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"Juan el Bautista y los curas". Por: Padre José Francisco Gómez Hinojosa

 



Las palabras que hoy, segundo domingo de Adviento, dedica Juan el Bautista a fariseos y saduceos impactan por su fuerza: “raza -o hijos, camada, dependiendo de la traducción- de víboras” y nos indican el tipo de personalidad que tenía el precursor. No se le podría tildar de “suavecito”.

Haciendo un ejercicio de imaginación, propongo preguntarnos qué no diría a los curas. ¿Utilizaría los mismos términos, pues los clérigos, en menor o mayor medida, jugamos el mismo papel que ellos en cuestiones litúrgicas y dogmáticas?

Si partimos de que el Bautista se distinguió por tres cualidades, cada una de ellas nos puede dar un indicio de su hipotético discurso: valentía, austeridad y humildad. Veamos.

Valentía. Es conocida la relación de Juan con Herodes Antipas. Al cuestionarle su forma de vida -se había casado con Herodías, la mujer de su hermano- es encarcelado; no obstante el respeto que le dispensaba el tetrarca, pues lo consideraba un hombre recto. No se arredró, entonces, para denunciar al poderoso gobernante.

Austeridad. Mateo nos narra hoy de qué manera vivía Juan: en el desierto, vestido en el extremo del ascetismo, y con una frugalidad que envidiaría cualquier vegetariano-vegano. Dista mucho esta imagen de la ofrecida por quienes regenteaban el templo de Jerusalén, con ropajes, alimentos y bebidas nada austeros.

Humildad. El evangelio de Juan nos narra el deslinde de Jesús -“no merezco ni siquiera desatar las correas de sus sandalias“- que manifiesta el Bautista, cuando sus discípulos le preguntan si él es el Mesías. En la historia de la salvación ha ocupado el papel equivalente a un actor de reparto, no el principal. Lejos de los reflectores, pues.

Volvamos a la pregunta inicial: ¿Qué nos diría, entonces a los curas? Quizá las mismas frases, pues nuestros laicos nos acusan, cada vez con más vehemencia, de nos ser suficientemente valientes ante las autoridades civiles. Nos defendemos replicando que ya no existe la doctrina de las dos espadas -que sostiene la supremacía del poder espiritual sobre el temporal-, pero es indudable que el miedo nos acompaña más que la gallardía.

¿Y qué decir en el terreno de la austeridad? ¿Qué nos diría Juan al ver nuestros automóviles y casas parroquiales, la ropa de marca que vestimos y los platillos gourmet que degustamos? Como que no se nos da mucho la sobriedad…

… y menos la humildad. Si algo han aportado las redes sociales es el afán protagónico de no pocos clérigos. Disputamos audiencias con youtuberos y tiktokeros, y en muchos casos es más importante la imagen refulgente que el contenido temático. Otra tachita.

No creo que nos iría muy bien si el Bautista nos increpara. Aceptemos, al menos, la invitación que se nos hizo el pasado domingo: “velen y estén preparados“.

Pro-vocación

Bien por el seleccionado brasileño de futbol. No sé si gane la actual copa del mundo qatarí, pero ya lo es victorioso en la inclusión. Y es que desde 1930 ninguno de sus futbolistas había usado el número 24, que en la lotería brasileña designa un equivalente a conocido insulto homofóbico. Ya lo usan. Ya vencieron. Ya son campeones.

Autor: Pbro. José Francisco Gómez Hinojosa

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