En La biografía definitiva de Elvis Presley, compuesta por dos volúmenes (Elvis, la construcción del mito. Último tren a Memphis y Elvis, la destrucción del hombre. Amores que matan), Peter Guralnick hilvana un conjunto de narrativas intertextuales que (re)configuran la imagen de uno de los personajes más ímprobos del siglo XX. Tras aquella máscara social se escondía un hombre vulnerable que acabó alcoholizado y adicto a una decena de drogas, entre ellas, valium, codeína, morfina, butabarbita o nembutal. Esta última acabó con la vida de otro mito cultural el 4 de agosto de 1962, Marilyn Monroe.
En esta consunción de biopics concatenados en los últimos años, ahora le ha llegado el turno al rey del rock and roll. Ayer se estrenó en toda España la película Elvis, que Baz Luhrmann se ha encargado de dirigir y de encaminar hacia el Oscar al joven Austin Butler (30), quien hizo llorar a Priscilla Presley (77) tras ver el filme. Una reencarnación en toda regla.
El próximo 16 de agosto se conmemora el 45º aniversario de su fallecimiento a causa de un paro cardiaco en el baño de su mansión donde le encontró su entonces prometida, la actriz y modelo americana Ginger Alden (65). Para saber un poco más sobre uno de los íconos más prominentes de los últimos cien años, El ESPAÑOL ha hablado con Dolores Hart, la primera actriz que besó en la gran pantalla a Elvis Presley en el filme Loving You (1957). La vida de esta mujer, a quien intentaron proyectar como la nueva Grace Kelly por su delicada belleza rubia se podría resumir en dos palabras: La llamada.
Desde pequeña siempre quiso ser actriz. Su abuelo era proyeccionista, le acompañaba a la cabina y cuando se quedaba dormido ella era la encargada de avisarle para que cambiara la bobina. Pero en 1963 todo cambió. Decidió otra vida.
Monja de clausura
Desde entonces es monja de clausura en la Abadía de Regina Laudis en el pueblecito de Bethlehem en el estado de Connecticut, a poco más de dos horas en coche al noreste de Nueva York. La madre Dolores rememora los pormenores del rodaje de Loving You en plena ola conservadora de Eisenhower en la que la figura de Elvis supuso una brecha sociológica en Estados Unidos. Una semana antes de que empezara el rodaje de la película, “Elvis apareció en The Ed Sullivan Show donde consiguió una gran exposición pública, pero las imágenes no le mostraban de cintura para abajo debido a sus movimientos tan sexuales. Aquello provocó tremendos titulares, todo el mundo hablaba sobre ello, pero como yo estaba en la escuela no me enteré. Estaba concentrada en mis estudios y no me importaba nada más”.
Debido al talento de Dolores para la actuación había conseguido una beca para estudiar la Universidad Loyola Marrymount (LMU), uno de los mejores centros privados, elitistas y católicos. Corría el año 1956, la protagonista de nuestra historia tenía 17 años y había recibido la llamada de la oficina del productor Hal B. Wallis para que se presentara en la Paramount Pictures para una entrevista. La entrada a los estudios le recordó a la que había protagonizado Norma Desmond (Gloria Swanson) con Erich von Stroheim en su Isotta Fraschini en el clásico de Billy Wilder El crepúsculo de los dioses (1950).
El despacho del productor le impresionó. Tenía en la pared una decena de certificados con sus nominaciones al Oscar y en una vitrina estaba la estatuilla dorada que había ganado por producir Casablanca (1942), protagonizada por Ingrid Bergman y Humphrey Bogart. En su haber tenía otras obras de arte, entre ellas, Robín de los bosques (1938), Amarga victoria (1939), El sargento York (1941) o El halcón maltés (1941).
El encuentro fue un éxito. Unos días después la citó para una audición porque estaba convencido que era ideal para dar vida a Susan Jessup, el interés amoroso de Deke Rivers (Elvis).
De repente, Dolores se encontró en una encrucijada. “Cuando volví a la escuela le dije a la señorita Barnelle -jefa del departamento de teatro- si me daba permiso para acudir a una audición, pero me recordó que la fecha coincidía con la de mis exámenes. Le pedí encarecidamente si podía hacerlos por la noche, pero no aceptó”.
-Tú eliges, ¿o los exámenes o la audición?
-¡Pero si tengo una beca! Si no apruebo me la quitarán y no podré seguir estudiando.
Estaba destrozada. No sabía cómo manejar la situación, “así que subí a mi habitación y al poco tiempo, la decana subió y me dijo: ‘Creo que todas las chicas darían cualquier cosa por hacer esa audición. Así que es mejor que vayas. Es tu oportunidad. Si no lo consigues vuelve el próximo semestre porque haré todo lo que pueda para que así sea”, explica con una sonrisa visual la madre Dolores.
