Era un exitoso Doctor en Microbiología, pero Jesús tenía otros planes, lo llamó al Sacerdocio.

 


Compartimos el hermoso testimonio vocacional de Gerardo Ramos Alfano, seminarista del Seminario de Monterrey, México, que siendo un exitoso académico con un Doctorado en Microbiología por la Universidad Autónoma de Nuevo León fue llamado por Nuestro Señor Jesucristo al Ministerio Sacerdotal.

Demos Gloria a Dios y sigamos orando por las vocaciones sacerdotales, religiosas y laicales. 

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Testimonio vocacional.

Comencé mis estudios en el Seminario de Monterrey el 8 de agosto del 2009, después de asistir durante un año al proceso vocacional y a dirección espiritual. Recuerdo cómo esperaba con alegría cada fin de semana de retiro para asistir. Siempre buscaba la manera de estar libre ese domingo para no faltar a ninguno. De los días más felices que he tenido en mi vida tengo muy presente el día de ingreso al Seminario Menor después de la misa de inicio de cursos en la Basílica de Guadalupe.

Pero todo tiene un antecedente: durante siete años y medio trabajé para la Universidad Autónoma de Nuevo León, soy Biólogo egresado de esta Casa de Estudios, también obtuve el grado de Maestría en Ciencias con especialidad en Inmunobiología y el Doctorado en Ciencias con especialidad en Microbiología; fui profesor investigador en la Facultad de Ciencias Biológicas y por cinco años subdirector en lo que era la Dirección de Vinculación y Servicio Social de la U.A.N.L.

El año 2006 fue un parteaguas en mi vida: por invitación de Juan Manuel Adame Rodríguez, gran amigo y exjefe del laboratorio, del 23 al 26 de noviembre me encontré con Cristo en un Cursillo de Cristiandad (n. 514), y desde ese momento mi rutina, que iniciaba con clases a las 8:00 horas, oficina, laboratorio, juntas y concluía a las 20:00 horas, dio un giro de 180 grados.

Escuchando el testimonio del Pbro. Osbaldo Rentería Salinas sentí el llamado del Señor a seguirlo. Fueron momentos difíciles, saber si realmente era un llamado de Dios, dejar aquello que por años había sido una pasión en mi vida, dejar a mis padres, mi papá Profr. Héctor Arnoldo Ramos Gutiérrez en ese momento sobrellevando por 17 años una enfermedad crónica, dejar de apoyar en esto a mi madre Aída Alfano Guerra; pero el Señor siempre va aclarando esas tinieblas que debilitan nuestra limitada fe.

Mis padres, con el apoyo de mis hermanos Héctor Arnoldo, Aída y Mayela, fueron reacomodando su vida, me doy cuenta que incluso este tiempo en el Seminario fue una oportunidad para volver a empezar como familia y generó nuevos liderazgos, mayor integración y, sobre todo, un aumento en la fe y la vivencia de la vida cristiana como familia.

Es así que este proceso formativo en miras al sacerdocio ministerial no fue solo para mí, sino que involucró también a mi familia cercana, a la familia extendida, a muchas amistades que guardo desde antes del Seminario, es decir, el llamado del Señor no implica solo al seminarista, sino es un proceso que irradia e impacta todos los ámbitos de nuestra vida.

Nuestros padres viven su propio proceso, igual hermanos, tíos, padrinos, etc. y todo esto va también formando y conformando una luz y esperanza para nuestra Iglesia.


Mi padre fue llamado a la Casa de Dios hace apenas dos años, tras una enfermedad que no se manifestó hasta una etapa terminal invasiva, el Señor nos permitió como familia estar con él, cuidarlo y acompañarlo hasta el último momento, y este regalo tan grande solo lo podemos comprender desde la purificación y crecimiento en la fe en que todos hemos ido experimentando como familia; y tanto que aún nos falta por madurar en ella.

El año escolar 2018-2019 iniciamos una nueva etapa formativa que implicó la mayor parte de la semana estar insertos en una parroquia, este próximo ciclo escolar regresaremos un día a la semana al Seminario, sin embargo, debo reconocer la nostalgia que implicó el último día en esta casa de formación… recordar tantos momentos que evocan muchos sentimientos, solo puedo decir ante ello: no me arrepiento de estar tratando de responder a este llamado de amor por parte del Señor. Recuerdo que lo que más me motivó a, después de dos años, iniciar mi proceso vocacional, fue el no quedarme con la interrogante de saber qué hubiera sido de mí si hubiese entrado al Seminario. Me doy cuenta que al final no dejé nada, ni familia, ni amigos ni cosas, solo el Señor me pidió que renunciara a mí mismo para dejarlo a Él, por amor a su pueblo y dentro de mis limitaciones, manifestar su presencia real y actuante en el mundo de hoy.


Gerardo Ramos Alfano.

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