En la enseñanza católica, tener fantasías sexuales no se considera un pecado en sí mismo, ya que las fantasías son involuntarias y no tienen una intención de actuar en contra de la moral sexual. Sin embargo, la Iglesia enseña que los pensamientos y deseos sexuales deben ser controlados y guiados hacia un comportamiento sexual que sea coherente con su enseñanza moral.
La enseñanza católica sostiene que la sexualidad humana es un don divino destinado a expresar el amor conyugal entre un hombre y una mujer y a ser abierto a la vida a través de la procreación. Por lo tanto, la Iglesia enseña que el comportamiento sexual debe estar siempre en línea con esta comprensión de la sexualidad humana.
En este sentido, si una fantasía sexual lleva a una persona a buscar el placer sexual fuera del matrimonio, a consumir pornografía, a masturbarse o a cometer otros actos que violen la enseñanza moral de la Iglesia, entonces estos actos serían considerados pecaminosos según la enseñanza católica.
La Iglesia Católica enseña que la sexualidad es un don de Dios, que debe ser vivida en el contexto del amor verdadero y el respeto mutuo entre los esposos, y que debe estar abierto a la posibilidad de la vida. En este sentido, cualquier práctica sexual que no esté de acuerdo con estos principios puede considerarse un pecado.
En cuanto a las fantasías sexuales, la Iglesia no las prohíbe en sí mismas, pero advierte que si son inapropiadas o se convierten en una obsesión, pueden ser perjudiciales para la vida sexual y espiritual de la persona. Además, si las fantasías sexuales se convierten en acciones, como la masturbación o la pornografía, la Iglesia las considera pecaminosas, ya que van en contra del plan de Dios para la sexualidad humana.
Es importante recordar que la Iglesia no busca reprimir la sexualidad, sino más bien ofrecer una visión completa y saludable de ella, que permita a las personas vivirla plenamente en el contexto del amor verdadero y el respeto mutuo. En este sentido, la Iglesia enseña que la sexualidad es un regalo maravilloso de Dios, que debe ser valorado, cuidado y vivido con responsabilidad y generosidad.
¿Y si las fantasías son con otra persona que no es la pareja?
Desde la perspectiva de la Iglesia Católica, las fantasías sexuales con otra persona que no es la pareja son consideradas como una forma de adulterio mental, es decir, un pensamiento impuro que va en contra del sacramento del matrimonio. La Iglesia enseña que el matrimonio es una alianza sagrada entre un hombre y una mujer, y que cualquier acción que vaya en contra de esta unión es considerada como un pecado.
En la enseñanza católica, la fidelidad es un elemento fundamental en el matrimonio y en la vida cristiana en general. Por lo tanto, las fantasías sexuales con otra persona que no sea la pareja pueden ser consideradas como una violación de esta fidelidad y una falta de respeto hacia la dignidad de la persona del cónyuge.
Recordemos que se puede pecar con el pensamiento, pero no todo pensamiento inmoral se convierte en pecado automáticamente. En la teología católica el pecado de pensamiento ocurre cuando consentimos voluntariamente la idea pecaminosa e inmoral. Es decir, la idea llega a nuestra mente, pero tenemos de dos; rechazarla de inmediato o dejar que se desarrolle y "disfrutar" de este pensamiento inmoral.
El pecado está en gozarse de una acción que actualmente no es lícita, pero que lo fue o lo será al tiempo de realizarla.
Si te imaginas estando con otra persona, se convertirá en pecado en el momento en que "goces" de ese pensamiento, pero no será pecado si inmediatamente lo rechazas, prosiguiendo por pedirle a Dios la gracia de la fidelidad.
Por lo tanto, la Iglesia insta a las personas a cultivar la castidad, la pureza de mente y la autodisciplina en el pensamiento y en la acción, a fin de proteger la dignidad de la persona y promover el bienestar de la pareja y la familia.
En la Biblia, en el Evangelio de Mateo, Jesús habla sobre los pensamientos impuros en el sermón del monte. En Mateo 5, 27-28, Jesús dice: "Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón". En este pasaje, Jesús enseña que no solo es importante no cometer actos sexuales inapropiados, sino que también es importante controlar los pensamientos y deseos que podrían llevar a la comisión de tales actos.
Es importante tener en cuenta que el pensamiento en sí mismo no es un pecado, ya que no está bajo nuestro control completo. Sin embargo, la forma en que manejamos y respondemos a nuestros pensamientos es importante y determinará si existe o no pecado. Si una persona tiene pensamientos impuros o fantasías sexuales inapropiadas, la Iglesia Católica enseña que debe tratar de rechazarlos y resistir la tentación de actuar sobre ellos. También se alienta a las personas a buscar ayuda espiritual y consejo si sienten que sus pensamientos están fuera de control o están causando problemas en su vida.
Autor: Pbro. José Alcantara.
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