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¿Sabemos pedirle a Dios?



¿Sabemos pedirle a Dios? A veces no sabemos hacerlo, nuestras peticiones llegan a ser incomprensibles o ambiguas, por ejemplo: pedimos salud, pero no nos centramos en aquello que tal vez nos está causando un malestar específico, de manera que, nuestra plegaria se queda en un buen intento, sin llegar a lo que verdaderamente necesitamos.

He escuchado a varias personas que piden para encontrar un trabajo, no son concisos en su petición, tampoco piden trabajar en algún lugar, dejan abierta la opción y no le dan seguimiento a algún procedimiento hecho con anterioridad; simplemente piden por un trabajo, cualquiera. Debemos pedir con confianza de hijos, con toda la audacia que se basa en las palabras mismas de Jesús: “Todo cuanto pidieran al Padre en mi nombre se les concederá”.

Es en los tiempos de dificultad cuando el amor de Nuestro Padre se manifiesta en forma de cobijo y abrigo. Si nuestra vida está fortalecida en Dios, nada nos derrumbará y su fuerza nos pondrá en pie, incluso en las situaciones más adversas de nuestra vida. Por ello la importancia de saber pedir y ser específicos en esas peticiones, aunque parezcan intrascendentes para la magnitud de Nuestro Señor, de manera que aquello que pidamos debe llevar esa cuidado y precisión.

¿Qué es lo que realmente necesitamos? ¿Para qué lo pedimos? ¿Qué haremos con eso? Sé que para muchos hermanos entrar en detalles con Dios, no es muy usual; pero ser precisos nos ayudará a encontrar lo que estamos buscando y si la respuesta de Dios tarda en llegar, quiere decir que no era lo que verdaderamente necesitábamos.

Dios nos acompaña en esos momentos

Y recién acabo de leer la siguiente frase: Los “sí” de Dios nos bendicen y los “no” de Dios nos protegen. Sin duda, Dios siempre se interesa por nosotros, somos importantes para Él, por ello es significativo elevar nuestras plegarias de manera concisa sin exigencias, con paciencia y sin sobresaltos.

En ocasiones y ante la respuesta silenciosa o aparente esterilidad, dejamos de hablar con Él y convertimos nuestra oración en un condicionamiento, es triste decirlo, pero una gran cantidad de hermanos se han ido de nuestra iglesia por no esperar en el tiempo de Dios. Para muchos, sabemos que Dios es muy generoso y que nos da más de lo que le pedimos, la fe lleva al ser humano a un encuentro vivo con Dios en la oración atenta y de corazón.

Nuestra vida tiene un gran valor para Nuestro Padre Celestial, pero las dificultades y complejidades de nuestra existencia nos hacen olvidar lo verdaderamente importante que somos para el Eterno. Por esta razón nuestras peticiones, mientras más precisas, nos llevarán a acciones concretas.

«¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta» Santiago 2-15,26.

La vida en la abundancia y prosperidad diluye y dispersa la fe, nos olvidamos de las bendiciones de Dios. Cuando el viento está a nuestro favor, tal vez por condición humana se nos olvida que también Dios nos acompaña en esos momentos.

Autor: Rafael Salomón

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