Actualmente son muchos los que padecen soledad, abandono, enfermedades mentales y físicas, producto del modo de vida que llevamos tan acelerado, individualista, consumista y narcisista. Por lo mismo, el buen trato, requisito indispensable para nuestro desarrollo personal y social, se ha ido desdibujando y ha sido reemplazado por un modo de relación más bien higiénico, funcional y comercial (en el mejor de los casos), o bien, por un modo abusivo, hostigador, manipulador, opresor y humillante en muchas ocasiones.
La violencia y la agresión se ha normalizado como modo de vincularnos y las consecuencias tanto en los niños, jóvenes, adultos y en especial en las personas mayores, ya comienza a develar situaciones muy preocupantes en nuestra convivencia. Es en este contexto donde los cristianos tenemos mucho que aportar con un testimonio diferente donde, más que palabras, seamos reconocidos por cómo tratamos a los demás y cuánto amor y cuidado ponemos en ello. Y es que las tareas del cuidado, que se encarnan en el buen trato, son necesarias para vivir, convivir, satisfacer necesidades, construir proyectos de bienestar personal y proyectos ciudadanos en torno al bien común, la igualdad y la solidaridad.
¿Qué es el buen trato?
El cuidado ha estado históricamente asociado a las mujeres, en la vida familiar y en la guerra. Estas han sido las principales cuidadoras de la vida que crece, de los ancianos, de las personas enfermas y en dificultad. Sin embargo, se afirma que, aunque las experiencias de las mujeres son una fuente importante del aprendizaje y la realización del cuidado, no es un valor exclusivo de ellas. El mismo ejemplo de Jesús nos interpela a todos a hacernos cargo responsablemente de los demás porque no podemos vivir solo para nosotros mismos, ya que somos seres relacionales, interdependientes y llamados a construir un Reino de amor.
El buen trato es más que ausencia de abuso o maltrato. No es equivalente a la pasividad, sino que designa una manera de posicionarse y actuar frente al mundo. Implica establecer relaciones basadas en el respeto, la consideración de los demás y el reconocimiento de los otros y lo otro, como “como legítimos otros/otro”.
Si bien se traduce en gestos, es más bien un paradigma, una forma de ver la vida y, sobre todo, de actuar en ella. Pero antes debemos aclarar “mitos” que se aplican al buen trato: querer a todo el mundo o llevarse bien con todos; darse por entero a los demás, olvidándose de uno mismo; estar siempre de buen humor, sin enojarse nunca; estar siempre bien con todos, sin nunca entrar en conflicto; confiar ciegamente en todo el mundo; ver solo el lado bueno de la vida.
El cuidado ha estado históricamente asociado a las mujeres, en la vida familiar y en la guerra. Estas han sido las principales cuidadoras de la vida que crece, de los ancianos, de las personas enfermas y en dificultad. Sin embargo, se afirma que, aunque las experiencias de las mujeres son una fuente importante del aprendizaje y la realización del cuidado, no es un valor exclusivo de ellas. El mismo ejemplo de Jesús nos interpela a todos a hacernos cargo responsablemente de los demás porque no podemos vivir solo para nosotros mismos, ya que somos seres relacionales, interdependientes y llamados a construir un Reino de amor.
El buen trato es más que ausencia de abuso o maltrato. No es equivalente a la pasividad, sino que designa una manera de posicionarse y actuar frente al mundo. Implica establecer relaciones basadas en el respeto, la consideración de los demás y el reconocimiento de los otros y lo otro, como “como legítimos otros/otro”.
Si bien se traduce en gestos, es más bien un paradigma, una forma de ver la vida y, sobre todo, de actuar en ella. Pero antes debemos aclarar “mitos” que se aplican al buen trato: querer a todo el mundo o llevarse bien con todos; darse por entero a los demás, olvidándose de uno mismo; estar siempre de buen humor, sin enojarse nunca; estar siempre bien con todos, sin nunca entrar en conflicto; confiar ciegamente en todo el mundo; ver solo el lado bueno de la vida.
¿Cómo se promueve?
El buen trato no se instruye. El buen trato se vive. El buen trato se promueve en vínculos, en la forma de relacionarnos. Para ello es necesario generar contextos o microclimas de buen trato. Estos microclimas protegen del efecto tóxico de las relaciones o contextos abusivos, otorgando parámetros de contraste que impiden normalizar abusos y malos tratos de cualquier índole:
- Enfocados en los recursos vs los déficits, lo que falta: los climas en que me y nos movemos, ¿destacan mis aspectos positivos? ¿O destacan lo negativo que hay en mí o en los otros? Los climas nutritivos se manifiestan en que en ellos se descubren y destacan talentos y habilidades de cada uno; se reconocen explícitamente los logros; se considera el error como una oportunidad de aprendizaje; no se desconocen las debilidades o errores, pero se ayuda a asumirlas; se sancionan las conductas, no las personas. En cambio, en los climas tóxicos los indicadores son que se enfatizan los defectos, errores y debilidades de cada uno; hay descalificación o ausencia de reconocimiento; se considera el error como un fracaso; se culpabiliza o estigmatiza al otro por sus debilidades o errores; se sanciona a la persona.
