Una sabia monja de la Edad Media fue la encargada de añadirle a esta famosa bebida un ingrediente esencial.
La monja Hildegarda de Bingen (1098-1179), mejor conocida simplemente como Santa Hildegarda era una santa muy particular. Al menos, así la considera la escritora española Adela Muñoz Páez en su libro "Sabias, la cara oculta de la ciencia". Esta mujer fue llevada, al poco tiempo de nacer, a un monasterio benedictino y más tarde fundó una abadía, además de desempeñarse como teóloga, filósofa, compositora musical y pionera de la medicina holística.
Además, durante toda su vida tuvo visiones que podrían calificarse de premonitorias, lo que le dio el mote de "visionaria" luego de su muerte.
Pero hoy en día, popularmente le podemos estar agradecidos por algo de lo que disfrutamos (siempre con moderación) en las reuniones o una tarde de verano calurosa: el sabor de la cerveza. Si bien ella no fue la que creó esta famosa bebida, fue la encargada de proporcionarle el ingrediente que le da su esencia: el lúpulo, elemento que le brinda amargura y propiedades benéficas a este trago. Antes de dar con el lúpulo, Hildegarda utilizaba una mezcla de especies y hierbas.
"La obra científica que convirtió a Hildegarda en la sabia más deslumbrante de la Edad Media fue Subtilitates diversaron naturarum creaturarum ('Las sutilezas de la diversa naturaleza de las cosas creadas'), que escribió entre 1151 y 1158. A partir de su publicación en el siglo XIV, se presenta como dos textos, el primero conocido como Physica o 'Libro de la medicina simple', y el segundo como Causae et Curae, o 'Libro de la medicina compleja'", explica Páez en su nuevo lanzamiento.
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