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¿Puede la Virgen, como ser humano, responder a millones de peticiones? La Biblia tiene las claves


La Virgen María es la criatura más importante en la historia, así como la mujer más relevante de todo el género humano. A ella se le invoca, se le reza y se le confía todo tipo de necesidades personales. Pero, ¿cómo puede un ser humano como Ella escuchar y atender tantas peticiones? ¿No es esa una labor exclusiva de Dios? Pueden pensar algunos.

El apologeta católico Dave Armstrong ha publicado un interesante artículo en la web National Catholic Register en el que responde a los reparos de un amigo calvinista.

La gran mediadora

La Virgen María es la gran mediadora entre Dios y los hombres, es la mejor intercesora que puede tener cualquier persona. Los católicos sabemos que las oraciones son siempre a través de María a Dios, no a través de Dios a María. Así dice Santiago 5,16: «La oración ferviente del justo tiene un gran poder».

En este sentido, es interesante descubrir que hasta el propio Dios, en su infinito poder, puede parecer que se convierta en un «mediador». Fue el propio Dios el que le dijo a Abimelec que Abraham oraría por él, para que pudiera vivir (Génesis 20,6-7). Dios también le dijo a los «amigos» de Job que «mi siervo Job oraría por ellos, aunque no hablaron bien de mí, yo les perdonaré en consideración a él» (Job 42,8). ¿Fue Dios el «mediador» de Job?

San Pablo, incluso nosotros mismos funcionamos como «mini-mediadores» de la gracia y de la salvación de Dios, tal como lo hace María:

«Pues ¿qué sabes tú, mujer, si salvarás a tu marido? Y ¿qué sabes tú, marido, si salvarás a tu mujer?» (1 Corintios 7,16).

«Me he hecho todo para todos con el fin de salvar, por todos los medios, a algunos» (1 Corintios 9,22).

«Obrando así te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen» (1 Timoteo 4,16).

«Si incluso algunos no creen en la Palabra, sean ganados no por las palabras sino por la conducta de sus mujeres» (1 Pedro 3,1).

Colaboradores con Él

La Biblia también enseña que somos sus «colaboradores» y que sus obras son las nuestras y viceversa:

«Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban» (Marcos 16,20).

«Ya que somos colaboradores de Dios y vosotros, campo de Dios, edificación de Dios» (1 Corintios 3,9).

«He trabajado más duro que cualquiera de ellos, aunque no soy yo, sino la gracia de Dios que está conmigo» (1 Corintios 15,10).

«Dedíquense a la obra del Señor en todo momento, conscientes de que con él no será estéril su trabajo» (1 Corintios 15,58).

«Hemos sido creados en Cristo Jesús con miras a las buenas obras que Dios dispuso de antemano para que nos ocupáramos en ellas» (Efesios 2,10).

«Trabajad con temor y temblor por vuestra salvación, pues Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece» (Filipenses 2,12-13).

No es problema para Dios

Siendo así, no resulta raro o extraordinario creer que Dios eligió a María para interceder y distribuir gracias. ¡Dios puede hacer lo que quiera! Una vez usó hasta un burro para hablar en Balaam, apareció en una zarza ardiente, en una nube… y eligió venir a la tierra como un bebé.

María es una ayudante, la más importante, como lo fue Moisés, Juan el Bautista, Elías, Pablo, Pedro o Juan. De ninguna manera esto interfiere con las prerrogativas únicas del poder de Dios, simplemente está usando a una de sus criaturas, la más bella, para sus propósitos divinos.

Dios hace posible que María escuche millones de oraciones de intercesión y luego las presente a Dios en nuestro nombre. ¡No es ningún problema para Dios! Para Él es simplemente una parte de todo lo que puede hacer continuamente en cada nanosegundo. Pablo dice: «En Él vivimos, nos movemos y existimos» (Hechos 17,28).

Y, en esta presentación que hace de nuestras oraciones, estaría acompañada de un ángel. Así lo dice el Apocalipsis: «Y la nube de perfumes, con las oraciones de los santos, se elevó de las manos del ángel hasta la presencia de Dios» (Apocalipsis 8,4). La Biblia dice que Jesús es «el que sostiene todo con su palabra poderosa» (Hebreos 1,3) y que «todo tiene en él su consistencia» (Colosenses 1,17).

Entonces, ¿podemos creer que Dios no puede habilitar a una persona, María, para escuchar las intercesiones? Es curioso tal reparo, viniendo de un calvinista, que pone un énfasis extremo (y loable) en la soberanía y causalidad de Dios.

La Biblia enseña que no hay ningún problema, es más, los seguidores de Cristo están «unidos con Él» (Romanos 6,5), son «un espíritu con Él» (1 Corintios 6,17), «transformados en imagen suya» (2 Corintios 3,18), «llenos de la plenitud de Dios» (Efesios 3,19) y «de la plenitud de Cristo» (Efesios 4,13); de hecho, «participan de la naturaleza divina» (2 Pedro 1,4).

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