EL MITO DEL “GENOCIDIO ESPAÑOL” EN AMÉRICA
Comienzo diciendo que el término “genocidio” es anacrónico, así lo evidencia un gran artículo que recomiendo, escrito por César Cervera en la ABC en español[1]. Entre los distintos argumentos presentados, encabeza aquél de las cifras infladas y exageradas de una supuesta matanza masiva por parte de los españoles. Ante este mito histórico, algunos pseudo historiadores gustan de imaginar a Don Juan de Austria (héroe de la batalla de Lepanto) vanagloriándose – supuestamente – del martirio de un grupo de indígenas americanos, cuando en realidad no participó de la Conquista… ¡Es más! Ni siquiera pisó suelo americano. Por otro lado, lo que si arrasó con un grupo considerable de la población indígena, fueron las enfermedades de las cuales los europeos fueron portadores. Ciertamente, estas enfermedades encontraron en los pobladores del Nuevo Mundo a un grupo frágil y aislado, que no tuvo la resistencia biológica para defenderse de dichas enfermedades. Como ejemplo tenemos a la población de Santo Domingo que por una epidemia de viruela acabó con casi toda la población entre 1518 y 1519.
Por último señores, no nos hagamos aquí de la vista gorda, que detrás de esta Leyenda Negra no hay otra cosa que intereses políticos. Tanto Guillermo de Orange[2] como el resto de holandeses, ingleses y franceses, “padres” de la propaganda negativa del Imperio Español, buscaban sobre todo menoscabar el prestigio de la Monarquía hispánica, y así exageraron de manera grotesca y deplorable la conclusión del libro “Brevísima relación de la Destrucción de las Indias”, escrito por el fraile dominico Bartolomé de las Casas.
A LOS CATÓLICOS ESCANDALIZADOS
Finalmente, me parece importante dirigirme a mis hermanos católicos que ignoran el trasfondo histórico de la evangelización de las Américas, y que lloran desconsolados por el “crimen cultural” de la destrucción del sistema religioso azteca. Quisiera presentarles una práctica típica:
“Cuatro sacerdotes aferraban a la víctima y la arrojaban sobre la piedra de sacrificios. El gran sacerdote le clavaba entonces el cuchillo debajo del pezón izquierdo, le habría la caja torácica y después hurgaba con las manos hasta que conseguía arrancarle el corazón aún palpitante para depositarlo en una copa y ofrecérselo a los dioses. Después, los cuerpos eran lanzados por las escaleras de las pirámides. Al pie, los esperaban otros sacerdotes para practicar en cada cuerpo una incisión desde la nuca a los talones y arrancarles la piel en una sola pieza. El cuerpo despellejado era cargado por un guerrero que se lo llevaba a su casa y lo partía en trozos, después ofrecía a sus amigos, o bien éstos eran invitados a la casa para celebrarlo con la carne de la víctima. Una vez curtidas, las pieles servían de vestimentas a la casta de los sacerdotes.”[3]
Así mismo, los niños eran lanzados al abismo de Pantilán, las mujeres no vírgenes eran decapitadas, los hombres adultos, desollados vivos y rematados con flechas. Todo esto, porque el principio establecía que la ofrenda de corazones humanos a los dioses debía ser ininterrumpida… sería interesante que esta práctica sea analizada por ciertos ignorantes que expresan que “el cristianismo fue peor”.
Quisiera recordar a mis hermanos cristianos, que la mismísima Historia Sagrada – sin ánimo de incodarla – nos presenta la realidad del pueblo judío a quien Dios prometió una tierra que no les pertenecía, sino que la arrancaron a la fuerza de sus anteriores habitantes. En otras palabras, ciertos pacifismos utópicos, nos queda claro, no son aplicables a la Historia de la Humanidad.
Verdaderamente el artículo quedará incompleto pues el tema es extenso, sin embargo he tratado de cubrir las principales posturas absurdas que nacen de un mito sin escrúpulos. Por lo demás, a quienes les interese esclarecer más aún el tema, les recomiendo “Los siete mitos de la Conquista Española” de Matthew Restall.
