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Las mentiras detrás de la eutanasia



Quienes juegan al yo-yo o al balero saben muy bien que, de tanto rozar el cordón, tarde o temprano éste se romperá. Esto es lo que en México ha venido sucediendo con la eutanasia.

Hace al menos dos décadas que entra a debate. En la segunda quincena de junio del 2022, nuevamente en la Cámara de Diputados ha vuelto a proponerse abrir la opción a solicitar y a cometer, este acto que hasta hoy está tipificado legalmente como homicidio.

Sin embargo, en cada ocasión la información que se permea a la población resulta equívoca, y se emplea la metodología de apelar a los sentimientos de piedad por quien tiene dolor insoportable, la inutilidad de tal sufrimiento, la solución que propone la eutanasia, y sobre todo se resalta que ese tipo de muerte infligida no es dolorosa/molesta/difícil para el paciente, y que, si éste la solicita, (“no faltaba más”) hay que concedérsela. Recientemente un diputado afirmó que además es más barata que los cuidados paliativos.

Por ello quiero aclarar qué es la eutanasia y sus modalidades, que no modifican su definición, pero que es necesario tratar porque están contenidas en la legislación mexicana actual.

Qué es la eutanasia

Si bien etimológicamente significa “buena muerte”, o “muerte fácil”, este concepto es un eufemismo, contrario a su definición. La eutanasia se define como “una acción u omisión que, por su naturaleza e intención, procura la muerte, con la finalidad de eliminar el dolor” (E.V.65).

Es decir, es un acto médico que tiene por objeto ocasionar la muerte de un enfermo, en etapa terminal, a solicitud de él mismo o de su familia, por un dolor y sufrimiento insoportable. Se sitúa por tanto a dos niveles: en la intención de quien la actúa o quién la pide; y en los medios usados con tal fin.

Se pueden observar varios elementos:

1. Es un acto médico. Significa que no es matar a un enfermo con un arma, sino con una acción cuyo conocimiento proviene de la ciencia médica, aunque quien lo cometa, puede ser el médico, otro personal de salud, un familiar o un amigo. Pero el conocimiento para su realización ha sido dado por la ciencia, cuyo objetivo es curar, rehabilitar, paliar o consolar…. Se distorsiona la relación médico-paciente, que debe ser una “alianza para la vida” por fidelidad al mandato original del arte médico ¡Triste transformación de la vocación de quién usa la medicina para matar al paciente!

2. El acto puede ser por comisión, (eutanasia activa), en la que se da una sustancia al paciente que le ocasionará la muerte. Hay que señalar que la sustancia no actúa instantáneamente. Hay mucho dolor, por hipoxia celular (falta de oxigenación) y puede haber sensación de ahogo. Depende de lo que el paciente presente como patología previa, y de lo que se le administre. De hecho, al igual que en la inyección letal para pena de muerte, se dan relajantes musculares, para no ver cuánto sufre el paciente, y que parezca que se duerme muy en paz. Aún aplicando opiáceos a grandes dosis, habrá ahogamiento porque se para el centro cardio respiratorio.

3. Y puede ser por omisión, (eutanasia pasiva), en la que no se le administra alguna medida o medicamento que requiere para vivir, como, por ejemplo, alimentos, insulina o respiración asistida. En este tipo de eutanasia, la muerte tarda un poco más en llegar, con lo cual es mayor el sufrimiento del paciente.

4. El paciente debe encontrarse en etapa terminal y tener gran sufrimiento, en particular dolor. Pero, en los países donde es totalmente legal (no solo despenalizada) como Holanda, Luxemburgo, Bélgica, Colombia y Canadá, hay muchos reportes sobre la evolución que ha tenido. Actualmente puede solicitarse simplemente por tener una depresión, por no encontrarle sentido a su vida, o por no poderse valer por sí mismos, etc. Es decir que el dolor, que hoy en día con los cuidados paliativos, se logra controlar, ya no es el límite. Inclusive se aplica a niños, como en Bélgica, donde desde 2014 se permite en menores sin límite de edad. Los primeros tenían 9 y 11 años.

Qué es el ensañamiento terapéutico

Son las acciones encaminadas a forzar tiempo de vida, en proceso irreversible. Son intervenciones terapéuticas que ya no son adecuadas a la situación real del enfermo. El acto varía según el caso. Como es difícil determinar la irreversibilidad del proceso, en cada paso el médico debe evaluar si la medida o medicamentos son proporcionados a la condición del paciente, es decir, si le causan algún beneficio, aunque no sea revertir el curso natural de su enfermedad.

Éticamente es incorrecto dar medios terapéuticos que retarden de manera ficticia la muerte, sin aportar un beneficio real para el paciente, condenándolo a una agonía prolongada artificialmente. O bien dar medios demasiado gravosos para el paciente y/o para su familia (incomodidades físicas, psicológicas, económicas, etc.)

Conclusiones

La eutanasia es gravemente antiética. Para un católico constituye un pecado mortal grave, porque es un homicidio, independientemente de la forma de realizarla. Tampoco debe caerse en el ensañamiento terapéutico, porque por no aceptar la separación del ser querido, se le causa un severo sufrimiento. La eutanasia NO es fácil para el enfermo. La muerte no será inmediata, ni indolora.

Hay una diferencia sustancial entre “dar muerte” (con un acto que, en sí mismo y en la intención, es homicida), o “dejar morir” (aceptación de la condición natural de los límites de la vida). El paciente puede negarse a seguir recibiendo tratamientos. Eso es totalmente ético. Y no es igual que pedir que le den muerte.

Si el paciente pide la eutanasia, hay que pensar en que se siente impotente, sin esperanza de ayuda y de afecto, de amor y de cercanía, para compartir su sufrimiento. Esto es lo que más necesitan. Y darle un valor a su sufrimiento.

Los cuidados paliativos cuidan al paciente en todas sus dimensiones, y a su familia. Pueden aplicarse en casa, con la guía médica. Y, por último, Dios nunca nos da un sufrimiento superior a nuestras fuerzas.

*Martha Tarasco Michel es médico especialista y bioeticista certificada.

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