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"La Iglesia vive hoy una crisis interna muy seria. Está enferma": Monseñor Reig Plag.



El obispo asegura que desde el principio de su vocación sacerdotal «surgió en mí el interés por fomentar todo aquello que apoyase a la familia, porque lo que ha venido después es este individualismo que conduce a la soledad donde, desarraigada de la familia, la persona sucumbe a este proceso de ingeniería social, de olvido de Dios».

A su vez, lamenta que a muy pocos haya llegado la voz de la Iglesia sobre esas cuestiones:

No les ha llegado, como tampoco la voz de Juan Pablo II o de Benedicto XVI y lo que nos han enriquecido los distintos Papas. Escuché una homilía en Jerusalén que decía: «La Iglesia no ha querido escuchar la voz de los profetas». Se refería a lo que decían los Papas. En estos temas la Iglesia ha sido el bastión: ha anunciado la verdad del hombre, del amor humano y el sentido del matrimonio entre el varón y mujer abierto a la vida. Pero esa voz no ha sido escuchada en Europa, incluso en la propia Iglesia en toda su esencia. No se quiso escuchar la Humanae Vitae, la Familiaris Consortio y todavía la Teología del Cuerpo de Juan Pablo II   es un tesoro por descubrir. 

Don Juan Antonio explica así cómo ha vivido el estar habitualmente en el ojo del huracán mediático por defender las tesis católicas que son contrarias a la ingeniería social impuesta en las últimas décadas:

«Estaba anunciado en el Evangelio: si al Maestro lo han perseguido, a vosotros os perseguirán. Navegar a contracorriente te hace pagar un precio alto. Primero te desprestigian, desvirtúan tus palabras, montan campañas para que desistas… De todas las cosas que dicen de mí difícilmente he encontrado algo verdadero. Apoyado en la fe que me dieron mis padres, me he mantenido firme. Lo he vivido siempre como un camino hacia lo que más me interesa: la humildad. Las humillaciones son una bendición de Dios para aprender a confiar plenamente en Él».

Preguntado si se ha sentido solo ante los ataques mediáticos, dice:

«Mediáticamente puede ser que uno se sienta solo ante un aluvión de noticias falsas y distorsionadas. Pero siento la compañía de Dios y de la Iglesia. Y luego cada uno en este mundo escoge. Uno, si quiere pasar desapercibido, pasa desapercibido. Si quiere disimular, disimula. Y si quiere afrontar la verdad tiene que pagar el precio. Pero la recompensa es enorme. Y luego te vienen compensaciones. Después de que el Papa aceptara mi renuncia he recibido miles de mensajes. Eso te carga el corazón de paz y alegría. Si estás con Dios y con la Iglesia, nunca estás solo».

El prelado explica por qué, a diferencia de otros obispos que ordenaron y/o consintieron en cerrar todos los templos durante los primeros meses de la pandemia por Covid, él decidió hacer lo contrario:

«La Iglesia no puede cerrar nunca. ¿Qué pasa, nos hemos vuelto locos? ¿Viene una peste y nos ocultamos y dejamos a las personas sin la asistencia de los sacramentos? A mí me daría una vergüenza enorme estar recogidito en casa y ver cómo morían las personas. Es una barbaridad total. Hemos venido para servir. Aquí no se podía cerrar ninguna iglesia, ¡y mira que tuve dificultades! La catedral estaba siempre llena. Yo celebré todos los días. Eso ahora nos beneficia porque en otros lugares se están quejando de que les cuesta recuperar la normalidad. La Iglesia tiene que estar siempre donde las personas sufren para llevarles el alivio de Dios y los auxilios divinos».

Mons. Reig Pla tiene claro que la Iglesia está pasando por una crisis:

«La Iglesia vive hoy una crisis interna muy seria. Está enferma, y por tanto hemos de regenerar el corazón de la Iglesia y palpitar con Jesucristo para poder afrontar estas consecuencias de lo que vengo anunciando desde hace tantos años. Pero no me refiero solo a Alemania, una situación que puede parecer extrema, o a las realidades que puedan ocurrir en Centroeuropa. Aunque la tentación es acomodarse al mundo, nosotros no podemos hacer eso. Esta enfermedad que hoy padece la Iglesia, esta crisis de civilización, necesita de santos. Y cuando digo santos, digo mártires. Mártires dispuestos a dar la vida por Jesucristo. Una Iglesia martirial no queda convertida en una Iglesia mundana, reducida a una ONG. Eso no es la Iglesia».

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