Hablando de la Virgen María con una amiga, me dijo que su vecina, que es muy guadalupana, le contó que su hijo le ha salido últimamente con que ella sólo debía amar a Jesús, que su amor por María hace que ame menos a Jesús, que es quien merece todo su amor, y que adorar a María es idolatría, pues era una mujer y pecadora.
La vecina quería saber qué contestarle a su hijo, pero no quiso los argumentos bíblicos que le dio mi amiga, dijo que su hijo no lee la Biblia. Pedía algo ‘aterrizado’ a su nivel de ‘chavo’, que le ayudara a comprender su error. Se me ocurrieron dos ejemplos que les comparto por si a alguien pudieran servirle.
En respuesta a lo primero que dijo, que imagine a un joven que dice a su novia: ‘me ilusiona presentarte a mi mamá, te va a querer mucho y tú a ella también’. Pero la novia contesta: ‘¡No, no, no, no, no! Vámonos entendiendo: yo te amo sólo a ti. Tu mamá no me interesa, no quiero conocerla. Amarla a ella, sería amarte menos a ti, y quiero dedicarte todo mi amor y que nadie interfiera ni me distraiga. Si acaso, tal vez podamos ir a visitarla un ratito en Navidad, pero párale de contar.’
¿Cómo cree que se sentiría él?, ¿feliz y honrado de que dizque por amor a él su novia rechace a su mamá? No. Más bien se sentiría muy decepcionado e incluso ofendido.
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¿Y cómo cree que reacciona Jesús ante quienes se consideran seguidores suyos y dicen amarlo mucho, pero no quieren ni oír hablar de Su Madre y sólo se acuerdan de María un momentito en la representación teatral que hacen los niños de su iglesia en Navidad? A Él, que estando en la cruz, nos la dio por Madre, para que la amemos, la imitemos y nos encomendemos a su amparo, ¿puede agradarle ese desprecio?
Y ¿por qué pensar que nuestro corazón es un estrecho recipiente en el que sólo cabe una cantidad limitada de amor, así que el amor que damos a alguien disminuye lo que podemos dar a alguien más? Amar a María no le quita nada a nuestro amor por Jesús, no tenemos que elegir a cuál amar, ¡podemos amarlos a ambos! ¡Dios nos dio una ilimitada capacidad de amar!
Con relación a lo que dijo el hijo de la vecina sobre adorar a María, que su mamá le lea el Catecismo de la Iglesia Católica que enseña que sólo a Dios hay que adorar y que a María no la adoramos, la veneramos por ser la Madre de nuestro Señor (C.C.E. #971).
Y respecto a eso que dijo de que María era pecadora, que considere esto: si va a un hotel y le dan a elegir entre dos cuartos, uno que tiene todavía las toallas mojadas del huésped anterior tiradas en el suelo del baño y la cama sin tender, o uno que está aseado y arreglado, ¿cuál escogería? Es obvio que en el limpio se sentiría más a gusto. ¿Qué le hace pensar que sabe elegir mejor que Jesús?, ¿cómo puede creer que Él eligió una habitación sucia, es decir, el vientre de una pecadora, para hospedarse en él nueve meses y luego someterse a una pésima madre toda su vida?
¿Cree, por ejemplo, que Jesús, siendo la Verdad, ¿hubiera tolerado una madre mentirosa?, siendo Humilde y Manso, ¿querría una madre soberbia e iracunda?, siendo Amor, ¿hubiera preferido que Su madre pensara y hablara mal de otros, que fuera malvada, cometiera injusticias y no tuviera caridad? Es la idea descabellada de quienes por querer hacer quedar mal a María ¡hacen quedar mal a Jesús!
El Creador de todo cuanto existe creó a Su propia Madre. La quiso perfecta y así la hizo, y por eso, cuando fue concebida la preservó del pecado original, y la dotó de todas las cualidades que una mujer puede tener. Se entiende por qué todos los santos la llaman: ‘obra cumbre de la Creación.’
La Iglesia dedica el mes de agosto a celebrar el Inmaculado Corazón de María, y reconocer, admirar y agradecer que a pesar de su pureza, María no nos mira con desprecio por ser nosotros pecadores, sino que nos acoge con amor y nos encomienda siempre a su Hijo, nuestro Señor.
No sólo ofende a Jesús quien piensa mal de Su Madre, sino que se priva de un privilegio inigualable: acercarse a Ella para gozar de la maternal ternura y la amorosa intercesión de Su Inmaculado Corazón.
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