Hay relaciones familiares que nos generan imágenes o pensamientos de amor y de ternura, como las de los padres con los hijos, los abuelos con los nietos o las de los hermanos entre sí. Pero cuando se trata de la relación de la suegra con la nuera o con el yerno, las ideas fluyen con diversos matices, que pueden ir desde las bromas hasta el desprecio, y desde el amor hasta la animadversión.
Es un parentesco que puede tornarse tan complicado que hasta el Papa Francisco, con gran sentido del humor, lo ha manifestado en diversas ocasiones: “¿Qué marido y qué mujer no se pelean? Y más cuando se mete la suegra”, dijo a todos los presentes en el Encuentro con las Familias en Tuxtla Gutiérrez, en febrero del 2016.
Y aunque las perspectivas de la realidad son muy diferentes viviendo el papel de nuera o de suegra, lo cierto es que las mujeres que tenemos hijos casados, en su momento vivimos también una relación con la madre de nuestro cónyuge, de la que podemos tomar las mejores experiencias para hacer una mejor versión de nosotras mismas y de la tan temida y menospreciada figura de la familia.
Cuando preguntas a una mamá qué es lo que desea para sus hijos, invariablemente responden: ‘Que sean felices’. Algunas dicen también: ‘Que sean hombres o mujeres de bien’, y otras más: ‘Que logren ser independientes’.
Y para lograr cualquiera o todas estas metas, es necesario recorrer un largo camino de educación que inicia con una vida totalmente dependiente de los cuidados de los padres, quienes día con día, con paciencia, amor y constancia, lo van conduciendo al camino de la autosuficiencia para tomar sus propias decisiones, alcanzar la libertad, definir su camino, y si éste es el matrimonio, elegir -como en su momento lo hicimos nosotros mismos- a su compañero o compañera de vida.
La tristeza de la suegra al ver partir a los hijos
Quizá para muchas madres es difícil cortar de una vez por todas el cordón porque no se prepararon para vivir el momento de “dejará a su padre y a su madre, y se unirá con su mujer…” que sin duda es una paradoja: la tristeza de la ausencia del hijo en el hogar y la inmensa alegría de ver realizada en él una tarea educativa que culmina con su felicidad, con su libre elección y con el inicio de una nueva familia.
Quienes llevamos recorrido ya un largo trecho de la vida, sabemos que el verdadero amor no se reduce a un sentimiento, que en muchas ocasiones es un acto de voluntad, y la decisión del hijo, nos guste o no, debe ser suficiente motivo para amar y abrir las puertas de nuestro corazón a quien ha elegido, y dar el primer paso para convertir en cordial una relación que muchas veces resulta tan compleja.
Cuando escucho frases tan desafortunadas en labios de suegras que sin recato afirman que “primero tuviste madre que mujer” o siguen refiriéndose al hijo como “mi niño”, “mi Juan”, pienso además el daño que están haciendo en el nuevo matrimonio y el lamentable abismo que van cavando con la mujer que lo ama y hace feliz, tenemos bien merecida la mala fama y la aversión que provocan esos comentarios.
Consejos para cumplir honrosamente el rol de suegras
1. El primero es la prudencia: hacer de esta virtud un hábito para cerrar la boca con los miles de consejos que se nos vienen a la cabeza, y abrirla solamente cuando nos pidan nuestra opinión.
Además de vivir un cambio de época, cada matrimonio tiene su propio estilo y marca sus propias reglas que pueden ser muy diferentes a las de la familia de origen.
2. Nunca competir ni intentar obtener más consideraciones del hijo o la hija. Tu nuera o yerno siempre debe ocupar el lugar que les corresponde, recuerda que “más se consigue con una gota de miel que con un barril de hiel”.
Para el yerno o la nuera seguramente será importante saber que su felicidad también te hace feliz. Puedes tener una comunicación asertiva, sincera para que encuentre en ti una aliada que respeta sus decisiones y que puede ayudarla cuando lo solicite, y en la que puede confiar.
3. No opines ni intentes intervenir en la crianza de los niños, ni en los métodos ni decisiones educativas. Ellos ahora comienzan un camino que tú ya has recorrido y tu papel se reduce a la más dulce y satisfactoria de las tareas: amar y disfrutar a los nietos.
4. Cumple con tu parte, quizá la respuesta ya no dependa de ti, pero sí puedes mantener siempre la puerta abierta si no te “enganchas” en conflictos infructuosos y dañinos para todos. Si tu hijo es feliz y ha fortalecido sus alas para volar muy alto, sabrás que has cumplido con tu misión.
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