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Papa: “En la Iglesia todo debe ser conforme a las exigencias del anuncio del Evangelio; no a las opiniones de los conservadores o los progresistas”


En su ciclo de catequesis sobre el celo de la evangelización, el Papa Francisco centra su intervención sobre ‘El Espíritu Santo, protagonista del anuncio”. Primero, porque anunciar no es “adoctrinar o a hacer proselitismo, sino a hacer discípulos”. Segundo, porque “la Iglesia, si no le reza y no le invoca, se encierra en sí misma, en debates estériles y agotadores, en fatigosas polarizaciones, mientras se apaga la llama de la misión”. Por lo tanto, no se trata de una lucha entre progresistas y conservadores, sino de “testimoniar el primado de la consolación de Dios sobre la desolación del mundo”. Eso sí, teniendo en cuenta que “toda tradición religiosa es útil si facilita el encuentro con Jesús”.

En su saludo en portugués, el Papa invitó a "rezar por los que sufren a causa de las catástrofes naturales o las guerras. Ayudémosles también con nuestra caridad. Así seremos fuente de consuelo y alegría". Y en su saludo en polaco, el Papa alaba la obra 'Misioneros para la Cuaresma': "Esta obra se dirige también a los que quedaron en Ucrania, devastada por la guerra, llevando apoyo y esperanza a los habitantes de ese atormentado país. ¡Recemos juntos por la paz!"

Texto íntegro de la catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! 

En nuestro itinerario de catequesis sobre la pasión de evangelizar, hoy volvemos a partir de las palabras de Jesús que hemos escuchado: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Santo Espíritu» (Mt 28, 19). Id -dice el Resucitado-, no a adoctrinar o a hacer proselitismo, sino a hacer discípulos, es decir, a dar a todos la oportunidad de entrar en contacto con Jesús, de conocerlo y amarlo libremente. Id bautizando: bautizar significa sumergir y por tanto, antes de indicar una acción litúrgica, expresa una acción vital: sumergir la propia vida en el Padre, en el Hijo, en el Espíritu Santo; experimentar cada día la alegría de la presencia de Dios que está cerca de nosotros como Padre, como Hermano, como Espíritu que actúa en nosotros, en nuestro propio espíritu. 

Cuando Jesús dice a sus discípulos -y también a nosotros-: “¡Id!”, no comunica sólo una palabra.  No. Comunica junto al Espíritu Santo, porque es sólo gracias a Él, al Espíritu, que se puede recibir la misión de Cristo y llevarla adelante (cf. Jn 20, 21-22). Los Apóstoles, en efecto, permanecen encerrados en el Cenáculo por miedo hasta que llega el día de Pentecostés y desciende sobre ellos el Espíritu Santo (cf. Hch 2, 1-13). Con su fuerza esos pescadores, en su mayoría analfabetos, cambiarán el mundo. El anuncio del Evangelio, por tanto, se realiza sólo en la fuerza del Espíritu, que precede a los misioneros y prepara los corazones: Él es “el motor de la evangelización”. 

Lo descubrimos en los Hechos de los Apóstoles, donde en cada página se ve que el protagonista del anuncio no es Pedro, Pablo, Esteban o Felipe, sino el Espíritu Santo. También en los Hechos se relata un momento neurálgico de los inicios de la Iglesia, que también nos puede decir mucho a nosotros.  Entonces, como hoy, junto a las consolaciones no faltaron las tribulaciones, las alegrías se acompañaban de las preocupaciones. Una en particular: cómo comportarse con los paganos que llegaban a la fe, con los que no pertenecían al pueblo judío. ¿Estaban o no obligados a observar las prescripciones de la Ley mosaica? No era un asunto menor. Se forman así dos grupos, entre los que creían que la observancia de la Ley era irrenunciable y los que no. Para discernir, los Apóstoles se reúnen en lo que se llama el “concilio de Jerusalén”, el primero de la historia. ¿Cómo resolver el dilema? Se podría haber buscado un buen acuerdo entre tradición e innovación: algunas normas se observan, otras se ignoran. Sin embargo, los Apóstoles no siguen esta sabiduría humana, sino que se adaptan a la obra del Espíritu que les había anticipado, descendiendo tanto sobre los paganos como sobre ellos. 

Y por eso, quitando casi toda obligación ligada a la Ley, comunican las decisiones finales, tomadas - escriben – “por el Espíritu Santo y por nosotros” (cf. Hch 15,28). Juntos, sin dividirse, a pesar de tener sensibilidades y opiniones diferentes, escuchan al Espíritu. Y Él enseña una cosa, que también es válida hoy: toda tradición religiosa es útil si facilita el encuentro con Jesús. Podríamos decir que la histórica decisión del primer Concilio, de la que también nosotros nos beneficiamos, estuvo movida por un principio, el principio del anuncio: en la Iglesia todo debe ser conforme a las exigencias del anuncio del Evangelio; no a las opiniones de los conservadores o los progresistas, sino al hecho de que Jesús llegue a la vida de las personas. Por tanto, toda elección, uso, estructura y tradición debe ser evaluada en la medida en que favorezca el anuncio de Cristo. Cuando hay divisiones ideológicas entre conservadores y progresistas, falta el Espíritu. El Evangelio no es una idea ni una ideología de izquierdas, de derechas o de centro.