Nueva vida, nuevos compañeros
Llegó el momento de conocer a sus nuevos compañeros de trabajo. Llevaron a Dolores a una de las oficinas de la Paramount donde se encontraban algunos de los actores “como Lizabeth Scott, que en aquella época era una auténtica estrella, Wendell Corey y el director Hal Kanter me presentó a un joven Elvis Presley, que muy educadamente me preguntó cómo me encontraba. Me llamaba Miss Dolores, como también hacía Gary Cooper. Elvis era muy atractivo, encantador y con una voz aterciopelada”, asegura y añade que “en un momento dado me preguntó: ‘¿usted canta?’ Le contesté que no”. Hubo una buena química entre ellos desde el principio.
Cuando volvió a la universidad se desató la locura. “Mis compañeras me preguntaron si le había quitado un mechón de pelo. ‘¿Estáis bromeando?’. No le quitaría un mechón a alguien que acabo de conocer”. Desde el principio Dolores fue muy sincera. No le gustaba el rock and roll, estaba ensimismada en su mundo y la música no estaba entre sus deberes prioritarios.
Como aún era menor de edad su madre tuvo que conceder el permiso para firmar el contrato. Primero fueron seis meses de prueba y después el que normalmente se entregaba a las grandes estrellas del sistema de los estudios de siete años de duración. Muchos consideraron que tal sometimiento era una especie de esclavitud o, como dijo George Raft: “Estar contratado en la Warner era como estar en Alcatraz”.
Hasta que Olivia de Havilland se hartó y demandó a la Warner para conseguir su liberación. Tras dos años y medios de juicios (entre 1943-1946), la Corte Suprema de California le dio la razón. Se instauró la Ley de Havilland por la que los intérpretes podían trabajar con los productores que les apeteciera. Lo mismo hizo Celeste Holm una vez terminado el rodaje de Eva al desnudo (1950) cuando se encaró al todopoderoso Daryl F. Zannuck de la 20th Century Fox. Ambas habían ganado donde antes Greta Garbo y Bette Davis habían fracasado.
A Dolores Hart -su auténtico nombre es Dolores Hicks- el contrato le benefició. Querían convertirla en una gran estrella en una cadena de montaje en la que los intérpretes eran tratados como productos y, cuando más rentables, más beneficios para ellos.
Rodando 'Loving You'
Llegado el momento del rodaje de Loving You, que supuso el primer largometraje para Dolores y el segundo para Elvis Presley tras Love Me Tender (1956). La exactriz recuerda que la primera secuencia fue la del beso, que en la película queda hacia el final. La madre Dolores nos explica que “fue una experiencia realmente divertida cuando nos empezamos a besar ya que Hal Kanter pidió que se parara la escena. Yo pensé que había hecho mal, pero no sé qué. Tan solo habían pasado tres segundos. Llamó enseguida a maquillaje porque las orejas y parte del cuello se me habían puesto coloradas a raíz del momento del beso. Volvimos a rodar y tuvimos que parar. Me había puesto roja de nuevo (risas). Hal volvió a decir acción y… de nuevo cortamos. En esa ocasión era Elvis el que se había sonrojado. Nos reímos muchísimo”. Y añade entre carcajadas: “¡Es el beso más largo de la historia!”.
Cuando la película se estrenó, miles de fans se enfadaron. No toleraban que a su ídolo le besara otra mujer que no fueran ellas. ¡La histeria colectiva!. En 1958 se estrenó la segunda película que Elvis y Dolores protagonizaron junto a Walter Matthau y Carolyn Jones, El barrio contra mí. Antes de que el equipo se fuera a rodar a Nueva Orleans en exteriores, Dolores Hart planeó una fiesta de cumpleaños en su casa para otra colega, Jan Shepard. Obviamente habían invitado al rey del rock, pero nadie creía que apareciera.
Tal y como recoge Peter Guralnick en su biografía, el autor se hace eco de lo que le confesó Shepard: “La gran sorpresa me la llevé cuando vi entrar a Elvis con un enorme tigre de peluche sobre sus hombros. Le pusimos de nombre ‘Danny Boy’ porque siempre cantaba esa canción en el plató”. En aquella fiesta ocurrió algo increíble. Por contrato, a Elvis no se le podía fotografiar salvo en contadas ocasiones, pero en aquel evento él trajo una cámara para que la invitada de honor pudiera grabar lo que quisiera. Esos clips se pueden ver en YouTube. Llama la atención la felicidad de Elvis, cómo toca la guitarra y a su lado cómo toca el clarinete Dolores Hart.
La vida le sonreía a la actriz. Y encima, su novio, el arquitecto Don Robinson, le había declarado su amor. Había boda a la vista. Mientras la preparación del gran día estaba en sus mentes, Dolores Hart seguía cumpliendo su contrato. Incluso triunfó en Broadway. Durante los ocho meses que representó The Pleasure of his Company (1958-1959) acabó tan agotada mentalmente que un amigo le recomendó que descansara en un Regina Laudis, que en aquella época era un monasterio fundado en 1947 y que no alcanzaría el estatus de abadía hasta 1976.
