En el año 2013, durante su primera misión espacial, el astronauta Mike Hopkins, originario de Missouri (Estados Unidos), pidió permiso a la Diócesis de Galveston-Houston para poder subir a la nave rusa Soyuz seis hostias consagradas, mismas que dividió en cuatro cada una para poder celebrar la Eucaristía cada semana durante los seis meses que duraría la misión de la Expedición 37 en la Estación Espacial Internacional.
En una entrevista a posteriori que dio al National Catholic Register, Mike Hopkins explicó que después de convertirse al catolicismo, había pensado en su próxima misión de seis meses sintiendo que algo le faltaba.
Lo que Mike Hopkins lamentaba era tener que abstenerse de comulgar, de recibir la Eucaristía, por lo que empezó a preguntarse si existía alguna posibilidad de poder llevar la sagrada forma al espacio.
Con la ayuda de un diácono, Hopkins pudo obtener el permiso de la Iglesia y, tras recibir también la anuencia de la agencia especial rusa, pudo llevar a la órbita un pequeño recipiente con seis hostias divididas cada una en cuatro partes, para tener la oportunidad de recibir la Comunión semanalmente durante el tiempo de la misión en la Estación Espacial Internacional.
Ya en el espacio, el astronauta empleaba algunos de sus ratos libres para mantenerse al día con las lecturas del domingo y la homilía semanal de su sacerdote, que recibía vía e-mail por medio de una persona designada por la NASA para apoyar a su familia, que a la vez era un miembro de su parroquia.
Hopkins relató que recibió la Comunión dos veces en circunstancias muy especiales, mientras hacía sendas caminatas matutinas, y realmente le ayudaba saber que Jesús estaba con él cuando abría la puerta para salir al espacio.
La última Comunión que Mike Hopkins recibió fue precisamente el último día en la órbita, mientras se hallaba en la “cúpula” mirando hacia la Tierra desde el ventanal, lo cual fue para él un momento muy especial antes de regresar a casa.
“Cuando uno ve la Tierra desde ese punto de vista, y ve toda la belleza natural que existe, es difícil no darse cuenta de que tiene que haber un poder superior que ha hecho todo esto”, aseguró a Catholic News Service.
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