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"Usted no se preocupa por el rebaño que Dios ha puesto en sus manos". Desgarradora carta de un laico a su Sacerdote


"USTED NO SE PREOCUPA POR EL REBAÑO QUE DIOS HA PUESTO EN SUS MANOS". DESGARRADORA CARTA DE UN LAICO A SU SACERDOTE

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Por José Leopoldo Fierro Córdova

HE AQUÍ LA CARTA

Estimado Señor Cura:

Escribo las siguientes letras desde lo más profundo de mi corazón a fin de decirle lo que desde hace mucho tiempo he querido y que no sentía las fuerzas para hacerlo.


Hace algunos días nos encontramos por el camino y usted me preguntó por qué ya no participaba en su parroquia, yo, que desde que se formó el grupo de pastoral (hace siete años), nunca había faltado y ahora, sin más, desaparezco.

Debo decir que noté cierto enojo en sus expresiones, tal vez con razón, pues me retiré sin decirle el por qué. Pues bien, creo que ha llegado el momento de hacerlo y se lo diré con toda sinceridad y créame, espero que usted me responda.

¿Recuerda a mi hermano Felipe, el que se fue para el “otro lado”? ¿Recuerda cuándo yo le dije que él se estaba haciendo protestante y le pedí que me aconsejara para poder evitarlo? ¿Recuerda su respuesta? “Déjalo; mejor que se haga protestante, y no que siga de borracho como antes. Además, si él encuentra a Dios allá, ¿para que le vas a decir que regrese con nosotros?” Y yo… yo seguí su consejo.

Sin embargo, el hecho de saber que mi hermano se salía de la Iglesia no me dejaba la conciencia tranquila. Usted lo sabe, porque yo le contaba todo.

A raíz de eso comencé a buscar respuestas y ayuda pues cada vez que él hablaba por teléfono siempre decía que estudiáramos la Biblia y que nos saliéramos de la Iglesia católica, puesto que ahí nos estaban engañando. Escuchar con que ferocidad atacaba la fe que nos inculcaron nuestros padres me llenaba de rabia y me sentía profundamente impotente por no poder responderle con la Biblia. Todos mis argumentos caían por tierra ante la metralla de citas bíblicas que mi hermano me decía. ¿Sabe qué me causó aún más tristeza? Que mi hermano logró convencer a mi hermana Lupita, sí, la que estaba en el coro y que cada domingo leía la lectura en la misa de jóvenes. ¿Qué dijo usted cuando lo supo? “Te digo que no hay ningún problema. Ellos están encontrando a Dios en ese grupo”.

Pienso que usted no sabe lo que es tener la experiencia de una familia que se divide por causa de la fe, lo que representa escuchar todos los días sus mordaces ataques contra la Iglesia.

Con todo, usted sabe que yo no me quedé con los brazos cruzados. Empecé a buscar libros, cassettes y aquello que me ayudara a profundizar en la fe católica, a fin de poder darles respuesta a todas las preguntas que ellos me hacían: por qué tenemos imágenes, por qué le decimos “padre” al sacerdote, por qué afirmamos la perpetua virginidad de María, etc.

¿Recuerda que varias veces le insistí que nos diera un curso bíblico, o que buscara a alguien que nos lo impartiera, a fin de que supiéramos manejar la Biblia y responder a los hermanos separados, que empezaban a crecer alarmantemente en nuestra parroquia? ¿Qué me respondió? “Eso no puede ser. La Biblia es para leer la Palabra de Dios, no para pelear”.

Incluso usted me dijo que yo me estaba haciendo fanático, que eso estaba muy mal y que dejara de meterle esas ideas a los compañeros del grupo de pastoral. Debo decirle que eso me desconcertó mucho y que en un principio no entendí porque usted me respondió así. Lo que me desconcertó más que es que usted dijo en plena misa que todas las religiones son igualmente buenas, que en todas se busca a Dios, que no importa en cual se esté, siempre que se actúe con buena voluntad. Esto me dejaba a mí como un tonto ante los demás, pues yo aprovechaba cuando me tocaba dar las pláticas prebautismales o prematrimoniales o cuando daba las charlas a los padrinos de la primera comunión. Ahí insistía en que conociéramos más nuestra fe católica, que no era lo mismo ser católico que pertenecer a otro grupo religioso. No fueron pocas las veces que me dijeron: “¿Por qué tú nos dices esto, si el padre en la misa nos dice otra cosa? ¿A quién le vamos a creer? ¿A ti o al padre, que es quien dirige la parroquia?” Créame, al escuchar eso, yo me quedaba frío y sin palabras para responderles. En el fondo empecé a dudar de lo que yo decía, incluso llegué a pensar que estaba equivocado y que en verdad me estaba volviendo fanático, como usted me decía repetidamente. Sin embargo, poco después pude darme cuenta de que el equivocado era usted y no yo.

