LA IMPORTANCIA DE QUE HAYA UN CONFESIONARIO EN CADA IGLESIA
Por Jesús Mondragón
Acudí a una parroquia de otra comunidad a confesarme, porque en la mía no hay propiamente un confesionario. Existe una habitación pequeña contigua a la parroquia a un lado de las bancas, donde esperan las personas que hacemos fila para recibir el Santo Sacramento de la reconciliación.
El problema recide en que la puerta de ese "confesionario" se queda abierta y siempre se alcanzan a percibir algunas palabras al vuelo, hacia el exterior, de las personas que se están confesando y son captadas por los de afuera. Por esa razón, decidí ir junto con mi esposa, asistir a otra parroquia.
Pero la situación se complicó, cuando con horror descubrimos que en ésta tampoco existe un confesionario en forma y lo que es peor, al menos en mi parroquia es una habitación con la puerta abierta junto a las bancas, acá, era en las propias bancas donde se administra el Sacramento, e inmediatamente a un lado, la "fila" de gente que espera confesarse. El silencio del recinto era absoluto, podía casi escuchar a las arañas escalar la pared. Mi esposa y yo intercambiamos miradas y sin mediar palabra decidimos emprender la huída.
Y es que en las tres últimas comunidades donde hemos recidido ¡no existe confesionario! E inmediatamente me pregunté: Si así como nosotros que estamos acostumbrados a confesar nuestras faltas, decidimos no hacerlo ahí por la falta de privacidad e intimidad necesarias, ¿Cuántas personas no acuden a confesarse por lo mismo? Habiendo en las parroquias antes mencionadas, salones y salones para los diversos ministerios ¿y no se pudo designar un espacio adecuado para algo tan serio como lo es el Sacramento de la reconciliación? De por sí, uno que es un miserable pecador, no es que esté precisamente orgulloso de sus miserias, como para todavía exponerlas a la escasa concurrencia al "confesionario" y siendo mi esposa una de ellas pues con mayor razón.
Entonces comprendí, por qué son tantos los que acuden a comulgar, pero sólo unos cuantos los que recurren a la confesión. Es como si algunas veces nuestros mismos sacerdotes hubieran olvidado darle la seriedad que merece el Sacramento y cualquier lugar resultara bueno para realizarlo sin tener en cuenta los sentimientos de las personas.
Recordé el testimonio de Fernando Casanova, el famoso predicador católico, antes pastor pentecostal convertido al catolicismo, en el que narra cómo, la primera vez que se confesó, buscó un lugar donde hubiese un confesionario con paredes gruesas, del que no se escapara ni una sola palabra. Creo que todo aquel que desea confesarse desearía lo mismo que Fernando Casanova. Y es que cuando uno está arrepentido de sus pecados, siente la urgencia de confesarlos, más no de hacerlos del dominio público, ya es bastante con sentirse miserable por haberle fallado al Señor, como para encima, irme a enterar de las fallas de los demás y que ellos sepan las mías.
He acudido a otros lugares donde uno ingresa por una puerta y por otra el sacerdote, una luz verde indica que el confesionario está libre y una roja cuando está ocupado. Eso es confesarse como Dios manda y uno se siente con toda la confianza de reconciliarse con el Señor. Sabemos que no todas las parroquias cuentan con los recursos adecuados como para algo así, ya sea por falta de espacio o dinero. Lo importante es proporcionar un mínimo de privacidad. Los acostumbrados confesarse tal vez podamos pasar por alto esos inconvenientes e incomodidades. Pero no sucede así con la mayoría de las personas, que aunque son católicos de nombre, jamás recurren al recibir la reconciliación y menos aún, si a parte lo hacemos un poco más difícil.
Así que, señores párrocos, amados sacerdotes del Dios altísimo, tener un confesionario adecuado es muy importante, ¿No se han puesto a pensar, cuántas almas arrepentidas se pierden por no sentirse cómodos para acceder a la reconciliación? Y más cuando han acumulado años y años de pecados. Nunca resulta fácil confesarlos. Por caridad al prójimo, por amor a Dios, he ahí la importancia de un confesionario...
PD. Mejor me voy a confesar a mi parroquia.
PAX ET BONUM
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