¿Eres de las personas que están tan llenas de actividades todo el día, que en la noche sólo quieren dejarse caer en su cama y echarse a roncar?, ¿o de las que se acuestan a ver la tele hasta que se les cierran los ojos y ni cuenta se dan de a qué hora se durmieron?, ¿o de las que ya bajo las cobijas, lo último que hacen es checar sus mensajes, chatear o ver videos en su tableta o celular?
Que no sea así en esta Cuaresma. Haz algo diferente: Antes de dormir toma un momento para hacerte 3 preguntas:
1. ¿Percibí la presencia de Dios en este día?
Pídele ayuda al Espíritu Santo para que te ayude a repasar tu jornada y a recordar hacia dónde se dirigieron tus pensamientos, tu corazón.
Si saliste de madrugada, tal vez levantaste la mirada y te maravilló ver en el cielo esas nubecitas rosadas esponjosas como algodón de azúcar, las puntas de los árboles brillantes con el sol del alba y alabaste a Dios. O quizá ibas viendo el celular y ni cuenta te diste del amanecer que Dios pintó para ti. Más tarde, tal vez enfrentaste una situación que hubiera podido ser un problema, pero se resolvió y diste gracias a Dios. O quizá lo achacaste a la suerte o a la casualidad.
Repasa momento a momento la jornada, examina sobre todo si te sentiste en las manos amorosas del Padre, si recordaste palabras o actitudes de Jesús que te sirvieron de ejemplo, o te cuestionaron, o te incomodaron. Si sentiste la inspiración del Espíritu Santo moviéndote a ayudar a alguien o a intervenir en alguna situación para bien.
2. ¿Respondí como Dios esperaba?
A lo largo del día tenemos altibajos, momentos en que sabemos que hicimos lo que agrada a Dios y otros en los que le dijimos: ‘sé lo que quieres, pero yo quiero lo que yo quiero’. Repasa tu día preguntándote cómo le fuiste respondiendo a Dios: si lo ignoraste o fuiste dócil y disfrutaste de la paz y el gozo de cumplir Su voluntad.
Haz este examen con ayuda del Espíritu Santo, para que sepas verte como Él te ve: con verdad, pero no con un juicio severo y si piedad, sino paciente y misericordioso. Que repasar lo que pensaste, dijiste, hiciste u omitiste, no te provoque sentimientos de ira contra ti ni te llene de desánimo o desesperanza, sino te ayude a mantenerte humilde, a reconocer que eres capaz de caer, pero también de levantarte con la ayuda de Dios. Y si detectaste que cometiste algo grave, acude a confesarte.
Como estamos en Cuaresma, conviene que incluyas en esta revisión cómo viviste lo que la Iglesia nos propone practicar de manera especial en este tiempo: la oración (si la hiciste, si fue rutinaria, si fue un momento rico de encuentro personal con Dios, si sólo le hablaste o también le escuchaste…), la limosna (si hiciste algo por alguien, si supiste dar de ti, de tu persona, de tu tiempo, de tus bienes, y no sólo lo que te sobraba), y el ayuno y la abstinencia (si aquello de lo que te abstuviste te ayudó a fortalecer tu dominio propio y también benefició a alguien). ¿Vives el tiempo cuaresmal como una molestia que no puedes esperar que termine o como una ayuda para crecer en fe, esperanza y caridad?
3. ¿En qué puedo mejorar mañana?
Si en tu repaso reconoces faltas y caídas, no te atores en la culpa, ábrete a la esperanza de que mañana puedes reaccionar mejor con ayuda de Dios. Que el recuerdo de tus fallas de hoy te ayude a no cometerlas mañana. Por ejemplo, si hoy no supiste captar ni responder a la voluntad divina, pregúntate por qué, tal vez fue por ignorancia, o por temor, o por flojera. Es algo que puedes enmendar. Y si, por el contrario, descubriste que algo te ayudó a crecer espiritualmente, proponte seguir por ahí, perseverar.
No toma mucho tiempo preguntarte estas 3 cosas, y te ayudarán a darte cuenta de cómo vas viviendo diario: si cada vez más cerca de Dios, o en caminos paralelos que no se van a encontrar nunca, o peor, en sentido contrario. Saberlo te permitirá reaccionar, y hacer a tiempo algo al respecto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario