Los caminos de conversión son siempre singulares. La profesora Ordway describe su vía hacia la fe como un atractivo combate de esgrima en el que la razón académica se rinde finalmente ante la Cruz amorosa de Jesús y los brazos maternales de María.
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El libro Dios no va conmigo es la historia de Holly Ordway -una académica atea, profesora de Lengua y Literatura inglesa en Estados Unidos- contada en primera persona con franqueza y honestidad. Es el relato de una luchadora de esgrima competitiva, discutidora, racionalista, que busca con tenacidad la verdad, sin cansancio ni descanso, en definitiva, una valiente investigadora de la verdad por la vía racional.
“Dispuesta a escuchar los argumentos sobre la veracidad del cristianismo”, tuvo el regalo de cruzarse con cristianos que supieron ayudarla en sus reflexiones, entre ellos, su maestro de esgrima. Su testimonio es “un relato de la obra de Dios, la historia de la gracia que actúa en y a través de los seres humanos”.
Como escribe el traductor Julio Hermoso en el prólogo a la edición española, “Lewis y Tolkien, entre otros, desempeñan un papel protagonista […]: son las herramientas que más a mano tiene una profesora de Literatura inglesa que ha crecido leyéndolos, y no duda en auparse a sus sólidos y anchos hombros”.
Su búsqueda de la verdad no parte de dudas, sino de dos creencias y de un deseo profundo que Ordway expresa así: “Aunque mi credo sostuviese que no había un sentido último, me obcecaba en la creencia de que existía algo como la verdad y valoraba la verdad como un bien absoluto. […] Deseaba conocer la verdad y vivir conforme a ella, fuera cual fuese”. Ordway narra su doble conversión, primero al cristianismo y más tarde al catolicismo.
Del ateísmo al cristianismo
Como académica, a Ordway le resultaba “emocionante aprender más sobre teología y sobre doctrina”. Poco a poco fue adentrándose en la fe cristiana que hasta entonces había considerado como una creencia de personas “incultas y supersticiosas”. De modo paulatino Ordway fue avanzando “hacia una conversación sobre la fe”. Comenzó a estar a gusto con cristianos que daban respuesta a sus preguntas, algo que no cuadraba con lo que ella esperaba. Ordway descubrió que la fe “podía basarse en la razón”, es decir, que la fe admitía debate e investigación.
La profesora Ordway buscaba respuestas a cuestiones como el origen de la moralidad, la existencia de la conciencia, la eternidad de la verdad, la vida después de la muerte, justicia o misericordia perfectas, y sobre una cuestión básica: la primera causa del universo. Observó esta cuestión desde diversos puntos de vista, le dio muchas vueltas y finalmente decidió que no había una buena razón para rechazarla; por lo tanto, “parecía que sí había un creador del universo”. Una primera causa que “tenía intencionalidad […] al que podíamos llamar Dios: el origen de toda moralidad”.
Ordway dejó atrás la coraza del ateísmo. Aceptó a Dios como una persona, lo que suponía unas implicaciones serias en su vida. Admitió racionalmente que Dios era uno, el Creador, origen de toda bondad. Ahondó en la historicidad de la resurrección y depuso “las armas”: decidió hacerse cristiana. Recibió el bautismo. Su atención siguió atraída hacia la cruz, no le bastaba saber sobre Jesús, sino que quería conocerle.
En ese camino hacia el cristianismo —cuenta Ordway— la parte más difícil y la más transformadora fue la de encontrarse por primera vez al pie de la cruz. “En mi viaje a la fe cristiana, me había centrado en la resurrección; pero, tras mi bautismo, esa entrada sacramental en la muerte y la resurrección de Cristo, empecé a descubrir que la cruz es el manantial de la gracia sanadora y transformadora: no es una simple parte de los sucesos históricos de la pasión y la muerte de Jesús, sino el lugar donde el Dios encarnado cargó con todo el oscuro peso de la miseria humana”.
Del cristianismo al catolicismo
Ordway emprendió después su viaje hacia la Iglesia católica. Leyó, estudió, reflexionó y concluyó que la doctrina católica tenía mucho sentido, aunque seguía sintiéndose cómoda en el anglicanismo.
Los dogmas marianos y la devoción a la Virgen María se le presentaban como un obstáculo. Sin embargo, no podía dejar de reconocer la verdad de la enseñanza de la Iglesia: “Si Jesús es totalmente humano y también totalmente divino, entonces su madre, María, es la madre de la segunda persona de la Santísima Trinidad; ella es la Madre de Dios, quien llevó a Dios en su seno”. Finalmente, decidió salir de su fortaleza interior y fue recibida en la Iglesia católica.
Conclusión
Dios no va conmigoes un testimonio profundamente esperanzador de una conversión del ateísmo al catolicismo. Muestra que es posible llegar a creer en la existencia de Dios por la vía del estudio, la reflexión y la escucha.
Tras un trabajo intelectual intenso y muchas conversaciones, Ordway comprueba personalmente que el cristianismo se basa en sucesos históricos y atestiguados de la muerte y la resurrección de Cristo, y a su vez constata que la teología y la filosofía ofrecen respuestas serias y complejas que no apelan de forma simplista a una fe ciega. Si Ordway había desconocido o ignorado esas realidades, durante tantos años de su vida, ella lo atribuye sencilla y honestamente al hecho de no haberse informado.
En la búsqueda de la verdad Dios va por delante. Él es quien pone en el alma de la persona la semilla del deseo de no sucumbir a la oscuridad, es decir, el deseo de buscar hasta encontrar la luz. Dios premia la búsqueda de la verdad y regala su gracia a quien emprende ese camino para llegar a la meta ansiada.
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