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El Papa Francisco ha recordado de nuevo este domingo a las “tantísimas víctimas del terremoto” en Siria y Turquía; y también, como viene haciendo con insistencia, “los dramas cotidianos del querido pueblo ucraniano, y de tantos pueblos que sufren a causa de la guerra, o por causa de la pobreza, la falta de libertad o de las devastaciones ambientales: tantos pueblos… En este sentido, estoy cerca de la población neozelandesa golpeada en los últimos días por un ciclón devastador”. “No olvidemos a los que sufren, y hagamos que nuestra caridad sea atenta, ¡sea una caridad concreta!”, ha manifestado.
“Las palabras que Jesús nos dirige en el Evangelio de este domingo son exigentes y parecen paradójicas: Él nos invita a poner la otra mejilla y amar incluso a los enemigos (cfr Mt 5,38-48)”, ha comenzado afirmando el Papa antes de rezar la oración mariana del Ángelus y dar la Bendición a los fieles en la Plaza de San Pedro.
“Para nosotros es normal amar a los que nos aman y ser amigos de quien es nuestro amigo; sin embargo, Jesús nos provoca diciendo: si actuáis de esta manera, ‘¿qué hacéis de extraordinario?’ (v. 47). ¿Qué hacéis de extraordinario? Este es el punto sobre el que me gustaría atraer hoy vuestra atención”, ha sido la reflexión del Papa.
“Extraordinario” es lo que va más allá de los límites de lo habitual, que supera las praxis habituales y los cálculos normales dictados por la prudencia”, ha añadido Francisco. “En general, nosotros sin embargo tratamos de tener todo bastante en orden y bajo control, de forma que corresponda a nuestras expectativas, a nuestra medida: temiendo no recibir la reciprocidad o de exponernos demasiado y después quedar decepcionados, preferimos amar solamente a quien nos ama, hacer el bien solo a quien es bueno con nosotros, ser generosos solo con quien puede devolvernos un favor; y a quien nos trata mal respondemos con la misma moneda, así estamos en equilibrio”.
Pero “el Señor nos advierte: ¡esto no es suficiente!”, ha exclamado. “Si nos quedamos en lo ordinario, en el balance entre dar y recibir, las cosas no cambian. Si Dios tuviera que seguir esta lógica, ¡no tendríamos esperanza de salvación! Pero, por suerte para nosotros, el amor de Dios siempre es ‘extraordinario’, es decir va más allá de los criterios habituales con los que nosotros humanos vivimos nuestras relaciones”.
Vivir el desequilibrio del amor
El Santo Padre ha manifestado que “las palabras de Jesús nos desafían. Mientras nosotros intentamos quedarnos en lo ordinario por razonamientos utilitarios, Él nos pide abrirnos a lo extraordinario de un amor gratuito; mientras que nosotros tratamos siempre de igualar el contador, Cristo nos estimula a vivir el desequilibrio del amor”.
No debemos maravillarnos por esto, ha proseguido el Papa. “Si Dios no se hubiera desequilibrado, nosotros nunca hubiéramos sido salvados: Jesús no hubiera venido a buscarnos mientras estábamos perdidos y alejados, no nos hubiera amado hasta el final, no hubiera abrazado la cruz por nosotros, que no merecíamos todo esto y no podíamos darle nada a cambio”.
En este punto citó al apóstol Pablo, cuando escribió que “la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros” (Rm 5, 7-8).
“Así es, Dios nos ama mientras somos pecadores, no porque seamos buenos o capaces de devolverle algo. El amor de Dios es un amor siempre en exceso, siempre más allá de los cálculos, siempre desproporcionado. Hoy nos pide también a nosotros vivir de esta manera, porque solo así lo testimoniaremos de verdad.”, ha afirmado a los fieles.
“¿Lógica del provecho o de la gratuidad?”
Al final de su breve discurso, Francisco ha concretado aún más los requerimientos de Dios. “El Señor nos propone salir de la lógica del provecho y no medir el amor en la balanza de los cálculos y de las conveniencias. Nos invita a no responder al mal con el mal, a osar en el bien, a arriesgar en el don, aunque recibamos poco o nada a cambio. Porque es este amor[el que]lentamente transforma los conflictos, acorta las distancias, supera las enemistades y sana las heridas del odio”.
“Entonces podemos preguntarnos: yo, en mi vida, ¿sigo la lógica del provecho o la de la gratuidad? El amor extraordinario de Cristo no es fácil, pero es posible, porque Él mismo nos ayuda donándonos su Espíritu, su amor sin medida”, concluyó, antes de referirse a Santa María: “Rezamos a la Virgen, que respondiendo a Dios su ‘sí’ sin cálculos, le ha permitido hacer de ella la obra maestra de su Gracia”.
AUTOR: Francisco Otamendi
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