Hace un par de días se celebró El Día de la Raza, y como es propio de todos los años, tuve el timeline de mi Twitter lleno de “expertos en historia” comentando sobre el supuesto genocidio cultural que se cometió contra los pobres indios a manos de los malvados españoles que vinieron a arrasar con su cultura precolombina “pacífica y civilizada”. Más aún, es propio de los profesores universitarios y de colegio – los prejuiciados contra la Iglesia sobre todo – enseñar una Leyenda Negra y tortuosa que pinta a los españoles como salvajes mercenarios en busca de oro, cuando la documentación histórica de la época y los frutos de dicha colonización advierten algo muy distinto a lo que ciertos catedráticos de la mentira gustan de enseñar.
Antes de empezar con este artículo que he querido sea un poco extenso, quisiera aclarar que esta Leyenda Negra nace para poder encubrir los pasteles de la “otra” América, la protestante, que dio (y da) tantas desdeñosas lecciones de moral a la América católica. A partir del siglo XVI las potencias nórdicas reformadas – Gran Bretaña y Holanda, a la cabeza – iniciaron en sus dominios de ultramar una guerra psicológica al inventarse la “leyenda negra” de la barbarie y la opresión practicadas por España…
Sobre esto, Pierre Chaunu, historiador francés, que fue catedrático de La Sorbona y calvinista (para evitar cualquier sospecha) escribe:
“La leyenda antihispánica en su versión norteamericana (la europa hace hincapié sobre todo en la Inquisición) ha desempeñado el saludable papel de válvula de escape. La pretendida matanza de los indios por parte de los españoles en el siglo XVI encubrió la matanza norteamericana de la frontera Oeste, que tuvo lugar en el siglo XIX. La América protestante logró librarse de este modo de su crimen lanzándolo de nuevo sobre la América católica.”
Ya entrando en materia, me parece importantísimo que nos deshagamos de moralismos actuales que son irreales, que a menudo tratan de desconocer que la historia es una señora inquietante, y a menudo terrible. En historia señores, resulta impracticable la edificante exhortación de “que cada uno se quede en su tierra sin invadir la ajena”. Toda civilización es fruto de una mezcla que nunca fue pacífica. En otras palabras, quienes se llevan las manos a la cabeza por los malvados usurpadores de las Américas olvidan, que a su llegada, aquellos europeos se encontraron con otros usurpadores. El imperio de los aztecas y el de los incas se había creado con violencia y se mantenía gracias a la sanguinaria opresión de los pueblos invasores que habían sometido a los nativos a la esclavitud.
LA REALIDAD DE “LA VICTORIA” DE LOS ESPAÑOLES
Creo que en esto basta un poco de sentido común… el hecho de pensar que un puñado de españoles contra miles de indígenas obtuvo la victoria gracias a sus arcabuces, sus escasísimos cañones (que por cierto resultaban inútiles en aquellos climas porque la humedad neutralizaba la pólvora) o a su caballos (que en la selva no podían ser lanzados a la carga), me parece sencillamente absurdo.
La victoria de los españoles se dio sobre todo gracias al apoyo de los indígenas oprimidos por los incas y los aztecas. En otras palabras, más que como salvajes colonizadores, los españoles fueron vistos como liberadores. ¡Por amor a Dios! Que algún historiador nos explique cómo fue posible que en tres siglos de dominio hispánico no se produjesen revueltas contra los nuevos dominadores, a pesar de su número tan reducido… Por lo demás, ninguna de las grandes civilizaciones (egipcia, griega, romana ni judía) se creó sin las correspondientes invasiones y las consiguientes expulsiones de los primeros habitantes. Por lo tanto, al juzgar la conquista europea de las Américas me parece sensato que nos cuidemos de la estúpida utopía moralista a la que le gustaría una historia llena de reverencias, de buenos modales, y de “faltaba más, primero pase usted”.
EL PROTESTANTISMO Y SUS “JOYITAS” BÍBLICAS
Hemos de saber que en los Estados Unidos de hoy, la población indígena está prácticamente desaparecida, pero por otro lado – al sur – en la zona mexicana, andina y en muchos territorios brasileños, casi el noventa por ciento de la población o bien desciende directamente de los antiguos habitantes o es fruto de la mezcla entre los indígenas y los nuevos pobladores. Más aún, Estados Unidos no le debe a la india más que alguna palabra, ya que se desarrolló a partir de sus orígenes europeos sin que existiese mayor intercambio con la población autóctona, mientras que en la América hispano-portuguesa, la mezcla no fue sólo demográfica sino que dio origen a una cultura y una sociedad nuevas.
