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Los posibles daños psicológicos que pueden dejar en los sacerdotes las falsas acusaciones por abuso sexual


En días pasados publicamos una nota sobre los posibles efectos psicológicos –varios verdaderamente desastrozos– en víctimas del abuso sexual, particularmente a consecuencia de abusos cometidos por clérigos con menores. En estas líneas abordaremos, también en visión sucinta, resumitiva y que no puede ser aquí exhaustiva, otra cara del poliedro, como son los posibles efectos de daños psicológicos consecuencia de una falsa acusación de abuso sexual, por ejemplo pensados en un miembro del clero falsamente señalado.

Digamos primero que una acusación falsa puede estar causada por varios motivos, algunos no necesariamente culposos o dolosos.

Es claro que una persona que realmente ha sufrido un abuso sexual, puede reportar esa experiencia de una manera fiel, detallada y con una correcta identificación del victimario. Pero también puede hacerlo de una forma inexacta, fruto del propio trauma.

El trauma del abuso, por ejemplo cuando va acompañado de violencia física, incluso puede hacer que haya sustitución de victimario, es decir que la persona describa el hecho abusivo de manera fiel, pero haya trastocado al agresor, sea inadvertidamente por los efectos emocionales del hecho traumático, o de forma intencionada. (Quien escribe estas líneas abordó una vez un caso, donde probablemente la real víctima del hecho abusivo que resultó en embarazo, una menor, cambió en su relato intencionadamente al agresor porque no quería comprometer al verdadero, y culpó a otra persona, alguien cercano).

Una persona puede reportar una experiencia de abuso sexual falsa pero que para ella es real, expresando así una “falsa memoria”, tipo de recuerdo errado que ha sido inducido en su mente de forma inadvertida, algo que ya ha demostrado la psicología que es posible, existe bajo ciertas condiciones. (Cf. Lotus, Ketcham, 2010)

Igualmente una persona puede reportar una experiencia de abuso falsa debido a mal funcionamiento inadvertido de su memoria, por tener algún problema físico o psicológico relacionado con distorsión de la realidad, por ejemplo fabulaciones, alucinaciones.

Y finalmente, alguien puede reportar una experiencia de abuso sexual falsa sabiendo que es falsa, es decir reportar de una manera mentirosa una experiencia de abuso no vivida, normalmente con la intención de causar daño al falsamente acusado. (Cf. Muñoz, González-Guerrero, Sotoca, Terol, González, Manzanero, 2016)

Todo lo anterior, que sí se presenta en la vida real, debe mover a evitar los sesgos a los investigadores y azuzar su agudeza.

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Pero pasemos al tema que nos atañe, que es el del posible daño psicológico en una persona falsamente acusada de abuso sexual, por ejemplo un sacerdote.

Daño psicológico, tipos

Daño psicológico o daño psíquico –la psicología es muy ‘quisquillosa’, yo digo que es femenina, delicada, lo que no significa que no sea objetiva– es “la consecuencia de un suceso negativo que desborda la capacidad de afrontamiento y de adaptación de la víctima a la nueva situación (Pynoo, Sorenson y Steinberg, 1993)” (Echeburúa et al., 2004, p. 229), y “le incapacita significativamente para hacer frente a los requerimientos de la vida ordinaria a nivel personal, laboral, familiar o social”. (Echeburúa et al., 2004, p. 230)

El daño psicológico se divide grosso modo en lesión psíquica (daño pasajero) y secuela (daño permanente o crónico, un daño que se ha tornado estable, o que se ha integrado a la psique de la persona, a su personalidad). También se puede dividir en daño psicopatológico (es decir, los que están caracterizados como trastorno mental según los manuales más reconocidos), y daño no psicopatológico, esto es aquellos que aunque no se encuentren tipificados como trastornos mentales, sí son daño que afecta el equilibrio psíquico, y en algunos casos pueden ser hasta más graves que los otros.

El daño psicológico puede ser ocasionado por un solo hecho traumático o por una sucesión de hechos traumáticos, que aunque individualmente no parezcan tan graves, sí lo son en su conjunto. (Por ejemplo, si a uno lo insultan en la calle, esto normalmente no pasa de una contrariedad nimia, menor. Pero si el insulto es repetido, p. ej. si se es señalado constantemente, en variados ambientes y falsamente de abusador, el trauma puede ser mayor y así el daño psicológico).

