Llega a las librerías ‘Catecismo de la vida espiritual’, la última obra del cardenal guineano que fue prefecto de la Congregación para el Culto Divino
El cardenal Robert Sarah, jubilado como prefecto de la Congregación para el Culto Divino, no cesa en su actividad. Este apóstol del silencio irrumpe ahora en las librerías con un ‘Catecismo de la vida espiritual’ (Ediciones Palabra) advierte del “eclipse de Dios” en las sociedades posmodernas, una exclusión que lleva a superar todo límite provocando “exacerbaciones” como “la reivindicación de la elección de sexo”.
Para el purpurado guineano “la exclusión de Dios conlleva el rechazo de toda autoridad, la rebelión contra cualquier límite, contra todo valor moral universal y contra el fundamento mismo de esos valores –es decir, la noción de naturaleza humana–, dando lugar a exacerbaciones bien conocidas: la reivindicación de la elección de sexo o la modificación del cuerpo para convertirse en un ‘hombre aumentado’ que sueña con el control total de la vida hasta producir un hombre inmortal”, según recoge Europa Press del libro de Sarah. Este “eclipse de Dios en las sociedades posmodernas, la crisis de los valores humanos y morales fundamentales y sus repercusiones incluso en la Iglesia” espera combatirlo el cardenal con herramienta como el catecismo.
Volver a casa
Sarah también apunta a la “pérdida del auténtico sentido de la liturgia y el desdibujamiento de la identidad sacerdotal” como señales del tiempo presente. Ante este panorama, reivindica una “vuelta a casa”, a un “interioridad” abandonada a la que llegar tras “tirar por la borda” actitudes como el “orgullo, la suficiencia, una vida deshonesta y corrompida, la tibieza e indiferencia hacia las cosas de Dios” o “la dejadez a la hora de avanzar en la comprensión de los misterios cristianos”.
La vida cristiana, enseña en este catecismo, “exige de cada uno abandonar el anterior modo de vida, despojarse del hombre viejo ‘corrompido por sus apetencias seductoras’”. Por ello invita a “renovarse ‘en la mente y en el espíritu’ y revestirse ‘de la nueva condición humana creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas’”.
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