En los más antiguos martirologios se menciona en la fecha del 14 de febrero al menos a tres santos de nombre Valentín, y todos mártires. A uno se le describe como sacerdote de Roma, a otro como obispo en Interamna (Terni) donde está enterrado
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San Valentín, el patrono de los enamorados nació hacia el año 175. Fue sacerdote, obispo y muy famoso por su predicción de la nueva fe, que iba acompañada de milagros y curaciones. El emperador Claudio II prohibía la celebración de matrimonios jóvenes, ya que creía que soldados sin familia eran mejores, al no tener ataduras.
San Valentín no acató la orden, y desafió al emperador celebrando en secreto matrimonios para jóvenes enamorados. Al enterarse, el emperador lo mandó encarcelar. Tras ser torturado, lo decapitaron el 14 de febrero del año 270.
Anhelo de amor
Aunque se cree que la fiesta es de reciente celebración, lo cierto es que la memoria de san Valentín data del Siglo III, aunque comenzó a cobrar más notoriedad a partir del siglo XIV, tomando como nombre de «Día de los Enamorados».
La fiesta ha terminado siendo manipulada por la mercantilización de los grandes almacenes y las marcas, qu enfatizan la expresión del amor con un regalo o una cita romántica.
En cualquier caso, la fiesta de san Valentín sigue siendo la oportunidad de celebrar la verdad del amor, tal y como lo vivió el santo de los enamorado, según el mandamiento de Jesucristo: «Ámense los unos a los otros como yo los he amado» (Jn. 13, 34).
Todos anhelamos amar y ser amados, desde el nacimiento hasta la vejez. Todos tenemos una necesidad innata de sabernos importantes, valiosos y amados por otras personas, seamos conscientes o no.
Dios constituye el principio por el cual el hombre fue creado y el fin para el que existe y es llamado a un amor eterno, cuya prueba nos la da Jesucristo al encarnarse y entregarse por amor a todos nosotros. Esto es lo que el Obispo san Valentín sabía y esto es lo que nos inspira a vivir.
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