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5 platillos que le debemos a las monjas



Los platillos que tuvieron su origen en las cocinas de los grandes conventos son una herencia invaluable de la tradición culinaria de México. Tanto monjas como frailes crearon los más suculentos platillos y algunos de ellos aún son el elemento principal de la mesa.

La importancia de nuestra herencia culinaria se reconoció el 16 de noviembre de 2010, pues la comida mexicana fue declarada patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

Mole poblano

Es una herencia de la cocina conventual y es uno de los guisos que más variaciones tiene en todo el país, pues cada región le da su toque característico. La leyenda del mole poblano señala que una monja llamada Sor Andrea de la Asunción del Convento de Santa Rosa preparó un platillo especial para el Virrey Tomás Antonio de la Serna, quien estaba de visita en la ciudad de Puebla de los Ángeles.

Sor Andrea tostó en una cazuela con manteca varios tipos de chiles con diversas especias, incluido el ajonjolí. Lo puso a la lumbre y después le adicionó varias piezas de guajolote que previamente había cocido.

El Virrey y todas las hermanas del convento quedaron encantadas al probar el platillo, y otra monja, Sor Marta, fue quien lo nombró mole, que en náhuatl significa salsa o guisado, de acuerdo con el escritor Jesús Flores y Escalante, en su libro Breve historia de la cocina mexicana.

Chiles en nogada

Los historiadores aún no se ponen de acuerdo en cuanto al origen de este platillo, pero lo que sí se sabe es que los chiles en nogada provienen de la cocina conventual. La leyenda más popular dice que fueron inventados por las monjas agustinas del Convento de Santa Mónica en Puebla, como una celebración a la firma de Independencia de México con los Tratados de Córdoba entre Agustín de Iturbide y Juan O’Donojú, de acuerdo con el escritor Sebastián Verti en su libro Esplendor y grandeza de la cocina mexicana.

Buñuelos

Se sabe que los romanos consumían un alimento parecido a los actuales buñuelos basado en una masa frita en aceite. Pero en México, en la época de la colonia, la receta original se fue adaptando y se agregó vainilla y/o anís para aromatizar. La receta más antigua en México para hacer buñuelos de queso que están plasmados en el recetario de Sor Juana Inés de la Cruz, que data del siglo XVII.

Camote

Es un postre clásico de la gastronomía poblana, además forma parte de las leyendas clásicas del estado.

Se dice que en 1676 una niña de trece años llamada Angelina fue llevada por sus padres con las religiosas de Santa Inés para ser enclaustrada como novicia; en el convento destacaron sus dones en la cocina. En una visita que hiciera al convento el Obispo Manuel Fernández de Santa Cruz, la madre superiora pidió a Angelina que hiciera un postre especial. La novicia decidió hervir en agua camotes para luego hacer una pasta con ellos a la que agregó piña y azúcar, luego hizo unas porciones con la pasta en forma de bollo, que decoró con pinturas vegetales.

De acuerdo con la leyenda, el obispo quedó encantado. Años más tarde, Angelina se casó y puso una tienda de dulces junto al Convento de Santa Clara y en cajitas colocaba los dulces, que tenían la leyenda: “Camotes de Santa Clara”.

Flan de vainilla.

De acuerdo con el Larousse Cocina, el nombre flan es una palabra francesa que significa torta plana. Cuando se comenzó a popularizar el flan, comenzaron a nacer nuevas versiones, dependiendo del país donde se preparaba. Pero la receta básica para cocinarlo incluye huevos, leche y azúcar. Se cocina a “baño maría” y se le pone caramelo.

El flan típico de vainilla es una receta conventual, que hasta la fecha es muy popular en Puebla.

Sabías que: Las recetas de puño y letra de Sor Juana Inés de la Cruz de mediados del siglo XVII y publicadas como Libro de cocina del Convento de San Jerónimo, constituyen el más antiguo recetario de México.

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