Sin lugar a dudas, esto se debe a los distintos grados de desarrollo que tienen los pueblos, pero se debe además a un planteamiento religioso. A diferencia de los católicos españoles y portugueses, que no dudaban en casarse con las indias, en las que veían seres humanos iguales a ellos, a los protestantes los movía una especie de “racismo” o al menos, cierto sentido de superioridad, de “estirpe elegida”, cual Israel. A esto se le suma, la pérfida teología de la predestinación y la absurda práctica de la Sola Scriptura que llevaban a considerar a los indios como subdesarrollados, porque estaban predestinados a la condenación, mientras que el blanco era desarrollado como signo de “elección divina”.
En esto señores, no quiero parecer parcializado, pues aunque por parte de los católicos pudo existir algún abuso o comportamiento condenable, dicho comportamiento, al contrario de lo ocurrido en el caso protestante, iba en contra de la teoría y la práctica católicas. El título de “genocidio” o “exterminio” – por otro lado – sí que puede ser atribuido a esa colonización protestante. Un ejemplo muy concreta es, la práctica de arrancar el cuero cabelludo, conocida tanto por los indios del norte como por los del sur. Pero entre estos últimos desapareció pronto, prohibida por los españoles. En otras palabras, esta práctica horrenda no sólo era desconocida en la América católica sino que, de haber tratado alguien de introducirla, habría provocado la indignación de los religiosos – siempre presentes al lado de los colonizadores – y también de los reyes que tutelaban el derecho a la vida de los indios.
https://www.youtube.com/watch?v=ZUkwgRt-DpYEL
[1] http://www.abc.es/…/abci-mito-genocidio-america-20150427195…
[2] Holandés, escritor de la “Apología”. Padre de la propaganda contra el Imperio Español.
[3] Vittorio Messori, Leyendas Negras de la Iglesia. Pág. 42
Fuente, Sepa defender su Fe Católica
Comienzo diciendo que el término “genocidio” es anacrónico, así lo evidencia un gran artículo que recomiendo, escrito por César Cervera en la ABC en español[1]. Entre los distintos argumentos presentados, encabeza aquél de las cifras infladas y exageradas de una supuesta matanza masiva por parte de los españoles. Ante este mito histórico, algunos pseudo historiadores gustan de imaginar a Don Juan de Austria (héroe de la batalla de Lepanto) vanagloriándose – supuestamente – del martirio de un grupo de indígenas americanos, cuando en realidad no participó de la Conquista… ¡Es más! Ni siquiera pisó suelo americano. Por otro lado, lo que si arrasó con un grupo considerable de la población indígena, fueron las enfermedades de las cuales los europeos fueron portadores. Ciertamente, estas enfermedades encontraron en los pobladores del Nuevo Mundo a un grupo frágil y aislado, que no tuvo la resistencia biológica para defenderse de dichas enfermedades. Como ejemplo tenemos a la población de Santo Domingo que por una epidemia de viruela acabó con casi toda la población entre 1518 y 1519.
Por último señores, no nos hagamos aquí de la vista gorda, que detrás de esta Leyenda Negra no hay otra cosa que intereses políticos. Tanto Guillermo de Orange[2] como el resto de holandeses, ingleses y franceses, “padres” de la propaganda negativa del Imperio Español, buscaban sobre todo menoscabar el prestigio de la Monarquía hispánica, y así exageraron de manera grotesca y deplorable la conclusión del libro “Brevísima relación de la Destrucción de las Indias”, escrito por el fraile dominico Bartolomé de las Casas.