¿Qué es, específicamente, lo que genera el daño psicológico? Habitualmente, “suele ser la amenaza a la propia vida o a la integridad psicológica, una lesión física grave, la percepción del daño como intencionado, la pérdida violenta de un ser querido o de un ser indefenso (Green, 1990)”. (Echeburúa et al., 2004, p. 229) Por ejemplo, comúnmente un sacerdote falsamente acusado de abuso será objeto de medidas cautelares que lo suspenden del ejercicio de su ministerio público. Esto ya puede comportar una amenaza a su integridad.

Fases, elementos mediadores del daño psicológico

El daño psicológico comúnmente tiene unas fases, que no necesariamente deben ser recorridas todas en sucesión temporal, y que pueden solaparse, obviarse, traslaparse. En la primera “suele surgir una reacción de sobrecogimiento, con un cierto enturbiamiento de la conciencia y con un embotamiento general, caracterizado por lentitud, un abatimiento general, unos pensamientos de incredulidad y una pobreza de reacciones. En una segunda fase, a medida que la conciencia se hace más penetrante y se diluye el embotamiento producido por el estado de ‘shock’, se abren paso vivencias afectivas de un colorido más dramático: dolor, indignación, rabia, impotencia, culpa, miedo, que alternan con momentos de profundo abatimiento. Y, por último, hay una tendencia a re-experimentar el suceso, bien, espontáneamente, o bien en función de algún estímulo concreto asociado (como un timbre, un ruido, un olor, etc.) o de algún estimulo más general: una película violenta, el aniversario del delito, la celebración de la Navidad, etc.” (Echeburúa et al., 2004, p. 230). Todo eso puede ocurrir con un sacerdote falsamente acusado. Al final, son humanos.

Están también los elementos mediadores del daño psicológico, que hacen que un mismo tipo de daño tenga diferentes consecuencias en sujetos similares pero a la vez diferentes, por ejemplo una mayor vulnerabilidad psicológica (entendida como una mayor o menor precariedad del equilibrio emocional) o vulnerabilidad biológica de quien sufre el trauma (por ejemplo una falsa acusación, repetidamente publicitada) hacen que el impacto emocional y el consecuente daño psicológico pueda ser mayor.

Asimismo, son elementos mediadores del daño psicológico (tanto de las lesiones como de las secuelas), la percepción del suceso sufrido (significación del hecho y atribución de intencionalidad), lo inesperado del hecho traumático (que sí, puede ser por ejemplo una falsa denuncia de una persona virtuosa), el riesgo a la integridad física o psicológica no solo percibido sino verdaderamente padecido durante el trauma, los problemas concomitantes al episodio traumático, los problemas pasados, el grado de apoyo social que tenga la víctima de falsa denuncia, y sus estrategias de afrontamiento, fuertes o débiles, mayores o menores.

Estrategias de afrontamiento negativas – Los posibles daños

Hay estrategias de afrontamiento del hecho traumático negativas, que ya han sido identificadas por la literatura, y que pueden repotenciar el daño psicológico, como por ejemplo “anclaje en los recuerdos y planteamientos de preguntas sin respuesta. Sentimientos de culpa. Emociones negativas de odio o de venganza. Aislamiento social. (…) Consumo excesivo de alcohol o drogas. Abuso de medicinas”. (Echeburúa et al., 2004, p. 234).

Echeburúa et al. (2004) presenta una enumeración elaborada por Esbec (2000), modificado, que es bien resumitiva de daños psicológicos posibles a consecuencia de delitos violentos, pero que al final pueden ser tambien ocasionados por traumas no necesariamente de violencia física, como una falsa acusación y sus repercusiones. En este listado se mezclan daños de carácter psicopatológico y no psicopatológico:

– Sentimientos negativos: humillación, vergüenza, culpa o ira. – Ansiedad. – Preocupación constante por el trauma, con tendencia a revivir el suceso. – Depresión. – Pérdida progresiva de confianza personal como consecuencia de los sentimientos de indefensión y desesperanza experimentados. – Disminución de la autoestima. – Pérdida del interés y de la concentración en actividades anteriormente gratificantes. – Cambios en el sistema de valores, especialmente la confianza en los demás y la creencia en un mundo justo. – Hostilidad, agresividad, abuso de drogas. – Aumento de la vulnerabilidad, con temor a vivir en mundo peligroso, y pérdida de control sobre la propia vida. – Cambio drástico en el estilo de vida, con miedo a acudir a los lugares de costumbre, necesidad apremiante de trasladarse de domicilio. Alteraciones en el ritmo y el contenido del sueño. – Disfunción sexual.

