Al finalizar un año solemos hacer propósitos, sin embargo, tal vez no vislumbramos con confianza poder realizarlos. El profeta Ezequiel nos cuenta una visión que puede iluminar el inicio del Año Nuevo, en que las muertes por covid-19 aún continúan y que podemos imaginar como el Valle lleno de huesos de la visión de Ezequiel.
Esta visión ilustra la promesa de Dios a Israel, a quien le dará una nueva vida, a quien restaurará como una nueva nación. Los huesos secos se refieren al cautiverio de los judíos en donde se encuentran esparcidos y muertos, y, más aún, en donde hay una especie de muerte espiritual.
Así como Dios prometió restaurar a su nación, puede restaurar hoy la humanidad en donde el virus exterminador se pasea incansablemente destruyendo lo más precioso que Dios nos ha dado, la vida. La promesa de Dios va más allá de restaurar físicamente o materialmente, pues promete dar una nueva vida espiritual a su pueblo como queriendo crear una nueva humanidad.
Leamos la Palabra de Dios en el libro del Profeta Ezequiel, capítulo 37 y descubramos un proceso que nos puede llevar a la esperanza de pasar de ser huesos secos a un ejercito con el que el Señor quiere infundir una nueva vida y restaurar la humanidad.
Aprender a escuchar implica guardar silencio
Los huesos secos andaban diciendo “se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, todo está acabado para nosotros”. Estaban secos, pero se quejaban. No es criticando, reclamando y lamentando como se logran los cambios importantes, se trata de callar y escuchar para descubrir lo que la voluntad de Dios nos pide en este momento en que iniciamos un año en el contexto de la pandemia.
Aprender a confiar en Dios
En el dialogo entre Dios y el profeta hay una pregunta y una respuesta “Hijo de hombre, ¿podrán revivir estos huesos? Yo le respondí: Señor, tú lo sabes”. Se trata de no poner la confianza en sí mismo o en otros fuera de Dios, pues es Dios quien está más interesado en que la realidad cambie para beneficio del hombre. Confiando en la voluntad de Dios, la crisis ocasionada por la Pandemia será una crisis de oportunidad y no solo de desaliento.
Aprender a caminar en equipo
“Mientras yo profetizaba se oyó un ruido estremecedor y los huesos se juntaron entre sí”. Los huesos secos se convirtieron en un esqueleto, en un cuerpo, ya no estaban solos o aislados cada uno por su lado, sino ahora formaban un cuerpo creado por vínculos. Así fueron revestidos de carne y luego de piel. El crear vínculos dispone a la formación de un equipo para afrontar los grandes desafíos que genera la pandemia.
Docilidad al Espíritu de Dios
“¡Ven, espíritu , desde los cuatro vientos! ¡Sopla sobre estos muertos para que vivan!”. Nada podemos solos, sin la ayuda de Dios no podremos ponernos en pie, podríamos seguir luchando contra la crisis sanitaria, laboral y política, pero sin el Espíritu de Dios no podríamos mantenernos vivos. Sin Dios somos incapaces, por ello dice Jesús “sin mi no pueden hacer nada” y confirma san Pablo “todo lo puedo en aquel que me conforta”.
Ponerse en pie. “… el espíritu penetró en ellos. Volvieron a la vida y se pusieron en pie”. Aquí se quedan atrás las derrotas y las frustraciones, pues es hora de ponerse en pie ante la problemática con la que iniciamos este Año nuevo. Estar en pie significa ver hacia delante con esperanza y estar dispuestos a caminar para lograr metas comunes en la restauración de la sociedad.
Crear un ejército de Dios
“Entonces los huesos revivieron y se pusieron en pie. ¡Era un ejército numeroso!” De huesos secos Dios pasó a crear un ejército de guerreros. Un ejercito se caracteriza por ser un cuerpo organizado con estrategia, por tener la capacidad para enfrentar con su fuerza las batallas y por su esperanza en la victoria ante las pruebas. San Pablo dirá que nuestra lucha no es contra la carne o la sangre sino contra principados y potestades, es decir una batalla espiritual en la que cada soldado estará dispuesto a edificar un mundo mejor.
Tratando de hacer silencio para escuchar la voz de Dios, confiando en su palabra, disponiéndose a crear vínculos para hacer equipo, secundando al espíritu de los cuatro vientos, pongámonos en pie, enlistémonos en el ejercito de Dios para afrontar, siempre juntos, como hermanos todos, los desafíos que presenta la pandemia al inicio del año que comienza, siempre con la convicción de saber que “para Dios no hay imposibles”.
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