Monseñor Franco Coppola: “La Virgen de Guadalupe me transformó”



Cuando llegó a México, a finales de 2016, una de las principales preocupaciones del Nuncio Apostólico, Franco Coppola, era que no conocía prácticamente nada sobre las Apariciones de la Virgen de Guadalupe; por eso, a las pocas horas de haber llegado, pidió a sus colaboradores que lo llevaran a la Basílica.

“Si algún periodista me preguntaba por la Virgen, no sabía qué responder”, reconoce. No obstante, en cuanto la vio, nació un cariño y una devoción que sólo ha crecido con el tiempo.

Cinco años después no sólo se sabe la historia del Milagro de las Rosas y la importancia que tiene la Madre del Tepeyac para todos los mexicanos; también le ha pedido que lo adopte como un hijo más.

Hace unos días, el Papa Francisco pidió a monseñor Coppola que continúe su labor como representante diplomático de la Santa Sede ahora en Bélgica, con lo que dará por terminada su misión en México.

“Pero no tengo prisa de irme –dice en entrevista con Desde la fe-, y por ello me quedo todo el tiempo que pueda, hasta el primero de enero, para despedirme de todas las personas que me han acompañado en estos cinco años, y también de las autoridades”.

“México es mi casa”

Aunque su principal labor dentro de la Iglesia ha sido acompañar a los obispos mexicanos, monseñor Coppola también ha tenido la oportunidad de conocer a los fieles de todo el país, su profunda fe y los problemas que enfrentan.

“Fue una experiencia riquísima. Creo que no encontraré otro país que tenga un pueblo tan fiel, tan creyente y con una fe tan profunda, sencilla y profunda, al mismo tiempo”.

Aunque ya no vivirá aquí, asegura que México se ha convertido en su casa.

“Primero, porque así me lo han hecho saber, siempre me dijeron ‘esta es su casa’, y es algo que en ningún otro lado me habían dicho, y no estaría bien de mi parte no sentirme así”.

Las experiencias que lo marcaron

De las experiencias que más marcaron su paso por México, monseñor Coppola destaca, por un lado, haber acompañado a la Iglesia en la atención de los casos de abuso sexual por parte de clérigos y sacerdotes.

Desde que llegó al país, se reunió con víctimas, escuchó sus historias, atendió sus peticiones y trabajó de la mano con la Conferencia del Episcopado Mexicano para mejorar la respuesta y a atención a quienes sufrieron abusos, y también ha atestiguado el trabajo de la Iglesia para prevenirlos.




Por otro lado, agrega, también palpó los estragos de la violencia, principalmente durante la visita que hizo a Aguililla, Michoacán, donde encontró dolor y sufrimiento, pero también a una Iglesia en salida, que acompaña al pueblo de Dios.

También, reconoce, quedó gratamente sorprendido por la sencillez y la adhesión al Papa de todos los obispos mexicanos, que le permitieron acompañarlo.

“Me encontré con un episcopado que me regaló su confianza, sin conocerme, sólo porque era el Nuncio. Sólo porque representaba al Santo Padre me escuchaban, me permitían participar en todos sus trabajos, tomaban en cuenta lo que yo decía, abrían su corazón conmigo. Me impresionó que lo hicieron sin conocerme, sin saber qué tipo soy, sólo por el hecho de ser el representante del Papa.”

“Yo no conozco a todos los episcopados del mundo y no puedo hacer comparaciones, pero puedo decir que, de los que yo conozco, este es el que más estima y respeta al Santo Padre”.

“La Virgen me transformó”

Aquella vez que visitó la Basílica por primera vez, monseñor Coppola pudo leer la inscripción que recibe a los peregrinos en el recinto mariano: “¿Por qué te preocupas, no estoy yo aquí que soy tu madre?”.

Ese, reconoce el Nuncio, ha sido uno de los encuentros más significativos de su vida.

“La Virgen de Guadalupe me transformó. En México siempre sentí detrás de mí a esa Madre que me cuidaba y que me acompañaba”.

Por eso ha querido que su último acto en el país sea presidir la Santa Misa a los pies de Nuestra Señora, pero no para despedirse, sino para pedirle que lo acompañe en su nueva aventura, pues así como considera a México su casa, para él la Virgen de Guadalupe también es su madre.

“Y cuando uno tiene una Madre –dice sonriente-, no la deja nunca”.

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