Vemos por lo anterior, que el abanico de posibles daños psicológicos es bastante amplio, y así pueden ser la posibilidades de este daño por ocasión de una falsa denuncia de abuso sexual.

***

En fin, el tema del abuso sexual es arduo, difícil, doloroso, delicado, grave, por donde quiera que se le mire.

Por eso debe ser tratado con mucha seriedad y profesionalismo.

Es claro, las víctimas tienen prelación. Pero las reales. No las fingidas, que también las hay, y que a veces quieren ‘pescar en río revuelto’ causando no más aguas turbulentas sino verdaderas tormentas, con destrucción.

Finalmente decimos lo siguiente:

Consideramos que en este campo, a la Iglesia mucho le serviría una profundización transparente y científica de los casos de clérigos abusadores con los que debe hacer frente. Me explico:

En su último libro, hecho a cuatro manos con la periodista Franca Giansoldati, el Cardenal Gerhard Müller responde a una pregunta de la periodista de por qué no publicar periódicamente estadísticas o notas sobre las sentencias que se relacionan con padres pedófilos, si eso no haría más ‘transparente’ al Dicasterio de la Doctrina de la Fe. El purpurado respondió que de acuerdo “a los reglamentos internos”, tal Dicasterio debe enviar “las sentencias a los obispos” y que corresponde a cada uno de ellos ver si las publica o no, o si hace visibles “los nombres de los sacerdotes condenados, las penas impuestas en los procesos. En cuanto a las estadísticas sobre los abusos, en realidad existen pero solo para uso interno sin que sea prevista la divulgación al exterior. La decisión de volverlas conocidas no depende del Prefecto del Dicasterio. No sé si se trata de escasa trasparencia, son las reglas. (…) Si no recuerdo mal hemos sin embargo publicado algunas estadísticas sobre sacerdotes reducidos al estado laical. El ochenta y cinco por ciento de las víctimas era formado por personas del sexo masculino”.

Es bien probable que un análisis serio, no sectario, equilibrado, basado en evidencia, de estas estadísticas y estos casos, faciliten, no solo la prevención (porque si se ubican y atacan las causas pues se previenen los efectos) sino también ayude poderosamente en la ubicación, defensa y reparación de los clérigos falsamente acusados. Entre tanto, y ojalá sea una falsa impresión, aún se perciben al más alto nivel rezagos de otras épocas, en los que un exceso de discreción era sinónimo de requisito para conservar el prestigio de la Iglesia. El problema –entre otros– es que en estos días que corren, tal discreción puede ser considerada por muchos como encubrimiento.

En ese sentido, iniciativas como la de la Universidad Fordham, recientemente noticiada por Gaudium Press,  parecerían el buen camino para llegar a las profundidades, para conocer bien el panorama, y ahondar en las soluciones.

Sin embargo, quien suscribe esta nota, busca ser sobre todo un hombre de fe. Y sabe que la principal solución partirá de una renovada efusión ad intra de la gracia de Cristo, principio sobrenatural de la vida de su Esposa Mística, que a partir de la Iglesia ya trasformó un mundo pagano que era un horror de todo tipo de abusos, y que deberá otra vez conquistarlo. El hombre con gracia se vuelve ángel; sin gracia, puede ser -y con frecuencia lo es- un monstruo.

Por Saúl Castiblanco

Psicólogo forense

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Bibliografía

Echeburúa, E. De Corral, P. Amor, P.J. Evaluación del Daño Psicológico en las Victimas de Delitos Violentos. Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos. Falcultad de Psicología. Universidad del País Vasco. In Psicopatología Clínica, Legal y Forense, Vol. 4, 2004, pp. 227-244

Loftus, E. Ketcham, K. Juicio a la memoria – Testigos presenciales y falsos culpables. Alba Editorial, S.L.U. Barcelona. 2010

Muñoz, JM. González-Guerrero, L. Sotoca, A. Terol, O. González, JL. Manzanero, A. La entrevista forense: obtención del indicio cognitivo en menores presuntas víctimas de abuso sexual infantil. Papeles del Psicólogo / Psychologist Papers, 2016, Vol. 37(3), pp. 205-216. Recuperado de http://www.papelesdelpsicologo.es/pdf/2777.pdf Recuperado en: 15-02-2023

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Fuente: https://es.gaudiumpress.org/content/los-posibles-danos-psicologicos-en-clerigos-falsamente-acusados-de-abuso-sexual/

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