LA VIRGEN MARÍA ES PNEUMATÓFORA Y PNEUMATOFORMIS. MIRA AQUÍ LO QUE ESTO SIGNIFICA
Primero leamos este pasaje del Evangelio sobre la visitación de la Santísima Virgen a su prima Santa Isabel:
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (Lc 1,39-50)
“En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá». María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: Su Nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.
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En cuanto Isabel oyó el saludo de María, San Juan Bautista saltó en el vientre de Isabel y quedaron llenos del Espíritu Santo.
En este pasaje del Evangelio de San Lucas ha quedado plasmada una verdad que los cristianos creemos desde los primeros siglos: que María, desde el momento de la Anunciación del Ángel Gabriel, es la Portadora del Espíritu Santo y la que, con su presencia, sirve de mediación para que el Espíritu llegue a las almas.
Cuando la Virgen María saluda a un alma, esta última queda llena del Espíritu Santo. Este saludo debemos entender que es "la Paz contigo", y es seguro que lo recibimos de la Virgen María cuando a Ella la saludamos con el mismo afecto y saludo del Ángel: "Ave María, llena de Gracia" o "Ave María, Gratia plena" o "Χαῖρε, Κεχαριτωμένη". En cada Rosario, en cada Ave María recibimos este saludo de la Virgen y el Espíritu Santo viene a nosotros para asistirnos, con sus gracias, en nuestras necesidades, sobre todo, en nuestra deificación obrada por el mismo Espíritu, en nuestra cristificación o transformación en Cristo. Desde nuestro bautismo empieza a obrarse en nosotros la cristificación, nuestra transformación en Cristo, y es el Espíritu Santo quien obra esto en nosotros. Ser cristianos es dejarse transformar en Cristo, pues es cristificados como entramos en la Vida eterna. Si tu meta, tu objetivo no es ser transformado en Cristo, entonces no has comprendido el llamado que Dios te ha hecho cuando te regaló la fe.
Pero volvamos a nuestro tema. La Virgen María es portadora del Espíritu Santo desde la Anunciación, es Pneumatófora, y es desde Ella, como mediación, que el Espíritu Santo se comunica a los fieles. Por eso también Ella es Pneumatoformis. En este pasaje evangélico se ven estas dos características de María como Pneumatófora y Pneumatoformis, como la que porta el Espíritu y lo da a los que Ella saluda. Por esta razón Ella estuvo presente en Pentecostés. Por esta misma razón es que Jesús, antes de expirar, en la persona del discípulo amado que a todo cristiano representa, nos dejó a su misma Madre como Madre nuestra, y sólo cuando el discípulo la recibió como propia fue que Jesús, inclinando su sagrada Cabeza, les entregó el Espíritu. Muchos autores, escritores y Padres de la Iglesia ven aquí representado o aludido en el Evangelio de San Juan el gran prodigio de Pentecostés. Tanto en la narración lucana (Hch 1,4-2,4) como en la joánica (Jn 19,25-30) está presente María, porque sólo donde está María se hace presente y actúa el Espíritu Santo renovando la faz de la tierra y transformándonos en hijos de Dios, partícipes de la naturaleza divina.
Por eso, hermanos, dejaos conducir por el Espíritu Santo que dijo por boca de María que Ella sería llamada «Bienaventurada» por todas las generaciones. Llámala tú también «Bienaventurada», no temas, no la endiosas, no ofendes a Dios con esto, al contrario, le das mayor gloria a Dios por las maravillas que ha obrado y sigue obrando a través de Ella (cf. Lc 1,49), y por Ella hace que Su Misericordia llegue a sus fieles de generación en generación (cf. Lc 1,50). La segunda Persona de la Trinidad ha unido su naturaleza divina a la naturaleza humana en Jesús, el Verbo encarnado; pero el Espíritu ha unido su Persona a la Persona de María en un matrimonio espiritual indisoluble, de tal modo que, cuando le llamamos a Ella «Bienaventurada», cuando la saludamos con el saludo del Ángel, con el Ave María, o cuando rezamos el Rosario, el Espíritu Santo se derrama sobre nosotros por medio de las manos maternales, inmaculadas y virginales de la Bienaventurada Santa María. Dios es mayormente alabado, ensalzado, glorificado, bendecido y adorado cuando reconocemos públicamente Sus obras, de las cuales María Santísima es la más excelsa y grande de todas, Su Obra Maestra. Haz la Voluntad de Dios en este sentido, y tu deificación, tu transformación en Su Hijo Jesucristo se producirá de una forma más rápida y eficaz.
Paz a vosotros.
Waldemar Niesermar.
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Aviso: La palabra pneumatófora no está en el Diccionario.
ResponderBorrarReal Academia Española (https://dle.rae.es/pneumat%C3%B3fora?m=form)
Aviso: La palabra pneumatoformis no está en el Diccionario.
Real Academia Española (https://dle.rae.es/pneumatoformis?m=form)
Y no tiene relevancia alguna si están o no están en el diccionario, son conceptos TEOLÓGICOS.
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