A LOS CATÓLICOS ESCANDALIZADOS
Finalmente, me parece importante dirigirme a mis hermanos católicos que ignoran el trasfondo histórico de la evangelización de las Américas, y que lloran desconsolados por el “crimen cultural” de la destrucción del sistema religioso azteca. Quisiera presentarles una práctica típica:
“Cuatro sacerdotes aferraban a la víctima y la arrojaban sobre la piedra de sacrificios. El gran sacerdote le clavaba entonces el cuchillo debajo del pezón izquierdo, le habría la caja torácica y después hurgaba con las manos hasta que conseguía arrancarle el corazón aún palpitante para depositarlo en una copa y ofrecérselo a los dioses. Después, los cuerpos eran lanzados por las escaleras de las pirámides. Al pie, los esperaban otros sacerdotes para practicar en cada cuerpo una incisión desde la nuca a los talones y arrancarles la piel en una sola pieza. El cuerpo despellejado era cargado por un guerrero que se lo llevaba a su casa y lo partía en trozos, después ofrecía a sus amigos, o bien éstos eran invitados a la casa para celebrarlo con la carne de la víctima. Una vez curtidas, las pieles servían de vestimentas a la casta de los sacerdotes.”[3]
Así mismo, los niños eran lanzados al abismo de Pantilán, las mujeres no vírgenes eran decapitadas, los hombres adultos, desollados vivos y rematados con flechas. Todo esto, porque el principio establecía que la ofrenda de corazones humanos a los dioses debía ser ininterrumpida… sería interesante que esta práctica sea analizada por ciertos ignorantes que expresan que “el cristianismo fue peor”.
Quisiera recordar a mis hermanos cristianos, que la mismísima Historia Sagrada – sin ánimo de incodarla – nos presenta la realidad del pueblo judío a quien Dios prometió una tierra que no les pertenecía, sino que la arrancaron a la fuerza de sus anteriores habitantes. En otras palabras, ciertos pacifismos utópicos, nos queda claro, no son aplicables a la Historia de la Humanidad.
Verdaderamente el artículo quedará incompleto pues el tema es extenso, sin embargo he tratado de cubrir las principales posturas absurdas que nacen de un mito sin escrúpulos. Por lo demás, a quienes les interese esclarecer más aún el tema, les recomiendo “Los siete mitos de la Conquista Española” de Matthew Restall.
Hace un par de días se celebró El Día de la Raza, y como es propio de todos los años, tuve el timeline de mi Twitter lleno de “expertos en historia” comentando sobre el supuesto genocidio cultural que se cometió contra los pobres indios a manos de los malvados españoles que vinieron a arrasar con su cultura precolombina “pacífica y civilizada”. Más aún, es propio de los profesores universitarios y de colegio – los prejuiciados contra la Iglesia sobre todo – enseñar una Leyenda Negra y tortuosa que pinta a los españoles como salvajes mercenarios en busca de oro, cuando la documentación histórica de la época y los frutos de dicha colonización advierten algo muy distinto a lo que ciertos catedráticos de la mentira gustan de enseñar.
Antes de empezar con este artículo que he querido sea un poco extenso, quisiera aclarar que esta Leyenda Negra nace para poder encubrir los pasteles de la “otra” América, la protestante, que dio (y da) tantas desdeñosas lecciones de moral a la América católica. A partir del siglo XVI las potencias nórdicas reformadas – Gran Bretaña y Holanda, a la cabeza – iniciaron en sus dominios de ultramar una guerra psicológica al inventarse la “leyenda negra” de la barbarie y la opresión practicadas por España…
Sobre esto, Pierre Chaunu, historiador francés, que fue catedrático de La Sorbona y calvinista (para evitar cualquier sospecha) escribe:
“La leyenda antihispánica en su versión norteamericana (la europa hace hincapié sobre todo en la Inquisición) ha desempeñado el saludable papel de válvula de escape. La pretendida matanza de los indios por parte de los españoles en el siglo XVI encubrió la matanza norteamericana de la frontera Oeste, que tuvo lugar en el siglo XIX. La América protestante logró librarse de este modo de su crimen lanzándolo de nuevo sobre la América católica.”
Ya entrando en materia, me parece importantísimo que nos deshagamos de moralismos actuales que son irreales, que a menudo tratan de desconocer que la historia es una señora inquietante, y a menudo terrible. En historia señores, resulta impracticable la edificante exhortación de “que cada uno se quede en su tierra sin invadir la ajena”. Toda civilización es fruto de una mezcla que nunca fue pacífica. En otras palabras, quienes se llevan las manos a la cabeza por los malvados usurpadores de las Américas olvidan, que a su llegada, aquellos europeos se encontraron con otros usurpadores. El imperio de los aztecas y el de los incas se había creado con violencia y se mantenía gracias a la sanguinaria opresión de los pueblos invasores que habían sometido a los nativos a la esclavitud.