Así el Espíritu ilumina el camino de la Iglesia. En efecto, no es sólo la luz de los corazones, es la luz que orienta a la Iglesia: esclarece, ayuda a distinguir, a discernir. Por eso es necesario invocarlo a menudo; hagámoslo también hoy, al comienzo de la Cuaresma. Porque como Iglesia podemos tener tiempos y espacios bien definidos, comunidades, institutos y movimientos bien organizados, pero sin el Espíritu todo queda sin alma. La Iglesia, si no le reza y no le invoca, se encierra en sí misma, en debates estériles y agotadores, en fatigosas polarizaciones, mientras se apaga la llama de la misión. Es muy triste ver a la Iglesia como si fuese un Parlamento. La Iglesia es otra cosa: comunidad movida por el Espíritu Santo. El Espíritu, en cambio, nos hace salir, nos empuja a anunciar la fe para confirmarnos en la fe, a ir en misión para encontrar quién somos. Por eso el apóstol Pablo recomienda: «No extingáis el Espíritu» (1 Tes 5,19).  Recemos a menudo al Espíritu, invoquémoslo, pidámosle cada día que encienda en nosotros su luz.  Hagámoslo antes de cada encuentro, para convertirnos en apóstoles de Jesús con las personas que encontramos. 

Queridos hermanos y hermanas, partimos y volvemos a partir, como Iglesia, desde el Espíritu Santo. «Sin duda es importante que en nuestras programaciones pastorales partamos de encuestas sociológicas, de análisis, de la lista de las dificultades, de la lista de expectativas y quejas. Sin embargo, es mucho más importante partir de las experiencias del Espíritu: este es el verdadero punto de partida. Y por eso es necesario buscarlos, enumerarlos, estudiarlos, interpretarlos. Es un principio fundamental que, en la vida espiritual, se llama primado de la consolación sobre la desolación. Primero está el Espíritu que consuela, reanima, ilumina, mueve; después vendrá también la desolación, el sufrimiento, la oscuridad, pero el principio para regularse en la oscuridad es la luz del Espíritu» (C.M. MARTINI, Evangelizar en la  consolación del Espíritu, 25 de septiembre 1997). Tratemos de preguntarnos si nos abrimos a esta luz, si le damos espacio: ¿yo invoco al Espíritu? ¿Me dejo orientar por Él, que me invita a no cerrarme sino a llevar a Jesús, a testimoniar el primado de la consolación de Dios sobre la desolación del mundo? 

 Saludo en español

Queridos hermanos y hermanas: 

En esta catequesis reflexionamos sobre el Espíritu Santo, que es el protagonista del anuncio.  Como escuchamos en el Evangelio, Jesús resucitado nos envía a ir, a hacer discípulos y a bautizar.  Con sus palabras, nos comunica el Espíritu Santo, que nos da la fuerza para acoger la misión y llevarla adelante. 

El objetivo principal del anuncio es favorecer el encuentro de las personas con Cristo. Por eso, para que nuestra acción evangelizadora propicie siempre ese encuentro, es necesario que todos — cada uno personalmente y como comunidad eclesial— nos pongamos a la escucha del Espíritu, que es el protagonista. 

La Iglesia invoca al Espíritu Santo para que la oriente, le ayude a discernir sus proyectos pastorales y la impulse a salir por el mundo transmitiendo con alegría el anuncio de la fe. Pero, si no invoca al Espíritu, se va cerrando en sí misma, se crean divisiones, debates estériles y, como consecuencia, la misión se va apagando. 

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Hoy, miércoles de ceniza, comenzamos la cuaresma. En este tiempo de gracia, invoquemos con frecuencia al Espíritu Santo, para que nos ilumine y nos ayude a dar testimonio de la primacía de Dios en nuestra vida, que nos ama y nos consuela, venciendo toda desolación. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide.  Muchas gracias.  

 Saludo en portugués

Hoy comienza el tiempo de Cuaresma; mientras fijamos nuestra mirada en Cristo crucificado, os invito a rezar por los que sufren a causa de las catástrofes naturales o las guerras. Ayudémosles también con nuestra caridad. Así seremos fuente de consuelo y alegría. Que Dios os bendiga.

 Saludo en polaco

Saludo cordialmente a los polacos. Al comienzo de la Cuaresma, os animo a cuidar especialmente de los misioneros que anuncian con pasión el Evangelio en todo el mundo. Bendigo la iniciativa "Misioneros para la Cuaresma", a través de la cual apoyáis a los misioneros polacos con la oración y el ayuno. Esta obra se dirige también a los que quedaron en Ucrania, devastada por la guerra, llevando apoyo y esperanza a los habitantes de ese atormentado país. ¡Recemos juntos por la paz! ¡Os bendigo de corazón!

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