La boda: ¡qué momento tan feliz! Los novios se preparan por meses para la ceremonia y para la celebración. El riesgo, por supuesto, es que la atención se enfoque en los detalles menores, y/o en todo lo externo que quede perennizado en las fotos.
¿Cuántos novios caen en esto, tal vez por la presión de la sociedad o sus propias expectativas? ¿Cuántos novios piensan más en la fiesta que en la familia que están a punto de forjar?
El video que compartimos hoy es de la boda religiosa de una fonoaudióloga brasileña. Su esposo decide darle una sorpresa y en plena ceremonia hace entrar a sus estudiantes con Síndrome de Down.
Ella, emocionada, parece agradecerle a su esposo entre sonrisas y lágrimas e inmediatamente después, abraza a sus estudiantes en un momento emotivo para todos.
Normalmente, este no sería más que un tierno video familiar, sin embargo, se volvió viral. ¿Pero por qué? Porque más allá del gesto que tuvo el esposo para con su esposa, vale la pena detenernos en su significado.
Tu mundo y el mío
En el aparente «simple» detalle de incluir a los estudiantes en la ceremonia, el esposo daba muestras de algo enorme… había entendido el mundo de su esposa, lo había asimilado y lo había aceptado.
Más aun, lo celebraba pues no dudó en hacerlo parte de su ceremonia. Esto nos lleva a pensar, ¿cuántos vamos camino al altar habiendo entendido el mundo del otro, sabiendo las cosas que le son realmente importantes?
Y es que amar, amar verdaderamente, involucra un procesamiento interior propio y de la persona amada, de su mundo y del nuestro. No puede haber amor sin verdad…pero ¿en qué momento nos enfrentamos con esa verdad si no es en la oración, en el silencio?
Nuestro encuentro con Dios
Es en la oración que nuestra capacidad de análisis se despliega, es en ese ambiente, en sus brazos, que podemos ver la realidad no de la forma que queremos que sea, sino tal cual es.
Pareciera que nuestro Señor destellara su luz e iluminara nuestra vida, nuestra esencia y nuestro propio yo. Al ver tremendo espectáculo podemos ser comprensivos, empáticos y misericordiosos con aquellos que nos rodean.
Podemos verlos con los ojos del Padre… y aunque el camino es largo, los efectos de la oración se van haciendo tangibles gradualmente.
La oración y la relación con Dios
El mundo de hoy se da cuenta de la importancia de la meditación, y el popular mindfulness ya está en todas partes, sobre todo en las empresas.
Y aunque siempre se pueden aprender nuevas herramientas, la oración y la relación con nuestro Señor es la brújula y GPS de nuestra vida.
Nos ubica en nuestro propio mundo, nos muestra a los demás tal cual son y nos permite amarlos de forma más ordenada y genuina.
Ya no los amaremos por nuestra percepción de ellos, ni querremos cambiarlos según nuestras preferencias, sino que procuraremos para ellos su crecimiento como individuos, entendiendo que son únicos y, por lo tanto, distintos a nosotros.
Siempre procurar que el otro crezca
El papa Francisco nos dice al respecto: «¡Hacerse crecer! Siempre procurar que el otro crezca. Trabajar para esto. Y así, no sé, pienso en ti, que un día andarás por la calle de tu país y la gente dirá: ‘pero mira aquella, ¡que linda mujer!’… ‘¡se entiende, con el marido que tiene!’.
Y es esto, llegará a esto: hacernos crecer juntos, uno al otro. Y los hijos tendrán esta herencia de haber tenido un papá y una mamá que han crecido juntos, haciéndose – uno al otro– ¡más hombre y más mujer!».
No cabe duda de que el matrimonio es para valientes y, personalmente, pienso que es imposible que sea duradero o realmente feliz si no tiene como sustento a Aquel que es fuente de eternidad y plenitud.
Juntar dos personas, dos mundos y amalgamarlos sin deformarlos ni que pierdan su esencia, sino que se conviertan en un equipo indisoluble, un solo frente ante la vida es una tarea cotidiana que requerirá —por momentos— toda nuestra fuerza, nuestra mente, nuestro corazón.
Requerirá esa luz que ilumine nuestros actos, palabras y decisiones y todo proviene de la oración…Y es que esa es la forma de amar, llenarnos primero del amor de Dios y luego comunicarlo a los demás:
«… que se amen los unos a los otros como Yo los he amado» (Jn 13, 34). Que nuestro Señor, la Madre y su excelente esposo, san José, nos ayuden a amar verdadera y plenamente. ¡Así sea!
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