- Enfocados en la cooperación vs la competencia: en los climas en los cuales me desenvuelvo, ¿vamos todos para el mismo lado? ¿O cada cual tira para el suyo? Los climas nutritivos se manifiestan en: surge la lógica del bien común. Las personas trabajan unas con otros. Todos ganan: “Yo gano, si tú ganas”. Se generan relaciones solidarias y de confianza. En los climas tóxicos se ve que surge una lógica individualista. Las personas trabajan unas contra otras. Hay ganadores y perdedores: “yo gano, si tú pierdes”. Se generan relaciones de desconfianza.
- Enfocados en la pertenencia vs la exclusión: ¿me siento parte del grupo? ¿Integro a los demás? ¿Soy responsable de la marginación de algunos? Los climas nutritivos se manifiestan en que: se busca integrar a todos. Los grupos son permeables. Se hace sentir que todos son parte del grupo. Pertenecer no implica perder la propia individualidad. El grupo se preocupa ante eventos vitales especiales de algún miembro. En los climas tóxicos se ve: hay rechazos o se invisibiliza a algunos. Hay grupos cerrados. Se hace sentir que da lo mismo que uno esté o no. Para pertenecer hay que negarse a uno mismo. Se privilegia a unos sobre otros. Hay favoritos y privilegiados. El grupo se muestra indiferente ante eventos vitales de algún miembro.
- Enfocados en jerarquías de actualización vs jerarquías de dominio: ¿cómo se ejerce la autoridad en los climas donde yo me desenvuelvo? ¿Cómo ejerzo yo la autoridad? En los climas nutritivos se puede visualizar: el poder conlleva responsabilidades. Se basan en el respeto. Prima el valor de la convivencia. Las jerarquías son transitorias. Se promueve el crecimiento de quienes están bajo el propio alegro. Nunca se avala o justifica el mal trato. En los climas tóxicos se visualiza: el poder que conlleva privilegios. Se basan en el sometimiento, confundiendo respeto a sumisión. Prima el valor de la obediencia como fin en sí mismo. Las jerarquías son permanentes e inmutables. Se inhibe el crecimiento de quienes están bajo el propio alero. Se legitima el maltrato como un mal necesario o merecido.
- Enfocados en la comunicación vvs la incomunicación: ¿cómo es la comunicación dentro de los grupos donde yo me desenvuelvo? ¿Cómo me comunico yo? En los climas nutritivos se manifiesta en que: se crean oportunidades para conversar y escucharse. Es posible expresar la propia opinión. Hay cabida a las propias dudas, preguntas o inquietudes. Hay transparencia. En los climas tóxicos se manifiesta esto: carencia de espacios para la escucha y conversa. Silencio, monólogos, sermones, interrogatorios. Hay silenciamiento o hay que ceñirse a un discurso oficial, sin posibilidad de disentir. Se estigmatiza a aquel que tiene dudas, preguntas o inquietudes. Hay ocultamiento.
- Enfocados en el manejo constructivo del conflicto vs manejo no constructivo de conflicto: ¿cómo se abordan los conflictos en los climas en los cuales me desenvuelvo? En climas nutritivos se ve: se considera que los conflictos son naturales e inherentes a la convivencia. Los conflictos se abordan directamente. Se promueve la participación en el abordaje y resolución de los conflictos propios. Si un tercero interviene, es para alentar la reflexión y para promover el desarrollo de la empatía. En los climas tóxicos se visualiza que: se considera que los conflictos son negativos y peligrosos. Los conflictos se evitan o se produce una confrontación violenta. Hay uno o unos pocos que resuelven los conflictos por los demás. Si un tercero interviene es para determinar quién es el culpable o para “pseudoconciliar”.
- Enfocados en el humor y disfrute vs amargura y tensión: ¿cómo lo paso en los diferentes ambientes en que me desenvuelvo? ¿Contribuyo a que los demás lo pasen bien? En los climas nutritivos se visualiza de la siguiente forma: prima un ambiente distendido. Hay espacio para el humor sano (los miembros del grupo se ríen unos con otros). Los miembros del grupo disfrutan juntos de cosas simples. En los climas tóxicos se encuentra que: prima un ambiente tenso. Se descalifica el humor o, si lo hay, se da la burla (los miembros del grupo ríen unos de otros). Se requiere de un gran despliegue para pasarlo bien.
El signo de un cristiano
El buen trato, en definitiva, es el signo de un cristiano. La ética del cuidado exige un cuidado, un buen trato, tanto a nosotros mismos como a los demás y al entorno, como ya se ha dicho. Sin embargo, lo importante no es hablar del buen trato ni del bien, sino obrar bien y hacer el bien, tal como lo encarnó Cristo y lo predicó. Todo su testimonio fue un buen trato que debemos imitar y enseñar y que se sintetizan en “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”.
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