Es espiritualmente muy útil y altamente valorado por Dios que, como miembros del Cuerpo de Cristo que somos, oremos los unos por los otros. Cuando un alma ha sido llamado a rendir cuentas ante el Señor, es muy piadoso que pidamos por ella, le conozcamos o no le conozcamos.
¿Te imaginas que un alma pueda alcanzar la Misericordia de Dios debido a tu ruego por ella? ¿Sería grandioso, no? ¿Imaginas llegar al cielo y que muchas almas te reciban y te den gracias por esa oración que hiciste en el momento que te enteraste que fallecieron, aunque no las conocieras? Tu oración, como una obra de misericordia, puede conseguirles el cielo.
Podría ser que muchas almas que quizá merecían el castigo eterno sean enviadas solamente a purificarse en el purgatorio gracias a tu oración.
Como decía el Venerable Arzobispo Fulton J. Sheen:
«Al entrar en el cielo los veremos, muchos vendrán hacia nosotros y nos agradecerán. Preguntaremos quiénes son y dirán:"una pobre alma por la que oraste en el purgatorio"».
Por eso te invitamos a que cada vez que escuches (en una plática, en la radio, en la tele, en una nota en internet, etc.) que alguien que murió, aunque no tengas ni la menor idea de quien era, hagas la siguiente oración:
«Padre, perdona a (nombre de la persona) todos sus pecados por el sacrificio perfecto de tu Hijo Jesucristo en la cruz, y concédele, por tu Divina Misericordia, una morada en tu Reino de los Cielos y la vida eterna. Amén.»
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