¿Sabes por qué ayunar según la Biblia?, es una práctica muy antigua y sus beneficios van más allá de lo nutricional.
El ayuno o ayuno intermitente se ha vuelto una práctica nutricional muy popular por sus beneficios para la salud, pues estudios aseguran que este tipo de restricción calórica potencia nuestro sistema inmunológico y que incluso retrasa el envejecimiento y alarga la vida, pero en el mundo actual poco se habla de sus raíces espirituales y lo que dice la Biblia de él.
El ayuno es una práctica ascética muy antigua, que se enraíza en la tradición espiritual de Israel. Era un ejercicio penitencial, de conversión y arrepentimiento.
Jesús, sin embargo, previene en contra de convertir dicha práctica en un ritualismo de vanagloria y pretendida superioridad religiosa. En efecto, Jesús dice a sus discípulos que cuando ayunen no sean como los hipócritas que no se lavan la cara para parecer muy religiosos y buenos ante los demás. Los invita a llevar un ayuno interior que pase desapercibido a los hombres pero que es visto por su Padre.
Jesús tampoco considera el ayuno como una señal de luto. ¿Cómo van a ayunar los discípulos si tienen al Esposo (a Jesús mismo) con ellos? ¿Cómo van a estar de luto y tristes los cristianos si Jesús vive para siempre con ellos?
¿Cuál es el ayuno que agrada a Dios?
Era, sin duda, una expresión de arrepentimiento ante los pecados cometidos y del deseo sincero de conversión, pero también era un gesto profético de profunda solidaridad con los que pasaban hambre. Era una manera de abstenerse del alimento para compartirlo con los pobres. No basta con abstenerse de alimento, hay que compartirlo.
El profeta Isaías ya lo decía: “El ayuno agradable a Dios es la compasión para con las viudas, los huérfanos y los forasteros (símbolo de los más vulnerables de aquel tiempo)”. Jesús, sin duda, asume este significado del ayuno y así lo enseña a sus seguidores.
¿Para qué nos sirve el ayuno en lo espiritual?
En suma, según la Biblia, el ayuno es una práctica religiosa espiritual que ayuda al discípulo a hacerse sensible y empático con los hambrientos del mundo y a hacer conciencia de que lo más importante en la vida espiritual como discípulo es la compasión y la misericordia con el que sufre, incluso si hay que renunciar a la comodidad propia.
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