Un Papa lleno de bondad
En su homilía, el Papa destacó que con María se “inició el lento camino de la gestación de una humanidad libre de pecado y llena de gracia y de verdad, llena de amor y de fidelidad. Una humanidad bella, buena y verdadera, a imagen y semejanza de Dios, pero tejida con nuestra carne ofrecida por María; nunca sin ella; siempre con su consentimiento; en libertad, en gratuidad, en respeto, en amor”. “La maternidad divina de María es el camino que revela el respeto extremo de Dios por nuestra libertad”, añadió.
Para Francisco, “este camino de su venida para salvarnos es el camino por el que Él también nos invita a seguirle, a continuar junto a Él tejiendo la humanidad nueva, libre y reconciliada. Es un estilo, una forma de relacionarnos de la que derivan las muchas virtudes humanas de la buena y digna convivencia”. Una bondad que vivió “nuestro querido Papa emérito Benedicto XVI, que nos ha dejado esta mañana”. “Con emoción recordamos su persona tan noble, tan bondadosa. Y sentimos tanta gratitud en el corazón: gratitud a Dios por haberle dado a la Iglesia y al mundo; gratitud a él, por todo el bien que ha realizado, y especialmente por su testimonio de fe y de oración, sobre todo en estos últimos años de su vida retirada”, añadió. “Sólo Dios conoce el valor y la fuerza de su intercesión, de sus sacrificios ofrecidos por el bien de la Iglesia”, destacó el Papa.
La fuerza de la amabilidad
Además, invitó a reflexionar sobre “la amabilidad” como “un factor importante de la cultura del diálogo, y el diálogo es indispensable si queremos vivir en paz, como hermanos, que no siempre se llevan bien –es normal– pero que, sin embargo, hablan entre sí, se escuchan e intentan comprenderse y encontrarse”. “El diálogo persistente y valiente no aparece en los titulares como los enfrentamientos y los conflictos, y sin embargo ayuda discretamente al mundo a vivir mejor”, añadió recomendando siempre las palabras “permiso, gracias, perdón”.
La amabilidad, prosiguió, “es una virtud que hay que recuperar y ejercitar cada día, para ir contracorriente y humanizar nuestras sociedades”. Y es que, advirtió, “los daños del individualismo consumista están a la vista de todos. Y el daño más grave es que los demás, las personas que nos rodean, se perciben como obstáculos a nuestra tranquilidad, a nuestra comodidad”. Francisco lamentó que los “otros nos ‘incomodan’, nos molestan, nos quitan tiempo y recursos para hacer lo que nos gusta”. Mientras que la bondad es “una actitud benévola, que apoya y reconforta a los demás evitando toda dureza y aspereza”.
Para el Papa, “la bondad es un antídoto contra algunas patologías de nuestras sociedades: contra la crueldad, que desgraciadamente puede introducirse como un veneno en el corazón e intoxicar las relaciones; contra la ansiedad distraída y el frenesí que nos hacen centrarnos en nosotros mismos y cerrarnos a los demás”. Por ello invitó a “recuperar la bondad como virtud personal y cívica puede ayudar en no poca medida a mejorar la vida en las familias, las comunidades, las ciudades”. Un deseo que el pontífice sobre todo ha propuesto a su diócesis de Roma.
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