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¿Dónde están los curas buenos en nuestro cine post-cristiano?



Stuart Long pasó de repartir puñetazos sobre el ring a repartir hostias frente al altar. Sufrió un edema cerebral tras un accidente de moto, sobrevivió y logró ser ordenado sacerdote a pesar de sufrir una enfermedad rara que debilitó sus músculos hasta su muerte. Es una de esas vidas que no cuesta llamar ‘de película’, pero en su caso el calificativo es literal: la semana que viene se estrena en España El milagro del padre Stu, protagonizada por Mark Wahlberg y Mel Gibson.

Que una película sobre un sacerdote se abra un hueco en la cartelera española hoy es noticia, pero no lo fue siempre. Como recordaba Pepe Álvarez de las Asturias, hubo un momento en que era habitual que el cura fuera el bueno de la película. Del padre Flanagan de Spencer Tracy a los diversos sacerdotes interpretados por Gregory Peck, en el cine clásico no faltan ejemplos de obras protagonizadas por religiosos heroicos y carismáticos.

¿Y hoy? «Es cierto que la representación de los curas en el cine no tiene nada que ver con la de los años 50, pero no podemos decir que hayamos pasado de una época de curas buenos a una de curas malos», reflexiona el profesor de la Universidad CEU San Pablo, vicepresidente de SIGNIS España y colaborador de El Debate Juan Orellana, quien destaca que abundan los retratos de sacerdotes positivos, aunque parciales.

«El público ya no es anti-cristiano»

El también crítico de cine en Cope, Trece o Pantalla 90 tampoco niega que existan representaciones desfavorables, como las centradas en los casos de abusos –en obras como Gracias a Dios, de François Ozon– o las caricaturas que aparecían en películas españolas como Mar adentro o Camino. No obstante, puntualiza: «El público español pasó de ser católico a ser anticatólico, pero hoy la sociedad ya es más post-cristiana que anti-cristiana».

Para Orellana, este fenómeno presenta una oportunidad. «Como no tienen ni idea de lo que es, los espectadores más jóvenes –dice– no tienen prejuicios hacia la Iglesia… lo cual les permite disfrutar de un sacerdote como protagonista si es un personaje fuerte y atractivo». También distingue entre películas realizadas con afán evangelizador –pone el ejemplo de los biopics firmados por Pablo Moreno– de aquellas que giran en torno a la figura de un sacerdote pero cuya intención no es necesariamente transmitir la fe.

Otro punto de vista lo aporta el sacerdote Jesús Robledo, viceconsiliario nacional de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP). «Yo no me siento identificado con muchos de los sacerdotes que aparecen habitualmente en el cine», dice, y considera que en muchos casos se tiende a ridiculizarles, a mostrarles como personas alejadas de la realidad o incapaces de comprenderla.

Robledo señala que una película bien orientada sobre la vocación sacerdotal puede ayudar a despertar esta misma en los espectadores, pero que este tipo de obras tienen públicos muy reducidos y que ya suelen estar convencidos. «Me parece –añade– que hace falta normalizar la figura del sacerdote en su tarea cotidiana, porque lo que veo en pantalla son personajes ridículos o héroes inalcanzables; no son perfiles con los que uno pueda contar en su día a día».

De las historias reales a los conflictos internos

Desde una perspectiva analítica, Orellana distingue varias categorías entre las obras contemporáneas que retratan con luz positiva a los sacerdotes. Por un lado están las películas basadas en historias reales, como El noveno día, Disparando a perros o De dioses y hombres, en las que se subraya el sacrificio en aras de la fe, del bien y de la justicia. En otras, como en Gran Torino, el cura aparece como personaje secundario, ayudando al protagonista.

Otras películas o series retratan a sacerdotes que atraviesan un conflicto interior –con ejemplos como Calvary, To the wonder o la reciente Corpus Christi– y también aparecen sacerdotes heroicos en el género de terror: El exorcista queda ya muy atrás, pero Orellana destaca que en los últimos años han llegado obras como El rito o Réquiem que ofrecen perspectivas interesantes sobre la fe y la relación con el mal.

No son, desde luego, compartimentos estancos: Silencio combina el retrato fiel de un periodo histórico pasado con el conflicto interno de sus protagonistas; la serie Misa de medianoche une el terror y la figura del sacerdote como pastor de almas y –cerrando el círculo– la propia El milagro del padre Stu se sitúa a medio camino entre el cine dirigido al gran público y el cine proselitista. Los curas buenos –parece– siguen peleando por abrir un hueco en la cartelera post-cristiana.

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