22 domingo ordinario - C- Lc 14,1.7-14 28 de agosto de 2022
¿Qué dice Monseñor Romero a partir de este texto del Evangelio?
“En el Evangelio Cristo sigue proclamando: no seas orgulloso, no seas autovaliente por ti solo. Sé humilde, no te hagas humilde. Ocupa el último lugar. ….Humildad y pobreza son dos hermanas gemelas. Mejor diría, son una sola cosa. Verdadero pobre es el humilde. Verdadero pobre es el que no tiene nada y sabe que no cuenta con nada y que todo lo tiene en Dios.”
Monseñor Romero podía hablar de esa manera. Tenía autoridad para hablar así. Era "pobre" y "humilde, modesto". No proclamó una teoría para los demás. Vivió el ejemplo de la pobreza personal y la humildad. También tuvo que aprender esto. En su periodo como obispo auxiliar de San Salvador estaba en búsqueda, a veces agresivo (por ejemplo, con las comunidades de base de la parroquia de Zacamil).
En esa época vivía en el mismo edificio del seminario donde vivía el Padre Rutilio Grande. Allí surgió una profunda amistad. Con los pobres, en su época de párroco en San Miguel, como obispo en Santiago de María y luego los tres años como arzobispo, se había convertido realmente en un "pobre", un hombre sencillo, tímido y humilde. Se sentía muy cómodo con los pobres, con los que sufrían y se afligían. Cuando tenía la responsabilidad de predicar, desde su corazón, y con la ayuda de algunas líneas escritas de su preparación de sermones, era el Espíritu que hablaba en él. Lo irradiaba.
Su llamada a ser pobre - humilde, siguiendo a Jesús, es un compromiso personal. No se trata de enterrar los talentos recibidos y esperar. ¿No es la invitación a vivir la vida como un regalo de Dios mismo? "El verdadero pobre es el que no tiene nada y sabe que no cuenta con nada y que lo tiene todo en Dios".
Muchas cosas y actividades en el ocio, la comodidad, las tendencias de la moda, las posesiones, la comida y la bebida,... son en sí mismas buenas y no significan ningún daño ni para nosotros ni para los demás, sin embargo, están bajo la crítica evangélica: sé pobre - humilde. Este es el tipo de llamadas proféticas que no nos gusta escuchar, que resultan incómodas. No sabemos qué hacer con ellos.
Jesús anunció que después de su muerte (brutal) como resucitado crucificado nos miraría y se dirigiría a nosotros desde el "pobre". Basta pensar en las referencias del Evangelio de Mateo: tuve hambre y sed, estuve enfermo, estuve desnudo (sin techo), estuve en la cárcel, fui forastero (refugiado, emigrante). Podemos actualizar la lista aún más con: fui abandonado, me moría de soledad, fui excluido y apartado, estuve indefenso, fui maltratado, … Y frente a ellos Jesús nos desafía: sean pobres - humildes. Esa parece ser una condición para ser y permanecer como un verdadero discípulo de Jesús.
“Pobre es la Iglesia que no confía en ninguna revolución de la tierra, que no siembra odios, porque allí no encuentra nada. Que siembra amor a Dios y amor al prójimo, el reino de Dios en la tierra, la verdadera pobreza, la verdadera humildad. Esta es la Iglesia que soñamos, hermanos, y la que yo creo que estamos construyendo en nuestra arquidiócesis.”
En esta segunda cita Mons. Romero aplica la opción de ser "pobre - humilde" a la Iglesia, a la comunidad de creyentes.Habla de "la Iglesia que soñamos”. No basta con tratar de vivir de una manera meramente personal la llamada evangélica a ser "pobres - humildes". Como comunidad creyente, también debemos experimentar ambos y hacerlos proféticamente visibles. ¿Qué pensamos de la pregunta: ¿qué piensan los no cristianos del testimonio de nuestra Iglesia sobre la "pobreza - humildad"?
Monseñor Romero nos advierte que las revoluciones terrenales (sobre todo si alimentan el odio y se nutren de él) no son el Reino de Dios. Hay una triste experiencia del siglo XVIII: la revolución se come a sus propios hijos. Cuando la dirección revolucionaria se autodenomina la única voz del pueblo, margina, excluye, encarcela o mata a los que no están con ellos. A partir de una experiencia personal de "pobreza - humildad" y de su irradiación eclesial, podremos comportarnos como "prójimos" de personas especialmente "pobres" y entonces precisamente por eso "sembrar el amor de Dios". Entonces trabajaremos por el Reino de Dios en la tierra. Esa era la Iglesia con la que soñaba el arzobispo Romero. Esta era la Iglesia que expresaba su lema episcopal: "sentir con la Iglesia". Se distanció de una Iglesia rica, de una Iglesia asociada al poder y la riqueza, de una Iglesia de prestigio, de una Iglesia de "príncipes y dignidades reales".
En otros momentos, Monseñor Romero también dice que una Iglesia así siempre será perseguida, igual que Jesús fue perseguido y asesinado. Pero esto no debe asustarnos. Se trata de testigos "pobres - humildes" del Reino de Dios que se abren paso en este mundo donde se hace justicia a los pobres y a los pequeños. El Resucitado nos guiará. No hay que tener miedo.
Algunas preguntas para nuestra reflexión y acción personal y comunitaria
1.¿Qué significa concretamente este texto del Evangelio para mí, para nosotros?
2.Monseñor Romero dice que la auténtica "pobreza" y la "humildad" son en realidad la misma cosa. ¿Cómo entendemos esto?, o mejor dicho, ¿cómo vivimos como cristianos esta dinámica de "pobreza - humildad"?
3.¿En qué ámbitos nuestra Iglesia necesita todavía dar pasos importantes para ser proféticamente "pobre y humilde"? ¿Qué puedo hacer, y qué podemos hacer, para ayudar a que se convierta en la "iglesia soñada" por Monseñor Romero?
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