LA REALIDAD DE “LA VICTORIA” DE LOS ESPAÑOLES
Creo que en esto basta un poco de sentido común… el hecho de pensar que un puñado de españoles contra miles de indígenas obtuvo la victoria gracias a sus arcabuces, sus escasísimos cañones (que por cierto resultaban inútiles en aquellos climas porque la humedad neutralizaba la pólvora) o a su caballos (que en la selva no podían ser lanzados a la carga), me parece sencillamente absurdo.
La victoria de los españoles se dio sobre todo gracias al apoyo de los indígenas oprimidos por los incas y los aztecas. En otras palabras, más que como salvajes colonizadores, los españoles fueron vistos como liberadores. ¡Por amor a Dios! Que algún historiador nos explique cómo fue posible que en tres siglos de dominio hispánico no se produjesen revueltas contra los nuevos dominadores, a pesar de su número tan reducido… Por lo demás, ninguna de las grandes civilizaciones (egipcia, griega, romana ni judía) se creó sin las correspondientes invasiones y las consiguientes expulsiones de los primeros habitantes. Por lo tanto, al juzgar la conquista europea de las Américas me parece sensato que nos cuidemos de la estúpida utopía moralista a la que le gustaría una historia llena de reverencias, de buenos modales, y de “faltaba más, primero pase usted”.
EL PROTESTANTISMO Y SUS “JOYITAS” BÍBLICAS
Hemos de saber que en los Estados Unidos de hoy, la población indígena está prácticamente desaparecida, pero por otro lado – al sur – en la zona mexicana, andina y en muchos territorios brasileños, casi el noventa por ciento de la población o bien desciende directamente de los antiguos habitantes o es fruto de la mezcla entre los indígenas y los nuevos pobladores. Más aún, Estados Unidos no le debe a la india más que alguna palabra, ya que se desarrolló a partir de sus orígenes europeos sin que existiese mayor intercambio con la población autóctona, mientras que en la América hispano-portuguesa, la mezcla no fue sólo demográfica sino que dio origen a una cultura y una sociedad nuevas.
Sin lugar a dudas, esto se debe a los distintos grados de desarrollo que tienen los pueblos, pero se debe además a un planteamiento religioso. A diferencia de los católicos españoles y portugueses, que no dudaban en casarse con las indias, en las que veían seres humanos iguales a ellos, a los protestantes los movía una especie de “racismo” o al menos, cierto sentido de superioridad, de “estirpe elegida”, cual Israel. A esto se le suma, la pérfida teología de la predestinación y la absurda práctica de la Sola Scriptura que llevaban a considerar a los indios como subdesarrollados, porque estaban predestinados a la condenación, mientras que el blanco era desarrollado como signo de “elección divina”.
En esto señores, no quiero parecer parcializado, pues aunque por parte de los católicos pudo existir algún abuso o comportamiento condenable, dicho comportamiento, al contrario de lo ocurrido en el caso protestante, iba en contra de la teoría y la práctica católicas. El título de “genocidio” o “exterminio” – por otro lado – sí que puede ser atribuido a esa colonización protestante. Un ejemplo muy concreta es, la práctica de arrancar el cuero cabelludo, conocida tanto por los indios del norte como por los del sur. Pero entre estos últimos desapareció pronto, prohibida por los españoles. En otras palabras, esta práctica horrenda no sólo era desconocida en la América católica sino que, de haber tratado alguien de introducirla, habría provocado la indignación de los religiosos – siempre presentes al lado de los colonizadores – y también de los reyes que tutelaban el derecho a la vida de los indios.
https://www.youtube.com/watch?v=ZUkwgRt-DpYEL
[1] http://www.abc.es/…/abci-mito-genocidio-america-20150427195…
[2] Holandés, escritor de la “Apología”. Padre de la propaganda contra el Imperio Español.
[3] Vittorio Messori, Leyendas Negras de la Iglesia. Pág. 42
Fuente, Sepa defender su Fe Católica
Excelente material historico y analisis.la verdad.hay q reconocerlo.
ResponderBorrarTotalmente parcializado este artículo, no toman en cuenta la esclavitud a la que sometieron a los pueblos indígenas, la diferencia social que existió y que muchos indígenas se vieron obligados a cambiar sus nombres para acceder a educación. Tampoco habla de la traición a aquellos grupos que los apoyaron y que sólo les dieron más tiempo antes de esclavizarlos. Las violaciones de las mujeres indígenas. Justifica el decir que todos los pueblos pasaron por situaciones similares? No lo creo.
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