Aristóteles, el famoso filósofo griego que vivió cuatro siglos antes de Cristo, propuso la teoría científica del horror vacui. Basado en sus observaciones, concluyó que la naturaleza llena cada espacio vacío con algo, incluso si es solo aire. En sus obras Gargantúa y Pantagruel, el sacerdote, médico y científico renacentista Rabelais popularizó esta idea con la frase Natura abhorret vacuum ("la naturaleza aborrece el vacío"). Donde hay un vacío, la masa o la energía se precipitan para ocupar el espacio vacío. En verdad, esta teoría se aplica no solo a la física, sino a la vida.
Durante los últimos treinta años, la secularización de la cultura y el destierro de Dios del foro público han creado un gran vacío religioso. Cada vez más estadounidenses han ido abandonando la práctica de la religión. Desde 1990, el número de estadounidenses que afirman no tener afiliación religiosa se ha triplicado del ocho al veintidós por ciento.
Hoy en día hay unos cinco millones menos de protestantes tradicionales y tres millones menos de católicos que hace diez años. Por cada nuevo converso al catolicismo, otros seis abandonan la Iglesia. Los jóvenes de entre 18 y 30 años están mucho menos interesados en la religión que sus padres. Como observó Alan Cooperman, director de investigación religiosa del Centro de Investigación Pew, "el país se está volviendo menos religioso en su conjunto, y está sucediendo en todos los ámbitos".
Sin embargo, la persona humana es innatamente religiosa. Más que ser una criatura material al mismo nivel que los animales irracionales, la persona humana tiene razón y está siempre en busca de sentido. "La naturaleza aborrece el vacío". Y, así, en el vacío creado por el abandono de la religión como fuente de sentido, se han precipitado otras formas de descubrir el sentido.
En un intento por responder a la dimensión espiritual de la vida humana, algunas personas se están volviendo hacia las creencias de la Nueva Era. Los seguidores de la Nueva Era, ahora casi una cuarta parte de la población, han reemplazado al Dios personal de la revelación con una energía espiritual que anima el cosmos. Están haciendo uso de cristales, cartas del tarot, astrología, psíquicos e incluso yoga como un ejercicio espiritual para aprovechar esta energía impersonal a fin de administrar sus vidas y encontrar la realización personal.
Para los seguidores de la Nueva Era, no existe una verdad absoluta. Todas las creencias tienen el mismo valor. Y como niegan la existencia del pecado, no aceptan la necesidad de un Redentor. En el mejor de los casos, los seguidores de la Nueva Era cambian lo trascendental por lo inmanente, lo espiritual por lo físico. En el peor de los casos, rechazan a Dios y sin darse cuenta caen en manos del Adversario.
Y luego hay otros que rechazan a Dios y eligen conscientemente volverse a una forma u otra de lo oculto. Es asombroso darse cuenta de que hay casi 1,5 millones de personas involucradas en Wicca, una forma pagana de brujería. Desde el Jardín del Edén y el pecado de nuestros primeros padres de intentar ser como Dios, la gente ha estado buscando maneras de tener el mismo conocimiento y poder que Dios mismo. Hoy en día hay más brujas que presbiterianos, más personas involucradas en el ocultismo que musulmanes en los Estados Unidos.
Cuanto más los individuos se exaltan a sí mismos como autosuficientes y exaltan la razón sobre la fe, se apartan de Dios y entronizan a Satanás. Intentando controlar sus vidas mediante el uso del ocultismo, se entregan a Satanás, quien los usa para destruir la paz y la armonía que Dios planea para nosotros. Satanás es el gran engañador. Hace creer a las personas que tienen el control absoluto de sus vidas. Como dijo una vez el arzobispo Fulton Sheen: "La lógica [de Satanás] es simple: si no hay cielo, no hay infierno; si no hay infierno, entonces no hay pecado; si no hay pecado, entonces no hay juez, y si no hay juicio, entonces el mal es bueno y el bien es malo".
Sería una tontería cerrar los ojos ante el inequívoco aumento de la actividad del diablo en nuestra sociedad. Falta de civismo. El discurso del odio. El derribo del buen nombre de las personas. La sangre derramada en nuestras calles. La ruptura de la vida familiar. La exaltación generalizada de los vicios contrarios al evangelio. El deleite en exponer los pecados de los demás. Abuso en todas sus formas. Aborto. La persecución de la Iglesia. Todos estos nacen de la ira, el odio, la envidia, el orgullo, la codicia y la lujuria. Provocan división y son las huellas dactilares del Maligno.
El día después de su elección al papado, el Papa Francisco sorprendió a los cardenales que lo habían colocado en la Cátedra de Pedro. Él dijo: "Quien no ora a Dios, ora al diablo. Cuando uno no profesa a Jesucristo, uno profesa la mundanalidad del diablo". El Papa reconoció valientemente la realidad de Satanás ese día y muchas otras veces después. Y el Papa proporcionó la única manera de desterrar al diablo de entre nosotros: profesar la fe en Jesús. Profesar nuestra fe significa simplemente estar cerca de Jesús dentro de la Iglesia, asistir a Misa al menos cada domingo y día de fiesta, recibir los sacramentos y practicar la caridad. En otras palabras, el único antídoto permanente contra el mal en el mundo es la presencia de Dios que no deja en nosotros lugar para el mal.
Autor: Obispo Arturo Serratelli.
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