En efecto, me fui dando cuenta que yo no era el único con el problema de un familiar que se ha hecho protestante, ni el único en acudir a usted en busca de consejo para resolverlo. Supe que Rocío, la de la pollería, José, el de los licuados, doña Tencha, la que le hacía los vestidos a la imagen de Santa Rosa de Lima, y otros más, también habían acudido a usted en busca de ayuda, solicitándole que hablara con los familiares no católicos. Usted les dio una respuesta semejante a la que me dio a mí. Además les dijo que usted era una persona sumamente ocupada y que no tenía tiempo para esas cosas.

Fue entonces cuando empecé a cuestionar su actitud. Usted sabe que yo lo conozco bien (al menos eso creo). Durante siete años trabajé incondicionalmente con usted, sin llevarle la contraria en nada. Para mí su palabra era ley. En usted deposité toda mi confianza, hasta que me defraudó. Empecé a comprender que usted no se preocupa realmente por el rebaño que Dios ha puesto en sus manos.

¿Qué es usted una persona sumamente ocupada? No lo creo. ¿Acaso valen más los partidos de fútbol y las reuniones de decanato, donde van a botanear y a decidir si conviene o no subir los estipendios? ¿Valen más sus reuniones de los miércoles con el presidente municipal y su comitiva, para discutir de política y donde corre abundantemente el tequila? No niego que algo bueno se saque de todas estas reuniones.

Me pregunto: ¿Cuándo se preocupará usted del rebaño, que poco a poco está abandonando el redil? ¿Cuándo programará realmente un proyecto de pastoral, en el que usted esté incluido también en el trabajo duro y no nos mueva a nosotros como simples títeres, sino como verdaderos colaboradores suyos?

Con todo respeto, pero al mismo tiempo con dolor, le digo que usted se ha aprovechado de las ovejas gordas y ha dejado a las débiles a merced de los lobos rapaces. Usted ha bajado la guardia y ha dejado que los falsos pastores le coman el mandado. ¿Acaso no le dice nada el ejemplo de Jesús, nuestro Señor, que trabajó sin descanso, preocupándose de esa oveja perdida (Lc 15)?

Señor Cura, por eso me he retirado. Yo no estoy dispuesto a trabajar con alguien que da por inútil todo intento de cambiar la situación, que baja la guardia, que se cruza de brazos y no hace nada por evitar que su rebaño se pierda. Pero, si por el contrario, lucha por recuperar lo que hemos perdido, créame, puede contar conmigo. Estoy dispuesto a dar la vida si es necesario para que no se pierda ni uno solo de nuestros hermanos.

Atentamente, Cristián Tzitá Cruz, laico comprometido.

MIS COMENTARIOS SON:

Estimado Hermano Cristian.

Admiro mucho tu celo por nuestra fe católica. Es triste la existencia en nuestro clero de sacerdotes comodones y despreocupados de los fieles a su cuidado. Esto siempre sucederá en nuestra Iglesia. Ya lo vimos con muchos de los sacerdotes del Antiguo Testamento.

Nuestro Señor Jesucristo constató esa triste realidad. Veía a los fieles a su cuidado como ovejas sin Pastor.

El día de la muerte de estos sacerdotes, no quiero estar en sus zapatos cuando Jesús les pida cuentas de su grave indolencia y falla de pastoral.

Estos sacerdotes hacen más daño a la Iglesia que los enemigos fuera de ella. Siempre tengámoslos presentes en oración y sigamos el Consejo de Jesus: hagan lo que ellos digan, pero no imiten sus obras. Mateo 23,3.

Muchos de estos sacerdotes no hacen conciencia de impedir la labor y el desafío de las sectas, por que nunca se han preocupado por estudiar la apologetica católica. No obstante, gracias a Dios, hay también excelentes sacerdotes en conocimientos de apologetica y celosos de las ovejas a su cuidado.

Esos sacerdotes indiferentes de los fieles que son atrapados por sectas, es urgente lean lo que les espera y que anunció el Profeta Ezequiel:

Ezequiel 33,6
Si, por el contrario, el centinela ve venir la espada y no toca el cuerno, de suerte que el pueblo no es advertido, y la espada sobreviene y mata a alguno de ellos, perecerá éste por su culpa, pero de su sangre yo pediré cuentas al centinela.


Es triste que doctos pastores protestantes convertidos al catolicismo, al inicio de su conversión, se han acercado a algunos sacerdotes en busca de ayuda en su proceso de conversión y éstos, en lugar de animarlos de venir a la fe católica, les aconsejan seguir siendo protestantes.

Más sucede que ese mal Consejo los motiva más a venir a la fe católica por que ven, que la Iglesia católica es la Iglesia de Cristo a PESAR de estar en ella ese tipo de sacerdotes.

Hermano Cristian, tú sigue celoso de la fe católica y no pierdas oportunidad de rescatar con la Gracia de Dios y tu esfuerzo, a hermanos que han dejado la Iglesia y harás realidad la promesa bíblica de SANTIAGO 5,19-20:

Si alguno de vosotros, hermanos míos, se desvía de la verdad y otro le convierte, sepa que el que convierte a un pecador de su camino desviado, salvará su alma de la muerte y cubrirá multitud de pecados.

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