Por Juan M. Rodea
El #Afteroffice (Parte 3): ¿cuál es el papel de la razón y la reflexión?
Durante mi primer congreso de la Comunidad Nueva Alianza tuve mi primera experiencia en la Renovación Carismática Católica de lleno, sería yo un adolescente para entonces, contaba con unos 14 años aproximadamente. Fue aquí donde conocí a un par de personas que me invitaron a una reunión sabatina organizada por un grupo ya con actividades ordinarias. Casi al final de la actividad, al socializar un poco, platicaba con una de mis primeras amigas de mi edad en ese Camino de Fe –después de un largo tiempo en el que compartía con casi pura gente mayor que yo–. Le pregunté su edad y supe que apenas le llevaba un año, y se me ocurrió preguntarle cuánto tiempo tenía de conocer a Cristo, a lo que recibí una de las respuestas más sabias que he escuchado en mi vida: "llevo conociéndolo toda mi vida". Claro está que es una persona que nació en el seno de una familia que participa casi desde la fundación de la asociación de fieles y que por ende fue formada en este ambiente desde el hogar, así que hacía sentido decir que había conocido a Nuestro Señor desde que tenía conciencia. No obstante, esa afirmación descubrí que era paralela al Nuevo Nacimiento que implica el Encuentro con Cristo tal y como se le explica a Nicodemo (Jn. 3,1-21): nacemos cuando lo conocemos.
Igualmente lograría vincular hasta tiempo después lo gradual que es el proceso a pesar de que la RCC hace un énfasis en la fuerza del momento donde más se intensifica el Encuentro, aunque no es infundado ese hecho, bien es cierto que nuestro andar comienza no sólo con el Sacramento del Bautismo, desde que comenzamos a ser formados vamos conociendo una Fe que alguien se comprometió a enseñarnos cuando nos llevó a bautizar, en mi caso dicha enseñanza fue agarrando forma desde la primaria al haber sido inscritos mis hermanos y yo en un par de colegios con la espiritualidad josefina, y tan sólida fue la educación en la Fe que los tres recibimos los Sacramentos que siguen al Bautismo: hicimos ahí nuestra primera Comunión y fuimos confirmados ahí mismo.
La espiritualidad carismática se me hizo novedosa en comparación con la josefina, por eso es que enmedio de un ambiente laico de una secundaria de gobierno donde compartía con adolescentes indiferentes a la religión o de otras denominaciones cristianas –que de hecho fueron mis pininos en materia de apologética– suponía para mi un refugio donde encontraba las respuestas que buscaba...
...fue en la preparatoria que decidí volver al ambiente de los colegios católicos y elegí el colegio salesiano de mi ciudad, y ahí fue donde me topé un poquito con pared, entre otras cosas, me hizo ruido el que algunos profesores no estuvieran muy de acuerdo con las expresiones de la RCC, que a veces la interpretación que aprendí a hacer de la Escritura a veces contrastaba con lo que me enseñaban en el colegio e incluso llegó un momento en el que llegué a tambalear un poquito dado que algunos de mis hermanos del distrito de adolescentes de aquel entonces después de "oración y discernimiento" iban recibiendo "revelación" de "los errores de la Iglesia católica", al grado de ir modificando su conducta y participación de algunas actividades del grupo o de plano dejar de participar –de cajón, los Sacramentos y la devoción mariana–, y llegó el momento en que uno a uno terminaron cambiándose a una congregación neoprotestante y mientras estuviéramos en contacto iban a tratar de convencernos, y fue difícil para mi que el último en irse fue uno de mis mejores amigos de aquel entonces, quien me repetía las ideas que poco a poco le fueron metiendo y que yo por falta de formación no sabía responder.
La crisis de Fe fue controlable hasta que llegué a la universidad, porque entre tantas ideologías y un ambiente tan heterogéneo es un poco más difícil encontrar personas con quiénes convivir que estén en un contexto similar, y sin una referencia sólida, opté por un comportamiento tibio y un tanto indiferente y hasta limitado y condicionado por las crisis propias de la etapa.
No fue sino hasta unos años después de haberme graduado y tocado fondo tras algunas experiencias durante mis primeros años de vida profesional que después podría compartir que caí en la cuenta de que era necesario buscar respuestas más allá de una formación que deja de lado un aspecto prácticamente imprescindible y que de considerarse ayudaría a impedir que muchas personas abandonaran la Fe por perderse en la confusión: la razón y el estudio que van más allá de lo que se lee en la Biblia y que puede ser interpretado equivocadamente sin la debida formación.
Después de medio año de vivir en la Ciudad de México, con un acceso a este ambiente un poco más restringido y más confinado a la soledad de un departamento, fue que al documentarme a ratos en la comodidad de la habitación con acceso a internet fui conociendo un poco más sobre la diversidad del catolicismo y fui conociendo más y más personas y medios virtuales en ese inter de mis últimos días allá y mi retorno a la provincia mexicana. Así fue como terminé vinculado en algunos cursos de formación presencial en la tranquila ciudad que me vio crecer: San Luis Potosí.
Y así es como por la apropiación de la experiencia vivida termino reparando en la necesidad de madurar la Fe y las demás virtudes bajo la premisa tomista clásica que había pasado de noche durante la preparatoria enmedio de esa confusión y crisis propias de la edad: la dualidad de la Fe y la razón, y era necesario transmitirlo a través de la sección.
"¿Cómo puede el hombre conocer su camino?" (Prov. 20,24), este proverbio me llevó a meditar un poco mejor la pregunta de Santo Tomás Apóstol de una forma más aterrizada, pues no basta saber que Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn. 14,5-6), sino que es preciso conocerlo y apropiarse del Evangelio que a Él nos conduce, es necesario saber llegar a la Verdad a través de la Fe y la razón a través de cada decisión que tomamos:
¿A qué le tiramos cuando soñamos?, porque todo aquello que esperamos en cierto modo nos lleva a creer y confiar, una vez encauzamos correctamente nuestra Esperanza es que podamos dar respuesta a la interrogante que nos plantea la encíclica Spe Salvi (La Esperanza de la Salvación, 2007) del Papa Benedicto XVI: ¿qué podemos esperar?
Del Papa Benedicto XVI también, la encíclica Deus Caritas est (Dios es Amor, 2005) nos cuestiona si es posible mandar el Amor, y si nos respondemos esta pregunta seguro que podremos comenzar a identificar los cimientos de una civilización del Amor:
Y una vez siendo maduradas estas virtudes centrales del cristianismo, que de hecho son conocidas como virtudes teologales, claro está que habiendo crecido debiera ser preciso preguntarnos: ¿qué pasa si la virtud es puesta a prueba?
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