- El pontífice ha pedido la paz y la reconciliación para los pueblos de Ucrania, Líbano, Siria, Terra Santa, el Sahel, Yemen,Myanmar,Irán, Haití, Afganistán y del Cuerno de África
- Francisco hace un llamamiento a las autoridades “para que la comida no sea más que un instrumento de paz” en plena “tercera guerra mundial”
El papa Francisco ha vuelto a impartir la bendición Urbi et Orbi en su décima Navidad como pontífice. Un bendición, desde el balcón central de la basílica de San Pedro, que va acompañada de la indulgencia plenaria y de un potente mensaje en el que el pontífice llama la atención ante tantas situaciones olvidadas por la comunidad internacional. En esta ocasión, como sucedió en Pascua, el Papa se ha sentado en breves ocasiones, aunque no en el trono empleado en estas ocasiones por Benedicto XVI sino en una de sus sillas habituales. Acudieron a la Plaza De San Pedro unas 70.000 personas, según las fuentes vaticanas.
Sin anestesia
“Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero, ¡feliz Navidad!”, ha comenzado diciendo el Papa ante la satisfación de los presentes a quienes deseó que “el Señor Jesús, nacido de la Virgen María, traiga a todos vosotros el amor de Dios, fuente de fe y de esperanza; junto con el don de la paz”. Contemplando la escena de Belén, el pontífice recordó que Jesús “vino a estar entre nosotros en el silencio y en la oscuridad de la noche, porque el Verbo de Dios no necesita reflectores ni el clamor de voces humanas. Él mismo es la Palabra que da sentido a la existencia, la luz que alumbra el camino”.
Jesús, siguió Francisco, “viene para acompañar nuestra vida cotidiana, para compartir todo con nosotros, alegrías y dolores, esperanzas e inquietudes. Viene como un niño indefenso. Nace en el frío, pobre entre los pobres. Necesitado de todo, llama a la puerta de nuestro corazón para encontrar calor y amparo”. “Salgamos del bullicio que anestesia el corazón y nos conduce a preparar adornos y regalos más que a contemplar el Acontecimiento: el Hijo de Dios que nació por nosotros”, añadió.
El camino de la paz
Para Francisco “Jesús, es nuestra paz; esa paz que el mundo no puede dar y que Dios Padre dio a la humanidad enviando a su Hijo” y, añadió, “es también el camino de la paz” porque “con su encarnación, pasión, muerte y resurrección, abrió el paso de un mundo cerrado, oprimido por las tinieblas de la enemistad y de la guerra, a un mundo abierto, libre para vivir en la fraternidad y en la paz”. Por ello invitó a “caminar en pos de Jesús”, despojándonos “de las cargas que nos lo impiden y que nos mantienen bloqueados”. Cargas como “el apego al poder y al dinero, la soberbia, la hipocresía, la mentira” que “imposibilitan ir a Belén, excluyen de la gracia de la Navidad y cierran el acceso al camino de la paz”. Y es que, añadió, “crudos vientos de guerra continúan soplando sobre la humanidad”.
Por eso pidió que contemplando al Niño Jesús “reconozcamos el rostro de los niños que en cada rincón del mundo anhelan la paz”. Rostros como los de “los hermanos y hermanas ucranianos, que viven esta Navidad en la oscuridad, a la intemperie o lejos de sus hogares, a causa de la destrucción ocasionada por diez meses de guerra”. Por ello pidió “que el Señor nos disponga a realizar gestos concretos de solidaridad para ayudar a quienes están sufriendo, e ilumine las mentes de quienes tienen el poder de acallar las armas y poner fin inmediatamente a esta guerra insensata. Lamentablemente, se prefiere escuchar otras razones, dictadas por las lógicas del mundo. Pero la voz del Niño, ¿quién la escucha?”, sentenció. En esta referencia a Ucrania fue el único momento en el que el Papa señaló a la plaza en la que había algunas banderas del país que vive la invasión rusa.
Tercera guerra mundial
Un deseo de paz que llega a “otras regiones, en otros escenarios de esta tercera guerra mundial” como Siria, “todavía martirizada por un conflicto que pasó a segundo plano pero que no ha acabado”, o Tierra Santa, “donde durante los meses pasados aumentaron la violencia y los conflictos, con muertos y heridos”. En este caso pidió “al Señor para que allí, en la tierra que lo vio nacer, se retome el diálogo y la búsqueda de confianza recíproca entre israelíes y palestinos”. Francisco deseo que las comunidades cristianas de Oriente Medio, “a para que en cada uno de esos países se pueda vivir la belleza de la convivencia fraterna entre personas pertenecientes a diversos credos”.
Como en Líbano, “para que finalmente pueda recuperarse, con el apoyo de la comunidad internacional y con la fuerza de la fraternidad y de la solidaridad”; el Sahel, “donde la convivencia pacífica entre pueblos y tradiciones se ve perturbada por enfrentamientos y violencia”. También reclamó “una tregua duradera en Yemen y hacia la reconciliación en Myanmar y en Irán, para que cese todo derramamiento de sangre”. También pidió al Señor “que inspire a las autoridades políticas y a todas las personas de buena voluntad en el continente americano, a esforzarse por pacificar las tensiones políticas y sociales que afectan a varios países” como es la situación del “pueblo haitiano, que está sufriendo desde hace mucho tiempo”.
Un mundo enfermo de indiferencia
Además de la guerra, Francisco denunció que hay “personas que sufren hambre, sobre todo los niños, mientras cada día se desperdician grandes cantidades de alimentos y se derrochan bienes a cambio de armas”. En concreto, destacó que “la guerra en Ucrania ha agravado aún más la situación, dejando poblaciones enteras con riesgo de carestía, especialmente en Afganistán y en los países del Cuerno de África”. “Toda guerra —lo sabemos— provoca hambre y usa la comida misma como arma, impidiendo su distribución a los pueblos que ya están sufriendo·, reclamó Bergoglio.
Por eso, propuso: “comprometámonos todos —en primer lugar, los que tienen responsabilidades políticas—, para que la comida no sea más que un instrumento de paz”. “Mientras disfrutamos la alegría de encontrarnos con nuestros seres queridos, pensemos en las familias que están más heridas por la vida, y en aquellas que, en este tiempo de crisis económica, tienen dificultades a causa de la falta de trabajo y de lo necesario para vivir”, exhortó. Ante “un mundo enfermo de indiferencia”, que rechaza a Jesús, “como les pasa a muchos extranjeros; o lo ignora, como muy a menudo hacemos nosotros con los pobres. No nos olvidemos hoy de tantos migrantes y refugiados que llaman a nuestra puerta en busca de consuelo, calor y alimento. No nos olvidemos de los marginados, de las personas solas, de los huérfanos y de los ancianos que corren el riesgo de ser descartados; de los presos que miramos sólo por sus errores y no como seres humanos”, recordó el Papa.
“Belén nos muestra la sencillez de Dios, que no se revela a los sabios y a los doctos, sino a los pequeños, a quienes tienen el corazón puro y abierto”, concluyó el Papa. “Como los pastores, vayamos también nosotros sin demora y dejémonos maravillar por el acontecimiento impensable de Diosque se hace hombre para nuestra salvación. Aquel que es fuente de todo bien se hace pobre y pide como limosna nuestra pobre humanidad. Dejémonos conmover por el amor de Dios y sigamos a Jesús, que se despojó de su gloria para hacernos partícipes de su plenitud”, sentenció deseando “¡Feliz Navidad a todos!”
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