En una entrevista concedida al canal italiano RAI 1 en Viernes Santo, el Santo Padre contó, entre otras cosas, por qué le teme al demonio y reza a San Miguel Arcángel todos los días.
La periodista Lorena Bianchetti entrevistó al Papa Francisco para el programa A Su imagen. Por casi cincuenta minutos, el Sumo Pontífice habló sobre la guerra en Ucrania y confesó la batalla espiritual que lleva contra el demonio.
Al hablar de la guerra y las imágenes que actualmente conmueven al mundo, el Papa Francisco se refirió a la acción del demonio.
“Volviendo al demonio, algunos dicen que hablo demasiado del demonio. Pero es una realidad. Creo en ello, ¡eh! Algunos dicen: ‘No, es un mito’. Yo no voy con el mito, voy con la realidad, creo en ella”, dijo el Santo Padre.
“Pero es seductor. La seducción siempre trata de entrar, de prometer algo. Si los pecados fueran feos, si no tuvieran algo de bello, nadie pecaría. El diablo te presenta algo hermoso en el pecado y te lleva a pecar", agregó.
Y advirtió: “El diablo siempre busca nuestra destrucción. ¿Por qué? Porque somos la imagen de Dios”.
A continuación el Papa Francisco retomó el concepto del Via Crucis del Viernes Santo y reconoció que un problema actual de la Iglesia es el peligro de caer en la mundanidad.
Luego, el Santo Padre dialogó con la periodista sobre el ataque del demonio a la Iglesia. En ese momento, el Sumo Pontífice comentó que reza cada día la oración a San Miguel Arcángel compuesta por el Papa León XIII.
“Esa oración, a san Miguel Arcángel, la rezo todos los días, por la mañana. ¡Todos los días! Para que me ayude a vencer al diablo. Alguien que me escuche puede decir: ‘Pero, Santidad, usted ha estudiado, es Papa, ¿y todavía cree en el diablo?’. Sí, creo, querido, creo. Le tengo miedo, por eso tengo que defenderme tanto. El diablo que había hecho todas las maniobras para que Jesús terminara, como lo hizo, en la cruz”.
Sin embargo, el Santo Padre nos invita a mirar a Jesús Crucificado: “déjate tocar el corazón, deja que Él te hable con su silencio y con su dolor. Deja que te hable con las personas que sufren en el mundo: sufren el hambre, la guerra, tanta explotación y todas estas cosas. Deja que Jesús te hable y, por favor, no hables tú. Silencio. Que sea Él y pide la gracia de llorar”.
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