Hace días, en su columna semanal "Pro-vocando" (que puede leerse aquí), el sacerdote José Francisco Gómez Hinojosa, Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey, propuso que en casos como el de Cuba, donde hay escasez de harina, podría usarse la tortilla.
El padre Paco Gómez dijo lo siguiente:
"Y si en vez de pan… ¿tortillas? La ancestral escasez de productos básicos en Cuba ha llegado hasta la harina con la que se fabrican las obleas para las misas, las hostias. Este hecho ha ocasionado que las celebraciones eucarísticas se pongan en entredicho, por la falta de este insumo. Pero, ante la emergencia: ¿no se podría apelar a la creatividad y buscar la manera de mantener el necesario culto con… tortillas, por ejemplo? Se trataría de una medida excepcional y, de paso, se asumiría una encarnación litúrgica en esas comunidades para quienes la tortilla es el alimento básico."
Ante esto, responde el sacerdote liturgista Alberto Medel.
Compartimos la nota completa:
Hace algunos días, las Carmelitas Descalzas de Cuba anunciaron que no podrían seguir produciendo hostias para las diócesis de la isla debido a la escasez de harina. En la isla hay falta de hostias.
“Ya no hay hostias a la venta. Hemos estado trabajando con la poquita harina que quedaba, y ya lo que había de reserva ha llegado a su fin”, escribieron las religiosas en sus redes sociales.
A propósito de esta noticia, no han faltado las personas que opinan que la Iglesia debe de ser “más creativa” y permitir que también se consagren productos locales de fácil adquisición en algunas regiones, como por ejemplo, las arepas, las tortillas o el pan de maíz.
Preguntamos a un sacerdote liturgista si, a falta de hostias, es posible consagrar algún otro pan que no contenga harina de trigo, y ésta fue su respuesta.
El padre Alberto Medel, especialista en liturgia y rector del Seminario de Xochimilco, explicó que aunque sí ha habido algunas reflexiones al respecto, en el seno de la Iglesia nunca se ha puesto a discusión la sustitución del pan y el vino por otros elementos más acordes con las culturas locales.
La razón: el propio Jesús decidió que el pan y el vino fueran las dos especies para consagrar. “El que el Señor haya tomado pan y vino como materias para instituir la Eucaristía pertenece a la identidad de la fe bíblica”, dijo.
Pero -agregó- no se trata de una elección caprichosa, pues en aquel tiempo, en el mundo conocido -desde los países mediterráneos hasta el norte de África- el pan y el vino eran ampliamente consumidos.
“Constituían parte de la dieta esencial de los pueblos; en esa época eran elementos verdaderamente universales, que rebasaban las culturas y las tradiciones de los pueblos”.
“Además, particularmente para los judíos, el pan y el vino tenían un hondo significado religioso y eran parte fundamental del culto del pueblo de Israel”.
Elementos de identidad
“La religión -continúa el sacerdote- no es solamente predicar ideas espirituales. La predicación evangélica es algo más, es transmitir un estilo de vida, es transmitir una serie de signos, de símbolos que significan precisamente lo que se cree por la fe”.
“De manera que el pan y el vino constituyen elementos de identidad de la vida cristiana, no son cosas que se puedan adaptar sino elementos de identidad, de verdadera identidad”.
500 años después de la llegada de los españoles, agrega el padre Medel, en América -como todo el mundo- el pan y el vino siguen siendo universalmente aceptados, y siguen siendo parte fundamental de la identidad de la fe católica.
“En todo el mundo hay pan y vino, en cualquier rincón al que se vaya hay pan, no hay otro elemento que tenga esta presencia tan universal”.
Los riesgos de los “localismos”
Pretender sustituir estos elementos por otros más locales -como la tortilla o el tequila en México-, a juicio del padre Alberto Medel, no busca una seria intención de inculturizar.
“Si hablamos de cosas muy locales, como la tortilla en México, pues solamente aquí en México sí podría significar lo que es la Eucaristía, pero sólo para nosotros, y eso fragmentaría la fe; y así para cada comunidad, para cada pueblo de nuestra América Latina”.
“No es una seria reflexión de inculturación, sino simplemente una especie de localismo donde se pretende desfigurar la fe en sus elementos simbólicos y reducirla a algo que solamente entiende un pequeño grupo, y los signos y los símbolos de la liturgia son para que sean entendidos por todas las culturas, por todos los hombres, en todos los tiempos y en todos los idiomas”.
¿Qué hacer en casos como el de Cuba?
La escasez de productos básicos es un problema grave y constante para el pueblo de Cuba. En esta ocasión, la falta de harina afectó directamente la producción de hostias y, por lo tanto, la celebración de la Santa Misa en las diócesis del país.
“Si hay algo segurísimo, sin ninguna duda, que nos viene de Jesús, es la Eucaristía como la seguimos celebrando hoy. Esto nos une directamente a la voluntad expresa de Jesús que se ha mantenido inalterada por todos los siglos hasta nuestros días”.
“Por lo tanto, custodiemos la Santísima Eucaristía y mejor ayudemos a todos aquellos lugares donde no tienen acceso las materias aptas para la Eucaristía. Ayudemos en la caridad pero lo que sí es cierto es que, si llegara a faltar el trigo para la Eucaristía, simplemente no habría Misa”.
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