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Estas son las tres ‘red flags’ del abuso de poder en la Iglesia



La teóloga Ianire Angulo ha analizado la problemática en las jornadas ‘La Iglesia ante un mundo en cambio’

Para la teóloga Ianire Angulo, esclava de la Santísima Eucaristía, el abuso de poder en la Iglesia es como un iceberg: se ve, mediáticamente, aquellos casos que acaban en abuso sexual, pero es un problema de grandes dimensiones. Así lo ha hecho ver en la ponencia ‘Bajo la punta del iceberg. Los abusos de poder en la Iglesia’, que ha pronunciado en las jornadas ‘La Iglesia ante un mundo en cambio’, celebradas en el Real Centro Universitario María Cristina San Lorenzo de El Escorial (Madrid) y donde ha señalado las ‘red flags’ de los abusos de poder en la Iglesia.

“El abuso de poder configura gran parte de esa masa de agua helada que no resulta evidente y que rara vez aparecerá en los periódicos”, ha dicho Angulo. “Eso sí, nos hemos hecho conscientes de su presencia y de sus dimensiones a partir de esa punta que se deja ver. Gracias a la denuncia de delitos sexuales perpetrados en el ámbito eclesial y de la reflexión que han suscitado se ha podido ahondar y reconocer aquello que late tras ellos”.


Así, mientras el “Evangelio, la reflexión teológica y el propósito de situarnos en la existencia al modo de Jesucristo nos impulsan a desear vivir el poder desde su dimensión más positiva, como posibilidad para generar vida alrededor y como mediación para el despliegue humano y creyente de quienes nos rodean”, este discurso “no niega la existencia de los abusos de poder en el ámbito eclesial, por más que resulte imposible conocer su verdadera magnitud”.

De esta manera, Angulo ha señalado que “pocas veces tomamos conciencia de cómo, sin llegar a ser un transtorno de personalidad, son muchas las personas socialmente adaptadas cuyas dinámicas de relación degeneran con facilidad hacia el abuso”. De hecho, “son muchos tipos de personalidad los que tienden hacia un control que puede resultar abusivo”.

De hecho, “el victimario puede no ser consciente de su conducta”, ya que “el discurso aprendido, los patrones

de comportamiento normalizados y un conocimiento limitado de las propias dinámicas psicológicas pueden provocar una inconsciencia en el maltratador que no le exime de responsabilidad”. Del mismo modo, “la ambigüedad de las situaciones y la confusión entre los afectados multiplica de forma exponencial la problemática a la hora de discernir las situaciones de abuso de poder y, por ello, de abordarlas”.

Las ‘red flags’ del abuso de poder

Por todo ello, “salir de la confusión de la que venimos hablando requiere reconocer ciertas señales de alarma que nos pongan alerta ante un posible uso abusivo del poder”, ya que “la experiencia de profundizar en cualquier tipo de prácticas abusivas nos muestra que existe una serie de características estructurales quepropician estos comportamientos”.

1. Cierta comprensión elitista del propio grupo. “Esta percepción imprime cierta sensación de élite eclesial frente a aquellos que no pertenecen a la propia organización o comunidad”.

2. Cómo se gestiona el liderazgo. “Cuando existe un único referente que, además, ocupa un puesto central

en la comunidad, es muy sencillo que se degenere en un culto a la persona y, desde ahí, a la manipulación emocional de esta sobre sus adeptos”. Por ello, “hemos de ondear una bandera roja de alerta cuando se recurra

permanentemente al rol eclesial para reclamar obediencia y subordinación”.

3. La ausencia de espacio para el discernimiento conjunto, la duda, el diálogo sincero o las opiniones contrarias. “Hemos de alzar la voz de alarma cuando cualquier tipo de postura diversa a la de quien ostenta el poder es catalogada, sin más, como rebelión”.

En línea con las características de los grupos humanos en los que se generan más situaciones de abuso, para Angulo “todo aquello que implique romper muros de separación y construir puentes de diálogo y aprendizaje mutuo se convertirá en un eficaz sistema de prevención para prácticas abusivas“. Así, “la valoración y el reconocimiento del otro en su dignidad y como interlocutor válido, nos dispondrá a la escucha y a la acogida de voces dispares, dejándonos enriquecer y cuestionar por los demás”.

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