y encontramos un pequeño ser desnudo, pálido y helado de frío, de apenas unas 24 horas, que quejumbrosamente da de vagidos. Al cabo de algunos instantes, otros gritos le responden: se escapan de una zarza donde otro Infante se debate también contra la muerte. Este sin duda ha sido arrojado por sobre el muro, pues parece muy lastimado. En un espacio de 500 metros de largo de este sendero, pronto contamos 7 moribundos de tan sólo algunas horas de vida! No puedo expresar cómo nuestro corazón se llena de lágrimas y de cólera, a la vista de estos niños que Jimena y maltratados o paralizados".

He aquí por qué la Iglesia Católica, tuvo que fundar en otros tiempos la Obra de los Chinitos, que a pesar de todos los obstáculos que encontró, trabajaba por la supresión de tan atroz costumbre y que rescató de la muerte, según confesión del Coronel Tchen-Tong, agregado militar de China en París, millares de bebés chinos todos los años, durante la época de la Guerra Fría. (La chine et les Chinois).

LA FAMILIA DESPUÉS DE CRISTO

Pero Cristo viene y, elevando a la mujer y al niño al lugar que les corresponde, regenera la familia. Bajo la influencia de su divina doctrina, el hombre comprende que su mujer y sus hijos, ya no son cosas de su propiedad, de las que tiene el derecho de usar y de abusar a su antojo, sino que ellos son también a su vez, seres llenos de derechos; seres que hay que respetar como criaturas de Dios, rescatadas con la Sangre de Cristo y predestinados al cielo. Seres a los que hay que rodear de una ternura tanto más grande, cuanto más débiles y más tímidos son!

HE AQUÍ CÓMO HIZO ESTO CRISTO:

LA MUJER: Cristo reivindica a la mujer, honrando desde luego a su Madre, a quien llenó de atenciones, a quien dio muestras del más profundo respeto y a la que exaltó sobre todas las criaturas. ¿Qué más podía haber hecho por ella que obrar el primer milagro a pesar de que la hora de hacer las obras de su Padre aún no había sonado! Juan 2,4.

Cristo además igual a la mujer al hombre, la identifica con él y terminantemente ACABA CON LA POLIGAMIA al establecer que "la mujer y el hombre no son sino una misma carne", Y CON EL DIVORCIO: "que el hombre no separe lo que Dios ha unido". Mateo 19,6; y PROTEGE EN FIN A LA SOLTERA, como nunca nadie lo hubiera imaginado: "cualquiera que mirare a una mujer con mal deseo hacia ella, ya adulteró en su corazón". Mateo 5,28.

En fin, exalta la nobleza de la virginidad de la mujer, sin dañar por ello la belleza moral de la mujer casada, para lo que eleva el matrimonio a la dignidad de Sacramento.

Y la Iglesia Católica conserva intacta esta obra de Cristo y la continúa; ¿No honra acaso como a la criatura más altamente favorecida de Dios, a una mujer, a la gran Madre de Cristo? ¿No honra acaso a las viudas y a las vírgenes cristianas hasta hacer de ellas un objeto especial de veneración? ¿No en fin las coloca igual que a los hombres en sus altares?

EL NIÑO del paganismo, ese objeto de miseria y de dolor, fue exaltado por cristo y elevado por Él a su verdadero lugar.

Hubiera bastado para ello, el que un día hubiera dicho como dijo: "Dejad que los niños se acerquen a mí". Pero Cristo no se limitó a ello, sino que los exalta hasta el grado de ponerlos a los grandes por modelo: "En verdad, en verdad os digo, que si no os hacéis como los niños, no entraréis en el reino de los cielos". Y en fin, los protege lanzando sus más formidables anatemas contra aquellos desgraciados que los inciten al mal: "Mas quien escandalizare a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le sería que le colgasen del cuello una de esas piedras de molino que mueve un asno y así fuese sumergido en lo profundo del mar." Mateo 18,6.

Así es que sus discípulos vieron desde entonces en el niño a un ser destinado al cielo, regenerado y constituido por el bautismo en templo vivo del Espíritu Santo y que para el cristiano que adora al niño Jesús en el pesebre, el abandono y la muerte de un niño vinieron hacer crímenes imposibles.

La continuadora de la obra de Cristo, la Iglesia Católica los ha hecho así objeto de una particular protección, los considera al igual que los ángeles de Dios, para ellos ha fundado asilos de todas clases, lo mismo casas de cuna, que orfanatorios, sanatorios, escuelas o colegios, para ellos reserva las atenciones todas de su más delicada caridad.

Nota del editor:

La situación de la familia antes de Cristo era cruel y despiadada. La familia después de Cristo es la que hoy conocemos y que están a punto de destruir, de regresar a aquella primitiva y salvaje bestialidad mediante la pedofilia, el aborto, el tráfico de personas, la esclavitud, el feminismo, la ideología de género. Es nuestro deber resistir. Hagamos de nuestras familias, familias cristianas, educadas en el amor de Cristo y la doctrina de su Santa Iglesia Católica.

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