Algo se movió dentro de ella. Hubo una especie de comunión. Tras recuperar la energía rodó Donde hay chicos, hay chicas (1960) junto a George Hamilton e Yvette Mimieux, convertida en la más taquillera del año. El actor, el novio más bronceado de Elizabeth Taylor y famoso por sus conquistas femeninas tuvo un buen impacto en la intérprete: “Era muy educado y no parecía un mujeriego, pero quizás lo fue con el tiempo” (sonríe). Muchos piensas que la película Francisco de Asís (1961) fue determinante para elegir el camino del Señor, “pero mientras la rodaba no pensaba en ser monja -puntualiza- más bien ocurrió cuando hice Lisa (1962). El papel me condujo en esa dirección”.
10 películas y adiós
Después de diez películas dijo adiós a Hollywood, colgó los hábitos y se puso otros. Tras haberse convertido en católica siendo una cría mientras estuvo al cuidado de su abuela tras la separación de sus padres, Dolores Hart supo cuál era su destino. En 1963 ingresó en el monasterio de Regina Laudis y tres años más tarde profesó los votos. En la actualidad es la priora de esta congregación de clausura.
Pero ella tiene un privilegio. Puede salir de vez en cuando. Así lo hizo cuando recaudó fondos para la investigación de la neuropatía idiopática periférica “que contraje durante una intervención en el dentista. Es tremendamente dolorosa”, matiza. También se escapó, con un permiso especial, a la alfombra de los Oscar en 2012 cuando apoyó el cortometraje documental God is the bigger Elvis, de la directora Rebecca Cammisa. Con sus hábitos y su característica boina llena de pins se metió al púbico en el bolsillo.
¿Una curiosidad? Parece increíble, pero sigue siendo miembro de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas que le permite votar a los candidatos al Oscar. Aunque esté encerrada en un paraje boscoso donde cultivan sus propias hortalizas, verduras, frutas y crían animalitos, la reverenda madre tenía un vídeo (ahora usa internet) en su celda donde podía ver las películas nominadas. Refresca su memoria: “Empecé a votar en 1960, pero cuando ingresé en la orden creí que no era lo correcto. Mi amigo Karl Marlden, que en 1990 era el presidente de la Academia, me telefoneó a la abadía para ver si había posibilidad de que reconsiderara mi decisión. Me dijo que había hablado con la congregación y que le habían dado el visto bueno. Así que acepté. Me envió un aparato reproductor y desde entonces estoy en contacto con la realidad”.
En la Abadía de Regina Laudis necesitan ayuda. Los gastos de mantenimiento son enormes y las monjitas a veces no pueden solucionar todos los problemas. A lo largo de su historia han contado con ayuda de notables figuras del espectáculo como Paul Newman, María Cooper Janis (hija de Gary Cooper) “a quien considero mi hermana” y Patricia Neal, que le ayudó a recaudar fondos para construir el teatro The Gary-The Olivia Theater.
La protagonista de El manantial (1949), en cuyo rodaje se enamoró de Gary Cooper mientras estaba casado con Veronica Balfe, madre de Maria Cooper Janis, y quien le obligó a abortar el hijo que esperaba, fue una mujer con una gran fuerza de voluntad tras volver a hablar y caminar después de sufrir varios aneurismas cerebrales. Hacia 1979, Patricia lo estaba pasando tan mal con su marido, Roald Dahl (autor de Charlie y la fábrica de chocolate o Matilda) que decidió recluirse en la abadía en busca de serenidad. Se lo aconsejó su íntima María Cooper Janis, que años atrás no la podía tragar porque fue la culpable de que el matrimonio entre sus padres se tambaleara.
Pero la única hija del protagonista de Bola de fuego (1941) fiel a su fe católica la llamó después de cayera enferma y acercaron posturas por la gracia de Dios. “Poca gente lo sabe, pero Patricia Neal estuvo aquí como monja durante tres meses. Siempre nos ayudó en todo lo que pudo. Decidió que la enterraran en la abadía”.
Falleció en el verano de 2010 en Edgartown, uno de los pueblos de la isla pija de Martha’s Vineyard, donde Jackie Kennedy poseía una enorme mansión que está a la venta por 65 millones de dólares desde hace tres años.
La reverenda madre es feliz. No echa de menos a la ciudad del pecado, aunque ella siempre ha confesado que se sintió feliz y todos la respetaron. Aun recuerda con cariño otro motivo por el que su vida estaba vinculada al cine desde su nacimiento: “Mis padres se fueron a Hollywood cuando yo era una cría porque eran actores. Mi padre era tan apuesto que tenía un aire a Clark Gable. Era el apogeo de Lo que el viento se llevó (1939) y todos deseaban un segundo Gable”. Pero su progenitor no tuvo éxito.
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