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¿Se puede ser Católico y creer en el 'Karma'?

 


Hoy día en occidente se han puesto de moda muchas creencias orientales sobre el alma, debido al auge de la llamada "Nueva Era", que ofrece la experiencia de una "espiritualidad" sin la necesidad de un Dios Personal, el cual es sustituido por una especie de "energía universal" impersonal. Estas ideas se han vuelto tan populares en nuestra sociedad que muchos ya las dan por sentadas, a pesar de que al mismo tiempo profesen una fe cristiana. No es muy extraño escuchar a alguien formalmente católico decir que a tal o cual persona le pasó algo debido al "karma". Así que es necesario preguntarnos: ¿Se puede ser católico y al mismo tiempo creer en el karma?

Y la respuesta es un rotundo NO. No es posible empatizar la fe cristiana del catolicismo con el karma.
 

¿Pero por qué no son compatibles?

El 'Karma' es incompatible con la fe católica porque es exactamente lo contrario a la GRACIA y la doctrina de la Gracia es central, fundamental e insustituible para el cristianismo.

Los Cristianos creemos que alcanzamos la salvación del alma porque Dios, gratuitamente, sin mérito humano de por medio, ha decidido entregar a su propio Hijo como Cordero propicio por nuestros pecados y los méritos salvíficos del Sacrificio de Cristo realizado en la cruz nos son infundidos ordinariamente de manera gratuitamente por medio de los Sacramentos (medios de Gracia).

Esto es muy importante, pues según la idea del 'karma', lo único que hubiese merecido la humanidad, debido a su constante y terrible pecado, era un castigo indescriptible, proporcional a su pecado, pues a sus malas acciones hubiera merecido unas muy malas consecuencias, sin embargo Dios, por su Divina Misericordia, sin que lo mereciéramos, decidió reconciliarnos con Él por medio de su Hijo: "mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros" (Romanos 5, 8).

Lo que hizo Dios, por su Gracia, el enviar a su Hijo a morir por los hombres, siendo los hombres terriblemente pecadores, es completamente contrario a la ley del karma. Merecíamos castigo, y un castigo muy severo, pero por su Gracia hemos recibido perdón.

Pero la Gracia, además de ser el regalo mismo de la salvación, es una asistencia sobrenatural en el alma que nos fortalece para poder cumplir la voluntad de Dios y permanecer en Comunión con Él. Sin esta fuerza sobrenatural que es la Gracia en nuestras almas, el hombre, abandonado a sus propias fuerzas, no podría agradar a Dios, puesto que debido a la concupiscencia, siempre tiene una inclinación al pecado, inclinación que solo puede ser derrotada con la ayuda de la Gracia. La Gracia se nos regala para que podamos, con ella, vencer al pecado.

En la enseñanza del Karma es el alma la que se castiga o se recompensa a sí misma por sus propias obras, sin la intervención de Dios. El 'Karma' no considera la Misericordia Divina, por lo tanto es una enseñanza ajena a la creencia cristiana.

Ahora bien, ¿no dice acaso la biblia que Dios dará a cada uno según sus obras? ¿No sería esto compatible con el karma?

No es compatible porque, como ya hemos dicho, en el Karma no es necesaria ni siquiera la participación de un Dios Personal que juzga y retribuye, pues el karma sería una energía que "equilibra", una especie de ley de "causa-efecto" que rige al universo.

En la fe cristiana por su parte, si bien Dios dará a cada uno según sus obras, y recompensará al justo y castigará al impío, no supone esto una sustitución de la Gracia Divina. Dios concederá la salvación a aquellos que, unidos a Cristo, y gracias a Él, a Su Gracia infundida en sus almas, hayan dado buenos frutos, porque como bien dice el Señor ("porque separados de mí no pueden hacer nada". Juan 15, 5).

Dios nos recompensará si somos justos, pero solo podemos obrar en justicia si dejamos que su gracia opere en nuestras almas.
 

Así que en resumen, en tanto que la creencia del 'karma' sostiene que el alma avanza o retrocede en cada vida (la reencarnación, dicho sea de paso, también es una idea contraria a la fe católica), debido a las propias acciones personales, que se equilibran a sí mismas por una ley o energía impersonal, sin un Dios que juzgue a cada uno al final de la vida, es definitivamente una creencia del todo incompatible con la fe en Jesucristo que enseña la Iglesia católica.
Alfredo Rodríguez

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