Cuando uno hace un juramento o promete una manda a Dios, debe estar consciente de que debe cumplir, si no, mejor que no prometa nada. Por eso el Señor nos dijo claramente: “Digan sí, cuando es sí, y no, cuando es no, lo que se diga de más viene del demonio”.
Nos gusta prometer y no cumplir
Nos gusta prometer muchas cosas, por amor, por conveniencia, porque lo deseamos, porque lo queremos, porque no lo pensamos, pero siempre con buena intención. A mí me gusta pensar que se hace de muy buena voluntad y con una muy buena intención.
Y respondiendo a la pregunta inicial que en algunos fieles genera mucha angustia: ¿Qué pasa si no cumplo lo que juré? La respuesta es: no te vas a ir al infierno, no es pecado. Lo explico:
Promesas de dejar el alcohol
Cuando un fiel cristiano se me acerca y me pide que le haga un juramento de que ya no quiere tomar alcohol, mis primeras preguntas son: ‘¿ya lo pensaste bien?’, ‘¿lo vas a cumplir?’ Rápidos -y casi ofendidos- me dicen: “sí Padre”.
Luego dialogo un poco más sobre su intención y del porqué, siempre con la pregunta: ‘¿lo vas a cumplir?’ Muchas veces me ponen una fecha muy específica y eso me preocupa: ‘es que es mi cumpleaños y pues voy a tomar’, ‘es que es Navidad’, ‘es que es…’ ¡Ups! Prometen un tiempo y planean su recaída. Sin embargo, los acompaño en su promesa, pero los invito a no recaer.
El juramento es libre y con la intención de salir, no de reincidir. Respeto, pero no estoy muy de acuerdo por la intención, no tanto por la acción.
La importancia de la fuerza de voluntad
Cuando les acompaño con la oración en el juramento, procuro hacerles conciencia de la fuerza de voluntad, fortalecida con la gracia y la oración, se busca el ser mejores.
Que no quede en una estampita que diga que juré, porque me lo pidieron en el trabajo, porque mi mamá me mandó o porque mi esposa me lo exigió.
Se necesita la libertad de conciencia y el valor de lo jurado. Después de “hacer el juramento”, invito a que, antes de terminarlo, lo renueven, que vayan sumando tiempos de abstinencia, para ser mejores seres humanos y mejores cristianos.
Les recomiendo que se alejen de parrandas donde esté fuerte la tentación para la recaída, que vean el efecto económico que ocasiona junto con los conflictos familiares y laborales, es por ellos.
A pocos convenzo de que lo hagan por ellos, “sin papelito”, desde el corazón, y no por una obligación externa. El juramento es ante el Señor, para el reencuentro personal con Dios y el reencuentro con los hermanos, a partir de uno mismo.
¿Y las mandas?
También tenemos las “mandas”: ‘si mi mamá o si mi hijo se curan’… ‘si me dan el trabajo’… ‘si me saco la lotería’…‘me voy de rodillas a Chalma’, ‘dejo de fumar’, dejo de tomar’, etc.
Las mandas son un modo de pagar, de retribuir un bien que Dios me concedió; tiernamente. “Te prometí y debo cumplirte, pues Tú me diste lo que te pedí”.
Y, volvemos a la pregunta, ¿Qué pasa si no cumplo una manda?. Los juramentos son a futuro, voy a hacer. Las mandas son ante hechos, se obtiene y “pago” algo.
Llanamente respondo: fallaste, pero no te condenaste. No vuelvas a “jurar en vano”, como nos mandan los mandamientos de la Iglesia, no prometas si no tienes suficiente para cumplir; seamos menos habladores, evitemos jurar y hacer mandas, busquemos hacer y dar: “obras son amores y no buenas razones”.
Preciso, Dios no te va a castigar, acógete a su misericordia y empieza a caminar.
Otra opción es acercarse al sacerdote y comentarle el porqué fallaste, y él te orientará para cambiar la manda o el juramento por algo realizable, ya que Dios y la Iglesia nunca piden imposibles.
Se trata de quitar cargas, no de estar angustiados. No juremos y no forcemos a otros a jurar, busquemos madurar en todos los campos de la persona; lo que Dios quiere es que seamos felices y que lo que digamos y hagamos sea fruto del amor a Dios, a los hermanos y a nosotros mismos.
No se trata de pagar, sino de crecer como hijos de Dios. Con un amor confiado haremos cosas maravillosas.
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